Colombia recoge los réditos de la paz
El país está a punto de desbancar a Argentina como tercera economía de América Latina y es líder en inversión extranjera en proporción al PIB
El país está a punto de desbancar a Argentina como tercera economía latinoamericana y lidera la inversión extranjera sobre PIB.
Los publicistas lo llamarían un exitoso caso de reconstrucción de marca. En apenas un decenio, Colombia ha dado un vuelco a su imagen exterior. De país del narco, de secuestros y guerrilla, a Eldorado resucitado, tierra de oportunidades que hace suspirar a los inversores extranjeros..., especialmente a los de economías en horas bajas como la española.
“Pasamos de ser un país estigmatizado, acorralado por la violencia, a contar con unas instituciones económicas estables que son un orgullo”, presumía recientemente el embajador colombiano en España, Fernando Carrillo, en un coloquio en el Círculo Ecuestre de Barcelona.
Las cifras avalan el milagro. El país crece a una media del 4,2% desde hace 13 años y está a punto –según Bogotá lo ha hecho ya– de desbancar a Argentina como tercera economía regional. El año pasado captó 13.675 millones de dólares (9.800 millones de euros) en inversiones extranjeras, lo que lo convierte en líder latinoamericano en inversiones en proporción al PIB (el 28,2%).
Colombia se ha librado de muchos de los males que son marca de la casa en la región. No ha vivido golpes de Estado, ni ha suspendido pagos, ni ha caído en espirales de hiperinflación o delirios populistas. Puede venderse como un chico bueno en el tumulto de la América Latina bolivariana. “La seguridad jurídica es el bastión de la economía colombiana –subra- yó el embajador–. Respetamos el Estado de derecho, las reglas de juego y los pactos a los que se ha llegado con las empresas”. Bogotá atrae hoy el capital que huye de las expropiaciones en Venezuela o Argentina.
Aunque ha sufrido su calvario particular: medio siglo de conflicto con la guerrilla de las FARC. La mejora de la seguridad ha sido clave en el despegue económico. La ofensiva lanzada por el expresidente Álvaro Uribe obligó a los guerrilleros a replegarse en la jungla amazónica, expulsándoles de las grandes ciudades y del litoral caribeño. Colombia ha sabido rentabilizar la paz. Un argumento del Gobierno de Juan Manuel Santos para defender las polémicas conversaciones con las FARC –Uribe es un furibundo detractor– es que la paz hará crecer el PIB entre el 1,5% y el 2%.
“Colombia es un motor económico con mucha inercia, muy interesante para el empresario español”, sostiene Josep Maria Cervera, director internacional de la Cambra de Comerç de Barcelona, que destaca las oportunidades en el sector energético, la construcción y el turismo.
El retroceso de la violencia fue una razón de peso para que la empresa catalana de tecnología Newshore decidiera desembarcar en Colombia hace seis años. “Uribe había puesto orden, había limpiado las ciudades y el país comenzaba a funcionar mejor”, señala Enric Puig, director ejecutivo de la empresa, que tiene en Manizales a un tercio de su plantilla de 230 empleados.
Otro factor decisivo fue la amplia clase media que existe en Colombia (el 60% de 47,2 millones de habitantes) a diferencia de sus vecinos, así como el alto nivel de formación. Y frente a Chile, que presenta ventajas parecidas, los costes laborales son más competitivos: si los chilenos cobran un 85% de lo que se paga en España, en las grandes ciudades colombianas es la mitad, y en una pequeña como Manizales, un tercio.
Con el repliegue de la guerrilla, un enorme territorio antes muy peligroso para aventurarse a hacer negocios se abre como una flor al enjambre de empresarios e inversores. “Todo está casi por hacer. Hoteles, carreteras, aeropuertos, segundas residencias... El Caribe es como la costa española hace 50 años”, dice Fermín Fraguas, arquitecto y promotor.
Sólo en infraestructuras, Colombia ha comprometido 25.000 millones de dólares (18.000 millones de euros) en cuatro años. Las grandes constructoras españolas (ACS, Acciona, Ferrovial, Sacyr, OHL) ya están. Pero para las empresas más pequeñas la aventura americana es incierta. “El balance es muy negativo”, dice Fraguas, tras dos años infructuosos.
“Los colombianos no entienden los negocios como un winwin, sobre todo con un extranjero. Si el precio de mercado es 80, ellos quieren 200”, explica. “Y luego hay otro problema: los terrenos no están limpios. Muchos están embargados o en manos de poseedores (ocupadores), pero cuesta averiguarlo porque el registro de la propiedad no está actualizado”. Llevaba meses negociando la compra de un terreno de 240 hectáreas, tenía ya todos los inversores, cuando a punto de firmar descubrió que una parcela de 60 hectáreas estaba en concurso, con 106 acreedores. “Desde la administración hay mucho empeño en hacer las cosas bien, sin irregularidades, pero aún les falta rodar –dice un ingeniero que prefiere no dar su nombre–. Todo es muy lento y complicado, tanto en cuanto a legislación como en fiscalidad o relaciones con los lobbies”.
“A los empresarios siempre les decimos lo mismo: no creas que por hablar castellano entiendes la cultura”, afirma Cervera. Recomienda ir siempre de la mano de un socio local, sobre todo para la faceta comercial.