De Gilgamesh a Matrix
Sedlácek indaga en los mitos y arquetipos que han dado forma a las ideas económicas de hoy
Las preguntas económicas se hallaban con la humanidad mucho antes de Adam Smith, y la búsqueda de valores en la economía no empezó, sino que culminó, con él, recuerda Tomás Sedlácek. Además, para el economista checo, que fuera asesor de Václav Havel, la lectura habitual de Smith es un malentendido. Su contribución es mucho más amplia que la mano invisible del mercado y el nacimiento del egoísta Homo
oeconomicus: su aportación mayor fue ética, sólo que la corriente económica principal moderna, que pretende descender de Smith, “ha echado en sa- co roto la ética”. La cuestión del bien y el mal dominaba en los debates clásicos, aunque ahora, dice, es herético hablar de ella.
La economía actual, denuncia, vive la paradoja de que siendo un campo que primariamente estudia valores quiere estar libre de ellos, y de que creyendo en la mano invisible del mercado quiere carecer de misterios. Y sin embargo, asegura, incluso el modelo matemático más sofisticado es una narrativa, una parábola, nuestro esfuerzo por aprehender racionalmente lo que nos rodea. Una narrativa, esencialmente, acerca de una buena vida, y que hemos recibido de las tradiciones griega y hebrea: las matemáticas son la punta del iceberg de la economía, hay más religión, mito y arquetipo en ella que números. Y por eso en Economía del bien
y del mal, que en el Reino Unido recibió elogios del Financial Ti
mes por su “lectura adictiva”, Sedlácek plantea una búsqueda que va desde el anciano poema de Gilgamesh hasta Matrix, pasando por las religiones hebrea y cristiana, Descartes, Mandeville o John Stuart Mill, para explorar los conceptos clave que crearon el actual modus vivendi económico.
Porque la epopeya de Gilgamesh, nacida en la Mesopotamia de hace 4.000 años y que sirvió como inspiración a muchas de las grandes historias posteriores, desde el diluvio a la búsqueda de la inmortalidad, habla de la amistad, la aventura y la sabiduría. Pero, señala Sedlácek, contiene tam- bién los comienzos de conceptos bien conocidos como el problema de la utilización de la riqueza natural o los esfuerzos por maximizar la efectividad al construir un impresionante muro alrededor de Uruk por el que Gilgamesh machaca a sus súbditos para aumentar su productividad impidiéndoles incluso el contacto con su familia. Los dioses le castigarán. En la obra se habla de progreso e incluso de la división del trabajo que lleva aparejada la creación de las primeras ciudades. Y aparece algo parecido a la mano invisible: se domestica a Enkidu, imagen del mal salvaje y caótico que lo arrasaba todo y no puede ser derrotado. Lo mejor es uncir al diablo al arado, aprovechar los vicios privados para las virtudes públicas, como en La fá
bula de las abejas de Mandeville, también antes que Smith.
El trabajo por placer y como maldición, el nacimiento del deseo y la lujuria –esto es, la demanda–, la idea de progreso, inexistente en sociedades en las que el tiempo era cíclico y que nacería con los hebreos y amplificarían los cristianos, o los espíritus animales de los que tanto hablaría Keynes son los territorios por los que se adentra Sedlácek para mostrar problemas eternos. Porque desde Pandora y Eva los humanos siempre buscamos más, siempre tenemos una terrible necesidad, no importa lo que tengamos, asociada a la dureza del trabajo. Y de hecho hace tiempo que elegimos seguir el programa hedonista –incrementar la oferta de bienes– que el estoico –necesitar menos– por lo que hoy hay más una crisis del capitalismo del crecimiento que del crecimiento del capitalismo. En todo caso, muestra la necesidad del debate de los valores económicos: no en vano la economía nació como una rama de la filosofía moral ni el libro más importante de Smith quizá sea la Teoría de los sentimientos morales. Se trata, siguiendo en el terreno mítico, de evitar el cuerpo sin alma, la economía zombi, en la que una herramienta cobra vida y se convierte en su propio significado. Como en el moderno mito de Matrix, en el que algo que iba a servirnos se convierte en nuestro amo.