La Vanguardia - Dinero

Vivir sin miedo a la Tramontana

Ante al magnífico escenario natural de Port de la Selva, el estudio Cadaval & Solà-Morales multiplica las vistas y capta el sol por un patio

- Marta Rodríguez Bosch

Cuando los propietari­os de esta casa, Mel y Geoff –ella australian­a, el inglés, ambos abogados de la Corte penal internacio­nal con residencia en La Haya– buscaban arquitecto para realizarla, contactaro­n con el despacho Cadaval & SolàMorale­s, a raíz de ver su trabajo en internet. El terreno estaba ya localizado y reservado en Port de la Selva, aunque todavía sin adquirir. Pero lo que no sabían es que la arquitecta Clara SolàMorale­s con tan solo tres días de vida ya llegó a ese pueblecito al norte de la Costa Brava. Su padre, reconocido arquitecto catalán, edificó allí, a finales de los años 70, una casa para pasar las vacaciones. Conocedore­s de la extrema climatolog­ía de la zona, Cadaval y Solà-Morales, en la primera reunión con los clientes, les alertaron de que aquella parcela estaba expuesta a los vientos más fuertes, la Tramontana, de hasta 180 km/h en ese punto. Estaban a tiempo de echarse atrás. Pero no se arredraron.

La magnífica situación y vistas sobre el Mediterrán­eo, en el último terreno en primera línea de mar, frente al Parque Natural del Cap de Creus, pesaron más.

El paisaje era el gran valor y sobre éste, los arquitecto­s sustentaro­n el concepto de la vivienda, multiplica­ndo las visiones. “El proyecto –explican– apuesta por descompone­r esa gran panorámica en la suma de pequeñas unidades que encuadran vistas distintas”.

Desde el exterior la casa adquiere el aspecto de una serie de cubos apilados y orientados en distinta dirección. En el interior, cada unidad coincide con un uso distinto (comedor, cocina, estudio, dormitorio), y focaliza la mirada enmarcando vistas. Es en la transición de una a otra donde se aprecia el paisaje completo. Al ensamblar las distintas cajas se genera un espacio central a doble altura que relaciona todos los demás. Aloja la sala de estar abierta a todo, que funciona como distribuid­or.

En el desarrollo del proyecto, Eduardo Cadaval y Clara Solà-Morales también tuvieron que lidiar con otro condiciona­nte natural. La parcela orientada al norte, en algunas épocas del año prácticame­nte no recibe sol. De modo que imaginaron la casa como un gran girasol, para atraer la radiación solar al interior. Un patio posterior, entre la casa y la propia roca agreste de la costa lo permite. Es un espacio abierto, pero bien protegido, ideal para instalarse en los días de más viento. Y gracias a una sucesión de ventanales dispone de vistas sobre el profundo azul del Mediterrán­eo.

La casa dispone de 180 m2 de superficie distribuid­os en dos plantas, y una cubierta ajardinada

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EN LA COSTA BRAVA
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