Bernanke y la piedra filosofal
Irwin repasa las difíciles decisiones y los errores de los banqueros centrales durante la crisis
Los alquimistas trataron de hallar durante siglos y de manera infructuosa la piedra filosofal que transformara el plomo en oro. Tampoco tuvieron suerte en su búsqueda de la panacea universal, el mítico medicamento que curaría todas las enfermedades y prolongaría la vida indefinidamente. Por suerte, con el tiempo se desarrollarían la química, la medicina y la genética. Y, en el terreno de la economía, nacerían los bancos centrales, en concreto en la Suecia del siglo XVII. Unos bancos centrales que, sin necesidad de matraces ni de mercurio, azufre o mandrágora, lograron tener el mismo poder que los que buscaban la piedra filosofal. Un poder que, afirma el columnista de The Washington Post Neil Irwin, está en los mismísimos cimientos de la modernidad porque el flujo de dinero facilitado por los bancos centrales hace posible la economía moderna. “Al interponerse en el camino del colapso financiero, los bancos centrales han hecho posibles las enormes inversiones a largo plazo que nos permiten iluminar las casas, volar en avión y llamar por teléfono desde cualquier lugar del planeta”, señala Irwin en su libro Los alquimistas, un repaso con todo lujo de detalles, hasta la avena que desayuna Ben Bernanke, por la controvertida actuación de los bancos centrales durante la actual crisis.
Un repaso suculento que co- mienza con la historia de los bancos centrales y su importancia. Después de todo, remarca, han ayudado a crear y mantener imperios: el Banco de Inglaterra fue crucial para crear un sistema financiero estable que permitió a su país dominar enormes zonas del mundo en el siglo XIX. Y crear la Reserva Federal permitió a Nueva York tomar el relevo de Londres como capital financiera mundial y facilitó a EE.UU. erigirse como superpotencia.
Pero recordado todo esto, Irwin disecciona la historia de los bancos centrales durante esta última década, que ha sido vertiginosa y ha cambiado profundamente las ideas de sus protagonistas. Una década que comienza, claro, con la tradicional reunión de Jackson Hole que en el 2005 se convierte en un inmenso homenaje a Alan Greenspan, el maestro urdidor de la Gran Moderación de las fuerzas que habían hecho fluctuar las econo- mías nacionales durante siglos: prosperidad y recesión, inflación y deflación, pánicos financieros y su destrucción de riqueza.
Una Gran Moderación que moriría con el pánico global del 9 de agosto del 2007 cuando el gigante francés BNP Paribas anunciaba que suspendía los reintegros de tres fondos de inversión en valores avalados por hipotecas estadounidenses. Trichet, de vacaciones, reaccionaría con una “subasta a tipo fijo con adjudicación ple- na”. Traducido: venid y lleváoslo, chicos. Pero a partir de ahí, Irwin traza una historia de diagnósticos contradictorios que personaliza, para generar ritmo e interés, en los gobernadores de la Fed, –Bernanke–, el BCE –Jean-Claude Trichet– y el del Banco de Inglaterra, Mervyn King.
King siempre terco, veía lo que sucedía como una corrección saludable del mercado, incluso necesaria, tras años de excesiva exposición al riesgo por los bancos. Y en verano del 2008 Trichet y su equipo consideraban que la inflación al alza era el mayor riesgo en el horizonte. Y subieron los tipos de interés. Poco después, con la caída de Lehman Brothers –ya que Bernanke no logró articular una solución para evitarlo–, comenzaría la debacle, y tras Lehman vendrían AIG, Grecia, Irlanda, España y el euro. Y las políticas de austeridad de la UE y el activismo de la Fed con su flexibilización cuantitativa. Y, tras el relevo de Trichet, las famosas palabras de Drahi en julio del 2012 comprometiéndose a que “el BCE está listo para hacer lo que sea necesario para preservar el euro. Y, creedme, eso será suficiente”. Los errores y cambios de opinión no han sido pocos, dice Irwin, y habrán provocado lesiones duraderas. Lo de estos banqueros ha sido alquimia y desde luego no ha conseguido la panacea. Pero, asegura, sí han sabido evitar la catástrofe en la que ahora podríamos estar inmersos.