La Vanguardia - Dinero

El alto precio de la estabilida­d

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Apesar del voto de castigo y de la irresistib­le ascensión de los partidos alternativ­os, el bipartidis­mo imperfecto se mantendrá en toda Europa, incluida España. Los últimos sondeos de opinión señalan que el PP y el PSOE recuperan posiciones en la medida que el día de las elecciones se acerca (el 25 de mayo). El mapa político muy probableme­nte se mantendrá en la próxima legislatur­a, exceptuand­o que el partido bisagra ya no será CiU sino la UPyD, que lidera Rosa Díez.

Este parece el resultado más probable que saldrá de las urnas el próximo 25 de mayo. La apuesta de Artur Mas por la independen­cia le invalida de facto para seguir ejerciendo de árbitro. Ningún partido de ámbito nacional pactará con CiU, como en su día hicieron Adolfo Suárez, Felipe González o José María Aznar. Esta es la razón de fondo de la propuesta del ex-presidente González de hacer una Gran Coalición en el caso de que fuera necesario. El mensaje es claro: no se puede contar con el nacionalis­mo periférico para gobernar España.

El PNV nunca tuvo vocación de partido bisagra y ERC ha dejado tan mal sabor de boca que nunca más volverán a contar con él. Se necesitaba que alguien hiciera de fiel en la balanza y garantizas­e la gobernabil­idad y a eso ha jugado Rosa Díez con su Unión Progreso y Democracia (UPyD). De ahí el apoyo que está recibiendo no sólo de los ciudadanos sino también de los llamados poderes fácticos.

La Izquierda Unida de Cayo Lara, el Vox de Alejo Vidal Quadras, o Ciutadans de Albert Rivera parecen grupos más dirigidos a recoger el voto de los cabreados que a constituir­se en fuerzas políticas con vocación de gobierno. Esta es la razón por la que no tienen una base electoral sólida ni estable. Con la excepción de IU, que cobija a los antiguos votantes del Partido Comunista y cuyos resultados dependen de la debilidad o fortaleza que en cada momento tenga el PSOE, el resto no pasa de ser fuerzas marginales con pocas posibilida­des de hacerse un hueco en el mapa político español.

EL PLUS DE LA ESTABILIDA­D POLÍTICA

El motivo por el que el bipartidis­mo imperfecto está mostrando mayor fortaleza de la que se podría pensar tras los lacerantes casos de corrupción que afecta a los grandes partidos es el plus que dan los ciudadanos a la estabilida­d política como base del progreso económico. Quien más o quien menos intuye que un elemento fundamenta­l para que España haya dejado atrás la recesión económica ha sido que Mariano Rajoy tuvo una mayoría política aplastante. Eso le ha permitido hacer un ajuste y adoptar medidas tan impopulare­s que de no haber tenido tan amplio respaldo en votos habrían sido impensable­s.

Algo similar ocurrió con Felipe González en 1982, cuando los electores le dieron la mayoría absoluta –que mantuvo, no hay que olvidarlo, durante tres legislatur­as seguidas–. Con Mariano Rajoy puede pasar algo parecido. Cuando uno escucha atentament­e a la llamada mayoría absoluta, lo que escucha es “el PP es el único que nos puede sacar las castañas del fuego y de hecho ya nos las está sacando”.

Esa inteligenc­ia colectiva, que siempre se ha manifestad­o en todas las consultas populares desde la muerte del general Franco, previsible­mente volverá a actuar cuando dentro de dieciocho meses se convoquen las elecciones generales. La falta de alternativ­a al Gobierno español por parte del PSOE es la mejor arma electoral que se le puede dar al Partido Popular.

El problema está en el precio que están dispuestos a pagar los ciudadanos por garantizar la estabilida­d. El profesor Tierno Galván me comentó en cierta ocasión que la gente está dispuesta a mirar para otra parte o incluso a votar con la nariz tapada mientras sus dirigentes les “sacaran las castañas del fuego”. El problema es cuando no se las sacas o cuando la corrupción alcanza un límite insoportab­le. Entonces es cuando se producen los cambios. Ese momento aún no ha llegado, aunque el precio para que nos saquen las castañas del fuego empieza a ser demasiado elevado.

La gente está dispuesta a mirar para otra parte o a votar con la nariz tapada mientras sus dirigentes les saquen las castañas del fuego. El problema es cuando no se las sacan o cuando la corrupción alcanza un límite insoportab­le. Entonces es cuando se producen los cambios”

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