El pan de cada día
El último informe del INE sobre la población de España ha hecho surgir bastantes comentarios en prensa, pero hay uno que a mí me parece que no ha llamado suficientemente la atención: en el 2013, el número de residentes de nacionalidad alemana y británica bajó en 43.000 y 88.000 respectivamente. Sean cuales sean las explicaciones, difícilmente esto puede ser una buena noticia en un país donde hay un excedente importante de viviendas coste- ras a la venta, siendo estas dos comunidades clientes habituales.
Naturalmente la gran mayoría de las emigraciones en el 2013 –unos 400.000– son de antiguos inmigrantes, que principalmente abandonan el país por falta de oportunidades laborales. Me da la sensación de que muchos políticos miran estos números con una cierta tranquilidad, pensando que cada persona que marcha es una persona menos buscando trabajo. Pero esa conclusión es demasiado simplista, porque cada persona que deja el país es un consumidor de menos, y un contribuyente en potencia menos para la Seguridad Social.
Está claro, si no nos importa el nivel de pensiones en el futuro, no hay problema, al igual que tampoco nos importa cuánta gente compra pan ca- da día si no tenemos una panadería o trabajamos para Panrico. Y si no tenemos una casa de más para vender algún día, pues todavía mejor.
Sin embargo, no será tan sólo en el consumo en el que esta pérdida constante de personas se hará notar.
Por ejemplo, la producción industrial española subió un 0,9% en el primer trimestre en comparación con el año anterior. De acuerdo. Con esas tasas seguramente podremos alcanzar el nivel del 2010 llegado el 2020, pero todavía un 25% por debajo del de antes de la crisis. Es decir, todo tiene un precio y ante el problema que la emigración representa estamos siendo demasiado complacientes en todos los ámbitos. Tenemos recuperación, pero el futuro del país se escapa de las manos con cada día que pasa.