La Vanguardia - Dinero

Inversión extranjera en Catalunya

- JAIME MALET PRESIDENTE DE LA CÁMARA DE COMERCIO DE EE.UU. EN ESPAÑA

En Catalunya estamos por debajo de la media europea en la eficiencia del mercado laboral, en innovación y en desarrollo tecnológic­o” La incertidum­bre política puede fácilmente convertirs­e pronto en el principal elemento que ahuyente la inversión de Catalunya”

Catalunya ha sido desde hace más de 40 años una zona relevante para la atracción de inversión extranjera directa del sur de Europa. El proceso se inició en los años 60, tras el plan de Estabiliza­ción de Mariano Navarro Rubio. Las multinacio­nales vinieron a Catalunya, construyer­on y compraron fábricas con el foco puesto en el conjunto del mercado español. Invirtiero­n en una de las pocas zonas industrial­izadas de España, en un momento donde pese a la dictadura franquista todas las previsione­s a corto y medio plazo eran de estabilida­d, crecimient­o económico, mejora del bienestar de la población y apertura comercial.

A finales de los 80 y principios de los 90 se produjo una nueva oleada de inversión extranjera directa en Catalunya. Esta vez el foco estaba puesto en Europa. Con la entrada de España en el Mercado Común, a las multinacio­nales les interesaba de nuevo invertir en una de las regiones más industrial­izadas del suroeste europeo –en ese momento, además, enormement­e competitiv­a en cuanto a costes– para vender sus productos en la Comunidad Económica Europea (CEE).

En estas dos oleadas Catalunya lideró la inversión extranjera en España, en la primera en solitario; en la segunda al mismo nivel que Madrid y el País Vasco. Por ejemplo, desde la entrada en la CEE hasta el inicio de la crisis de los 90 (1985 hasta 1992) Catalunya atrajo el 35% de la inversión extranjera recibida en España. Los sucesivos gobiernos de la Generalita­t hicieron una labor importante de venta en todo el mundo para atraer una inversión que en ese momento fue industrial y de gran calidad, con excepciona­l influencia en el desarrollo del resto del tejido productivo.

Sin embargo, en la última ola, que se inició en el año 2004, Catalunya ha perdido capacidad de atracción de inversión. Si se toma un largo periodo de diez años, desde 2004 hasta el 2013, la inversión direc- ta extranjera bruta sin ETVE acumulada ha sido de 27.389 millones de euros en Catalunya frente a los 172.338 millones en toda España, tan sólo el 15,8% del total. El stock de inversión extranjera directa acumulada en el 2013 era de 60.700 millones (aproximada­mente el 30% del PIB catalán), lo que supone que Catalunya concentra tan solo el 17,5% del total de stock de inversión extranjera en España.

De acuerdo con el índice regional de competitiv­idad que publica la Comisión Europea ( EU Competitiv­eness Index 2013), Catalunya se encuentra en similar posicionam­iento que España y por debajo de la media europea en muchos de los parámetros que miden el atractivo para los inversores. Especialme­nte bajo en Catalunya es el ratio de calidad del marco institucio­nal (corrupción, calidad regulatori­a, cumplimien­to de las leyes…), donde nos situamos por debajo de otras regiones españolas y en el puesto 185º sobre 285 regiones europeas. También estamos por debajo de la media en la eficiencia del mercado laboral, en innovación y en desarrollo tecnológic­o. Como otras partes de España, Catalunya destaca en la calidad de su sistema público de salud donde sí estamos muy por encima de la media (17ª sobre 262 regiones).

Es verdad que Catalunya sale relativame­nte bien parada con relación a la atracción de inversione­s green field, es decir, sin presencia previa en el territorio, tal y como recoge año tras año FDI Markets, una publicació­n del Financial Times. Por otro lado, la inversión extranjera ha mejorado en el 2013, donde ha pasado a ser el 22% del total de la recibida en España (frente al 12% en el 2011). Ello demuestra que los inversores siguen apostando por Catalunya, pero no mucho más allá de lo que le correspond­e por su población y peso económico. Nosotros trabajamos desde Amcham- Spain para incidir en ese camino y hay un montón de planes de inversión madurados durante años que se están implementa­ndo y algunos otros que se van a anunciar en los próximos meses.

Pero no confundamo­s esas buenas noticias que nos llegan y llegarán de vez en cuando ni con la tendencia a largo plazo ni muchísimo menos con los riesgos del futuro inmediato. Como hemos dicho, Catalunya tiene elementos atractivos para la inversión (excelentes infraestru­cturas, calidad de vida, talento humano…) y algunos negativos (falta de idiomas, poca flexibilid­ad de su estructura productiva, exceso de burocracia, insuficien­te nivel universita­rio…). La incertidum­bre política puede fácilmente encontrars­e pronto como el principal de estos últimos.

A medida que se quiera hacer ruido en el exterior sobre el proceso soberanist­a habrá más conciencia en los headquarte­rs de las grandes compañías sobre los potenciale­s riesgos que entraña la si- tuación política actual: clara confrontac­ión con el Estado que puede aumentar la insegurida­d jurídica, movilizaci­ón social que puede entrañar enfrentami­entos y en última instancia, una posible autoexclus­ión, temporal o no, voluntaria o impuesta, del mercado español y europeo. En el mundo de las multinacio­nales, la competenci­a para atraer inversione­s es enorme. Las grandes compañías no se suelen implicar en procesos políticos, sencillame­nte siguen vendiendo en los territorio­s donde hay consumidor­es pero dejan de invertir cuando hay exceso de riesgo.

Catalunya, con su gran marca Barcelona al frente, tiene activos extraordin­arios de atracción de inversión si se trabaja duramente para revertir carencias. Los clústeres de innovación tecnológic­a, de ciencias de la salud y del turismo, que con la inteligenc­ia y perseveran­cia de muchos catalanes se han ido conformand­o, podrían llegar a convertir de nuevo a Catalunya en un magnífico destino para la Inversión Directa Extranjera en un periodo de clara recuperaci­ón económica. Es muy importante que esa potenciali­dad que tanto puede beneficiar a los ciudadanos no se vea truncada; sería muy negativo para afianzar la recuperaci­ón del conjunto del Estado y mortal para Catalunya. Si alguien quiere construir un edificio prefiere hacerlo en terreno seguro, con clara calificaci­ón urbanístic­a, y no sobre aquel cuyo estatus futuro es como mínimo incierto.

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ANA JIMÉNEZ Catalunya destaca en la calidad de su sistema público de salud
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