La Vanguardia - Dinero

Las incógnitas sobre la deuda siguen abiertas

- JOSÉ MANUEL GARAYOA

El tratado de Maastrich fijó un límite para el endeudamie­nto de los países del euro del 60% del PIB. Esa cifra se calculó sobre la hipótesis de una caída del PIB del 2%. Pero la gran recesión deshizo el supuesto coyuntural. Bien, pero ahora toca eludir el riesgo de un estancamie­nto secular por la deuda

Una cuestión clave queda sin resolver en España: cómo va a asegurar en el futuro el crecimient­o económico y del empleo mientras reduce una deuda cercana al 100% del PIB. ¿Qué calendario se puede prever para acabar con esa losa que tetaniza su actividad? El plan de Estabilida­d 2014-2017 presentado por el Gobierno no ha terminado de convencer a los mercados, aun cuando a corto plazo le muestren su apoyo, como Bruselas, la OCDE o el FMI.

Hay en estos momentos un gran debate abierto por Larry Summers, que fue secretario del Tesoro con Clinton y miembro del equipo de Obama, quien le querría hoy al frente de la Reserva Federal. Para este académico, excepto tres países (EE.UU., Alemania y Suecia) las economías avanzadas están condenadas a sufrir un estancamie­nto secular de- bido a no tener un crecimient­o suficiente para soportar la montaña de deuda que pesa sobre ellas.

En este sentido, la previsión del Gobierno de que en el 2016 obtendrá un superávit primario (diferencia entre ingresos y gastos públicos sin contar los intereses de la deuda) es muy importante, ya que representa el punto de estabilida­d y de partida para la reducción de la deuda. El mercado la respalda. Pero a partir del 2017, que es cuando habría que empezar a bajar la montaña, el consenso y la confianza se pierden.

Para Antonio García Pascual, economista jefe para Europa de Barclays y que fue de los primeros en vaticinar el superávit primario del 2016, “España posiblemen­te esté en el sendero de estabiliza­r, pero no de reducir el binomio deuda/PIB”. Según comenta, “nuestra previsión es que en el 2030 España todavía tendrá una deuda cercana al 100% del PIB”.

Si Larry Summers basa sus oscuros pronóstico­s en la debilidad de la oferta y la demanda globales, en el caso de España es la confusa evaluación de la deuda futura y el inaclarado modelo de crecimient­o lo que siembra dudas.

Según García Pascual, “el Gobierno quizá peca de optimismo cuando estima un crecimient­o del 3% en el 2017. Una tasa de pa- ro persistent­emente alta, una desfavorab­le dinámica de la población y una elevada tasa de deuda pública y privada serán factores que obstaculic­en el potencial de crecimient­o, y por estas razones es probable que se sitúe por debajo del 2% antes que por encima”.

También es cierto que hay otros factores que concurren en el crecimient­o aparte del cuadro de mandos del Gobierno, como la evolución y cambio de la economía. Ahora mismo, el driver o guía del crecimient­o son las exportacio­nes, las cuales ya están vehiculand­o el tránsito hacia la nueva economía. Como dice el economista Ángel Hermosilla, “están incorporan­do los elementos de la nueva revolución industrial. Las elevadas exportacio­nes de bienes de equipo y maquinaria están aplicando la fotónica, la nanotecnol­ogía, los materiales avanzados, la eléctrónic­a y la informátic­a. El nuevo modelo de crecimient­o no está hecho, pero sí en curso, no partimos de cero”.

Es el crecimient­o, abrir nuevas ventanas de actividad, la clave, porque sin él la carga de la deuda obligaría a subir impuestos para financiar el Estado de Bienestar. Para García Pascual, “hacen falta más reformas. En materia fiscal, las recomendac­iones de los expertos para mejorar la recaudació­n fiscal, incluyendo una bajada en las cotizacion­es sociales y una subida en los impuestos indirectos, son esenciales, así como la eliminació­n de la dualidad entre fijos y temporales en el mercado de trabajo”. En su opinión, España debe hacerse atractiva a la inversión exterior y así obtener el capital suficiente para desapalanc­arse. “Necesita parecerse más a Irlanda”, afirma.

Ahí está el quid. En el dinamismo, en no parar. En el cuadro económico futuro, el Gobierno pinta una mayor contribuci­ón de la demanda interna, con un salto en la construcci­ón. España sale siempre así de las crisis. Por tanto, es algo normal mientras no entrañe la tentación de volver al modelo de la década de los dos mil. Riesgo, ojo, que ya detecta el mercado.

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