Las incógnitas sobre la deuda siguen abiertas
El tratado de Maastrich fijó un límite para el endeudamiento de los países del euro del 60% del PIB. Esa cifra se calculó sobre la hipótesis de una caída del PIB del 2%. Pero la gran recesión deshizo el supuesto coyuntural. Bien, pero ahora toca eludir el riesgo de un estancamiento secular por la deuda
Una cuestión clave queda sin resolver en España: cómo va a asegurar en el futuro el crecimiento económico y del empleo mientras reduce una deuda cercana al 100% del PIB. ¿Qué calendario se puede prever para acabar con esa losa que tetaniza su actividad? El plan de Estabilidad 2014-2017 presentado por el Gobierno no ha terminado de convencer a los mercados, aun cuando a corto plazo le muestren su apoyo, como Bruselas, la OCDE o el FMI.
Hay en estos momentos un gran debate abierto por Larry Summers, que fue secretario del Tesoro con Clinton y miembro del equipo de Obama, quien le querría hoy al frente de la Reserva Federal. Para este académico, excepto tres países (EE.UU., Alemania y Suecia) las economías avanzadas están condenadas a sufrir un estancamiento secular de- bido a no tener un crecimiento suficiente para soportar la montaña de deuda que pesa sobre ellas.
En este sentido, la previsión del Gobierno de que en el 2016 obtendrá un superávit primario (diferencia entre ingresos y gastos públicos sin contar los intereses de la deuda) es muy importante, ya que representa el punto de estabilidad y de partida para la reducción de la deuda. El mercado la respalda. Pero a partir del 2017, que es cuando habría que empezar a bajar la montaña, el consenso y la confianza se pierden.
Para Antonio García Pascual, economista jefe para Europa de Barclays y que fue de los primeros en vaticinar el superávit primario del 2016, “España posiblemente esté en el sendero de estabilizar, pero no de reducir el binomio deuda/PIB”. Según comenta, “nuestra previsión es que en el 2030 España todavía tendrá una deuda cercana al 100% del PIB”.
Si Larry Summers basa sus oscuros pronósticos en la debilidad de la oferta y la demanda globales, en el caso de España es la confusa evaluación de la deuda futura y el inaclarado modelo de crecimiento lo que siembra dudas.
Según García Pascual, “el Gobierno quizá peca de optimismo cuando estima un crecimiento del 3% en el 2017. Una tasa de pa- ro persistentemente alta, una desfavorable dinámica de la población y una elevada tasa de deuda pública y privada serán factores que obstaculicen el potencial de crecimiento, y por estas razones es probable que se sitúe por debajo del 2% antes que por encima”.
También es cierto que hay otros factores que concurren en el crecimiento aparte del cuadro de mandos del Gobierno, como la evolución y cambio de la economía. Ahora mismo, el driver o guía del crecimiento son las exportaciones, las cuales ya están vehiculando el tránsito hacia la nueva economía. Como dice el economista Ángel Hermosilla, “están incorporando los elementos de la nueva revolución industrial. Las elevadas exportaciones de bienes de equipo y maquinaria están aplicando la fotónica, la nanotecnología, los materiales avanzados, la eléctrónica y la informática. El nuevo modelo de crecimiento no está hecho, pero sí en curso, no partimos de cero”.
Es el crecimiento, abrir nuevas ventanas de actividad, la clave, porque sin él la carga de la deuda obligaría a subir impuestos para financiar el Estado de Bienestar. Para García Pascual, “hacen falta más reformas. En materia fiscal, las recomendaciones de los expertos para mejorar la recaudación fiscal, incluyendo una bajada en las cotizaciones sociales y una subida en los impuestos indirectos, son esenciales, así como la eliminación de la dualidad entre fijos y temporales en el mercado de trabajo”. En su opinión, España debe hacerse atractiva a la inversión exterior y así obtener el capital suficiente para desapalancarse. “Necesita parecerse más a Irlanda”, afirma.
Ahí está el quid. En el dinamismo, en no parar. En el cuadro económico futuro, el Gobierno pinta una mayor contribución de la demanda interna, con un salto en la construcción. España sale siempre así de las crisis. Por tanto, es algo normal mientras no entrañe la tentación de volver al modelo de la década de los dos mil. Riesgo, ojo, que ya detecta el mercado.