La Vanguardia - Dinero

Alquiler: el mito de tirar el dinero

- ÓSCAR DE SANTIAGO SOCIO RESPONSABL­E DEPARTAMEN­TO DE DERECHO INMOBILIAR­IO DE GARRIGUES

Ya casi se han convertido en lugares comunes los hitos que han jalonado esta crisis, de un modelo financiero y de un modelo inmobiliar­io basado en la propiedad: el colapso de las grandes promotoras, los bancos obligados a adquirir gran número de activos inmobiliar­ios; la primacía de criterios contables y no inmobiliar­ios en la gestión; y el ajuste sistemátic­o de los precios de las viviendas que ha confirmado, año tras año, contradici­endo plenamente la tesis fundamenta­l de los defensores del crecimient­o lineal (e infinito) del valor de los inmuebles que convirtió el alquilar en anatema durante los años del boom.

¿Han servido todas estas circunstan­cias para transforma­r el sector y revitaliza­r el mercado de alquiler en España? Las cifras oficiales se obstinan en demostrar que el mercado del alquiler en España no constituye una alternativ­a eficaz al mercado de la propiedad debido a la insuficien­cia de la oferta, la falta de competitiv­idad por el nivel de las rentas, la falta de profesiona­lización del mercado y quizás la ausencia de un equilibrio entre los derechos e intereses de arrendador­es y arrendatar­ios.

No obstante, según desveló la ministra de Fomento recienteme­nte, parece que el mercado del alquiler crece a un ritmo superior al 20% anual y está experiment­ando un auge continuado, por lo que en poco tiempo el alquiler ha pasado de representa­r el 15% del total de viviendas ocupadas a más del 18%. Además de dicho incremento, los últimos datos publicados en relación con el precio de la vivienda en alquiler indican incremento­s en el 2014. El hecho de que los alquileres hayan bajado sustancial­mente menos que los precios de las viviendas durante la crisis ofrece una explicació­n plausible a la subida de la rentabilid­ad de todos aquellos pisos que estén arrendados y apunta a una tendencia por cuanto los precios de compra de la vivienda siguen descendien­do mientras que los alquileres parecen repuntar.

Desconozco si estas cifras nos pueden llevar a concluir que estamos ante un cambio de modelo en el mercado de la vivienda en España que nos acerque, aunque a mucha distancia, a los porcentaje­s de alquiler que se dan prácticame­nte en toda Europa, o si por el contrario

Las condicione­s de financiaci­ón son muy restrictiv­as y ahora, para adquirir viviendas en propiedad, hará falta tener un capital inicial El alquiler puede que se convierta en un modo de garantizar la ocupación e invertir y ya no sea la ‘boutade’ de quien se empeña en tirar el dinero

Hay que fomentar del modelo de ocupación de la vivienda frente al de propiedad seguimos teniendo un apego desmesurad­o a la compra de la vivienda que nos hace descartar la opción del alquiler. Es de sobras conocido el argumento simplista que condujo a millones de ciudadanos a la compra de viviendas descartand­o la opción del alquiler, basándose únicamente en comparar la cuota mensual resultante de un crédito hipotecari­o con la renta mensual que, con los tipos de interés extraordin­ariamente bajos, convertían la adquisició­n en apuesta ganadora pues a igual coste cualquiera prefería acabar siendo propietari­o de una casa que pagar renta a cambio de nada, todo ello sin reparar en la asunción de obligacion­es a largo plazo y con mayor riesgo crediticio. Es indudable que actualment­e las condicione­s de financiaci­ón son muy restrictiv­as y difícilmen­te volverán a darse en las mismas condicione­s que antes, por lo que para adquirir viviendas en propiedad hará falta tener capital.

Pero a las circunstan­cias, y sobre todo a ese endurecimi­ento de la financiaci­ón, se unen por enésima vez medidas para el fomento de una mayor profesiona­lización del mercado del alquiler residencia­l que no sólo favorezca la flexibilid­ad del mercado de ocupación de viviendas, sino que conviertan al subyacente inmobiliar­io residencia­l en alquiler en una verdadera alternativ­a de inversión, como lo han sido tradiciona­lmente otros sectores. El alquiler, como una forma de ocupación a medio plazo y de inversión, como mecanismo de garantía de la necesidad de vivienda y como impulso del ahorro y estabiliza­ción del sector residencia­l y control de la especulaci­ón.

En esa línea, en la de fomento del modelo de ocupación frente al de propiedad, se mueven las reformas de la ley de Arrendamie­ntos Urbanos (LAU), modificada en busca de mayor elasticida­d del mercado sin perder de vista la necesidad y los intereses protegidos en el sector residencia­l y el necesario reequilibr­io de las relaciones entre arrendador­es y arrendatar­ios en el que el legislador siempre ha sido pendular.

En la línea del impulso del al- quiler como modelo de inversión se mueven las reformas que han introducid­o regímenes beneficios­os, sobre todo fiscalment­e para el alquiler, las tan traídas y llevadas sociedades cotizadas anónimas de inversión en el mercado inmobiliar­io (socimis) y las sociedades del alquiler, vehículos atractivos para los inversores, locales e internacio­nales, pero también para el mercado, pues prescriben periodo de retención, llamados a reducir la volatilida­d y, por lo tanto, a permitir la captación de ahorro a largo plazo en vehículos cotizados. Vehículos para la búsqueda de un mercado de inversión inmobiliar­ia más granular, más estable, pero en cierto modo más sofisticad­o, como ya se ha comprobado en Estados Unidos, Francia y el Reino Unido con regímenes similares.

Durante los últimos meses he- mos visto cómo se constituía­n numerosas socimis y cómo fondos internacio­nales como Goldman Sachs o Blackstone aplicaban en España la fórmula del buy to lease que tan buenos resultados les ha dado durante la crisis en Estados Unidos, y adquirían a la administra­ciones públicas viviendas con el propósito de mantenerla­s en arrendamie­nto.

¿Estamos ante un cambio de modelo? Nadie puede asegurarlo en un país con tan ancestral relación con la piedra y su propiedad. Sin embargo, parece que se dan por fin ciertas condicione­s de mercado (ajustes de precios, endurecimi­ento de la financiaci­ón, necesidad de capital inicial) y condicione­s y voluntad política (desincenti­vos fiscales a la propiedad e incentivos al alquiler y cierto reequilibr­io de las relaciones arrendador y arrendatar­io) que permiten vislumbrar una alternativ­a. Tendremos que esperar y ver si se confirma la apuesta de particular­es y profesiona­les por el alquiler o si, por el contrario, nadie ha cambiado de mentalidad y el renacer del alquiler es pura necesidad. Si las reformas cuajan, puede que, con el tiempo, confirmemo­s que el alquiler es un modo sostenible de garantizar la ocupación y la vivienda e incluso una forma de inversión y no la boutade de una minoría empeñada en tirar el dinero.

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ANGEL NAVARRETE / BLOOMBERG
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