Los yuppies de Pujol, hoy
Cortés relata las últimas décadas a través de Mas, Piqué, Birulés, Vilarrubí y Miquel Puig
Toda una época retratada a través de cinco personas que han protagonizado y protagonizan la vida económica y política de Catalunya y de toda España. Cuatro hombres y una mujer con unos perfiles que, aunque han adquirido tonos diferentes en su madurez, se desarrollan a partir de un tronco común: la relación en sus etapas de juventud con los primeros gobiernos de Jordi Pujol. En ese sentido, constituyen una suerte de legado nominal e inmaterial del pujolismo. Sus nombres: Artur Mas, Anna Birulés, Miquel Puig, Carles Vilarrubí y Josep Piqué, aquellos prometedores jóvenes a los que el ex director de La Vanguardia José Antich bautizó en los ochenta, durante su etapa en El País, como “los yuppies de Pujol”, justamente el título, actualizado, que el periodista Josep Maria Cortés ha elegido para su particular crónica de las últimas décadas en nuestro país.
Los yuppies de Pujol llegan a la cima es el título elegido por Cortés. Después de todo, aquellos jóvenes prometedores actualmente presiden gobiernos y dirigen empresas y han ocupado ministerios, consejerías y consejos de administración. Y con ellos construye un libro cuya estructura se asemeja a esas novelas río imparables que unen decenas de temas e historias para construir todo un mundo y que enganchan al lector a lo largo de cientos de ho- jas. Con la ventaja de que Cortés ha sintetizado el mundo que quería retratar en ciento cincuenta páginas, pero muy fructíferas.
Un mundo en el que, inevitablemente, uno de los mayores protagonistas es Artur Mas, a quien Cortés define como “un hugonote de cuello blanco que, para retar al Gotha español, gasta traje oscuro y corbata negra”. Un político con “una formación intelectual sólida” pero que como hombre público parecía inclina- do a “responsabilidades de carácter técnico”. Y que sin embargo ha acabado liderando el actual reto de Catalunya al Estado. Curiosamente, a Mas le corresponde el primer capítulo del libro, pero no porque trace su perfil, sino porque está dedicado a la sucesión de Josep Vilarasau en La Caixa. Pujol, dice Cortés, le pasó a Mas la patata caliente y Mas acabó obligando a Vilarasau a jubilarse, dando paso a Fornesa y Fainé. Curiosamente, como muestra de la significación de La Caixa, el penúltimo capítulo del libro, antes de la conclusión final, está protagonizado de nuevo por Fainé y sus complicadas relaciones con Joan Laporta. Relaciones a las que ayudó mucho Carles Vilarrubí, ahora vicepresidente del FC Barcelona y el hombre de negocios al que acudió David de Rothschild para que su banca de inversiones entrara en Barcelona. Un Vilarrubí del cual Cortés recuerda la dimisión ante notario a las dos de la madrugada como CEO del Tibigardens de De la Rosa para evitar que le falsificaran la firma y que hubiera tejemanejes con un crédito de la Generalitat.
Mientras Vilarrubí se alejaba de De la Rosa, Josep Piqué, ahora en OHL, presidía Ercros, que era parte del Grupo Torras, la plataforma empresarial de De la Rosa como responsable de KIO en España. Y es que, y eso lo muestra bien Cortés en su libro, todo está fuertemente entrecruzado. Piqué, que había estado a punto de ser conseller de Pujol, seduciría a Aznar en un encuentro promovido por Juan Rosell y sería ministro de Industria y Exteriores. Y ocuparía durante un tiempo la responsabilidad que Aznar le ofreció anteriormente sin éxito a Ferrer Salat en Catalunya.
Un Piqué que intentó enrolar a su amiga Anna Birulés para renovar la candidatura autonómica del PP de 1999 como independiente pero no lo logró. Más tarde sería ministra de Ciencia y Tecnología: después de todo había abierto brecha, dice Cortés, en novedosos aspectos del desarrollo y la competitividad empresarial –Cidem, capital riesgo, parques tecnológicos– en Indústria en los primeros gobiernos de Pujol. Una Indústria en la que entró con Joan Hortalà como Piqué y Miquel Puig, que estaría largos años en la administración y sería director de la Corporació Catalana de Ràdio i Televisió. Todo un mundo que, con Mas a la cabeza, enfrenta hoy decisiones trascendentales que en cualquier caso, aunque algunos lo quieran, dice, no darán frutos inmediatos.