Armenia vuelve a la órbita rusa
El 80% de la población armenia habla ruso y añora las seguridades de empleo y vivienda barata de la etapa soviética” Las grandes empresas rusas copan la mitad de las inversiones extranjeras y van controlando los sectores económicos estratégicos”
Armenia merece un viaje por su interesante y milenario patrimonio cultural y artístico. Desde Ereván impresiona ver en el horizonte el majestuoso monte Ararat, símbolo nacional del país, hoy situado en territorio turco. También observar de cerca los cambios que vive este pequeño país de Europa central. En la capital destacan los edificios oficiales de la época soviética.
Han pasado 23 años desde que recuperó su independencia en 1991 pero la alargada sombra rusa sigue allí. La geografía condicionó la historia. Armenia, situada entre Rusia y Turquía, sigue siendo víctima de los avatares e intereses de sus dos grandes vecinos. El genocidio sufrido en 1915-1916 permanece vivo en la memoria de todos los armenios repartidos por el mundo cuando se acerca el centenario de aquella matanza.
Armenia sólo ha sido independiente dos veces: en 1918-1920, tras caer los imperios zarista y otomano, y a partir de 1991 tras desmembrarse la URSS. Pero podría recaer bajo la órbita de la Rusia de Vladímir Putin. Hay razones políticas y económicas. Las disputas territoriales y el resentimiento contra Turquía, que aún no reconoce su responsabilidad en el genocidio armenio, impiden restablecer las relaciones con Ankara.
Además, sigue sin resolverse el conflicto del Alto Karabaj (1988-1994), un enclave que la URSS cedió a Azerbaiyán en 1921. Fue recuperado por las tropas armenias en mayo de 1992 y se firmó un inestable alto el fuego en 1994. Pero Azerbaiyán, un país musulmán ligado culturalmente a Turquía, disfruta de cuantiosos recursos petroleros, se está rearmando. Rusia tiene bases militares en Armenia para controlar la frontera turca de la OTAN y se arroga el papel de árbitro en los diversos conflictos latentes en la región.
Hay dos Armenias. La interior no cortó su cordón umbili- cal con Rusia. Tras recuperar la independencia en 1991, la vieja oligarquía ligada al poder soviético llenó el vacío dejado por la URSS y acaparó el poder político y económico. Controla el país manteniendo sus nexos políticos, económicos y militares con Rusia. Pero la mayoría de la población, 3,1 millones de habitantes, no disfruta de las ventajas de la supuesta democratización del país y sigue emigrando.
Los cementerios industriales que recuerdan la época soviética son visibles en todo el país. Se culpa de la prematura caída de la URSS a Gorbachov y no al derrumbe de un sistema económico comunista insostenible. Muy en la línea de lo que hoy pregona Putin. Ahora prima un capitalismo oligarca.
El 80% de los armenios hablan ruso e influenciados por la propaganda de Moscú añoran las seguridades de empleo y vivienda barata de la etapa soviética. En Ereván sólo se sigue la televisión y la prensa rusa,que fomentan viejas nostalgias. Y apoyan la intervención rusa en Ucrania. También la conservadora Iglesia cristiana armenia mantiene estrechos nexos con la ortodoxa rusa.
En cambio, la otra Armenia, la dinámica y emprendedora diáspora exterior que suma más de seis millones, repartida por todo el mundo y muy presente en Estados Unidos y Francia, invirtió mucho en un país que parecía apostar por democratizar, modernizar y abrirse al comercio y la inversión internacional. Se esperaba un giro hacia Occidente. Armenia era una de las repúblicas ex soviéticas que, en el marco del Paternariado oriental, iba a firmar un acuerdo de asociación y libre comercio con la Unión Europea en la cumbre europea de Vilna de noviembre del 2013.
Pero, unas semanas antes y sin avisar a Bruselas, el presidente Serzh Sargsián cambió bruscamente su posición. Tras ser pre- sionado por Putin en Moscú, anunció el 3 de septiembre que Armenia no firmaría el acuerdo con la Unión Europea y se “inclinaba” por entrar en una unión aduanera con Rusia. Y se sumará a la Unión Económica Euroasiática (UEE) firmada el 29 de mayo del 2014 por Rusia, Bielorrusia y Kazajistán que entrará en vigor el 1 de enero del 2015. Una apuesta arriesgada y compleja.
Armenia no tiene frontera común con Rusia y ni con los demás miembros de la UEE. Los pasos fronterizos con Turquía y Azerbaiyán están cerrados. Y sin salida al mar, sólo los tiene abiertos con Georgia e Irán. Pero Georgia, que tiene un conflicto territorial con Rusia, que ocupó en el 2008 el 20% del territorio georgiano, sí firmó el pasado 27 de junio en Bruselas, al igual que Ucrania y Moldavia, el trascendental acuerdo con la Unión Europea. Y el paso fronterizo con Irán, país afectado por el embargo occidental, aún es poco operativo.
El Gobierno se entregó a Moscú y entrará en la UEE a cambio de “seguridad” militar y provisión de armas porque teme otro enfrentamiento con Azerbaiyán por el territorio de Alto Karabaj. E incluso votó el 27 de marzo contra la resolución de la Asamblea General de la ONU condenatoria de la anexión rusa de Crimea, su- mándose a los votos de 11 países, entre ellos Corea del Norte, Sudán, Zimbabue y Siria. Una actitud difícilmente comprensible en Washington y Bruselas. Azerbaiyán votó en contra de Moscú y Kazajistán se abstuvo. Pero Ereván sufre su primer contratiempo diplomático con Moscú. Mientras Rusia incorporará Crimea a la UEE a pesar que la ONU no reconoce la anexión, a Armenia no podrá hacer lo mismo con Alto Karabaj.
En el 2012, los países miembros de la Unión Europea representaban el 29,7% del comercio exterior armenio, seguido de Rusia (23,5%) y China (7,6%). Hoy, es Rusia el gran socio comercial e inversor. La situación cambió en los últimos años. Las grandes empresas rusas copan la mitad de las inversiones extranjeras y poco a poco van controlando los sectores económicos estratégicos: energético, nuclear, fer-
rocarriles, telecomunicaciones...
Gazprom pasó en febrero a controlar la empresa estatal de gas, ahora denominada Gazprom Armenia y proveerá de energía a bajo precio a los armenios. Rosatom se hará cargo de la vetusta central nuclear cercana a Ereván y Rosneft anuncian inversiones en el sector industrial. También Russian Railways renovará la red ferroviaria del país de la época soviética que conecta con Rusia. Además, las remesas del más de un millón de armenios que trabajan en Rusia representan el 80% de las que recibe el país que, a su vez, representan el 20% del PIB. Las relaciones bilaterales resultan desequilibradas.
La economía de Armenia creció un 7,2% en el 2012, cayó al 3,5% en el 2013 y podría volver a crecer un 4,6% en el 2014. Pero la dependencia militar, económica y energética del país con Rusia parece irreversible.