Syriza y la modernización de Grecia
Las últimas elecciones griegas y la victoria de la coalición Syriza ha provocado una intensificación del debate europeo sobre las políticas de austeridad, sobre el papel de la llamada troika (UE, BCE, FMI), sobre la deuda y, en un sentido más amplio, en las posibilidades de supervivencia del euro como moneda común de un grupo de estados con grandes disparidades económicas y culturales y que no disponen de instituciones propias con competencias suficientes para intervenir eficazmente en su política económica. ¿De todos modos, es extrapolable la situación de Grecia a otros estados, en especial los que genéricamente conocemos como del sur o mediterráneos? ¿Qué singularidades presenta? ¿Puede reducirse el problema griego a un debate sobre los efectos de las llamadas políticas de austeridad impuestas por los países centroeuropeos? A menudo el debate mediático peca de una excesiva simplificación, cuando no de ignorar aspectos esenciales del fenómeno sin el conocimiento de los cuales es fácil condicionar las opiniones públicas.
Grecia representa aproximadamente el 2% del PIB de la zona euro, inferior a lo que representa el de Catalunya. Su renta per cápita ajustada a precio de compra era en el 2013 el 63% de la renta catalana. Su deuda pública equivalía al 175% del PIB (350.000 millones de euros), muy superior al de la media europea y al de estados como el español, que no llega con todo al 100% del PIB. ¿Cómo se llega a esta situación?
¿Es producto de las políticas de ajuste? En este sentido, hay que recordar que, como consecuencia de la crisis financiera del 2007, se detecta que el déficit público griego había sido manipulado y, en contra del 3,7% oficial, las autoridades griegas admitieron el año 2010 que alcanzaba el 12,7% del PIB. Este elevado nivel de déficit comportaba además que las finanzas públicas tenían un desequilibrio en el resultado primario (que no incluye el pago de intereses y servicio de la deuda). Es decir, los ingresos corrien- tes (impuestos sobre la renta, sociedades…) eran inferiores a los gastos corrientes (pagos a funcionarios, transferencias…) , con lo cual los créditos externos financiaban sistemáticamente déficit corriente y no inversiones. La contabilización de los intereses hacían imposibles la reducción del déficit y la devolución de los créditos y, en cambio, incrementaban la deuda externa.
En este contexto, la reticencia de los inversores parece lógica, así como la necesidad de reequilibrar el presupuesto y de obtener un superávit en el resultado primario. La reacción de los socios europeos ha sido financieramente importante. En este momento el 70% de la deuda griega proviene de los diversos fondos de la UE como el MEDE (Mecanismo Europeo de Estabilidad), del FMI y del BCE, circunstancia que introduce una particularidad a la hora de modificar su tratamiento ya que las instituciones mencionadas se nutren esencialmente de aportaciones de los estados y, por lo tanto, de la aportación de los contribuyentes europeos. Dicho en otras palabras, cualquier finiquito recaería sobre ciudadanos que, en algunos casos como es el del Estado español (26.000 millones de euros según el ministro De Guindos), están soportando también procesos de ajuste bastante intensos.
La debilidad recaudatoria que reflejan los presupuestos públicos griegos tiene unas causas que son aceptadas prácticamente por todo el mundo que conozca la realidad griega. La economía sumergida supera el 30% del PIB, hecho que se une a una baja disciplina tributaria, de forma que los niveles de evasión fiscal son muy elevados, con toda seguridad de los más altos de Europa.
Junto con la extensión del incumplimiento fiscal, la economía griega presenta otra característica como es el poder de una oligarquía, que, desde hace décadas, controla los principales sectores de la economía griega (navieros, constructores, bancos…) y que ejerce y perpetúa su influencia a partir de controlar los medios de comunicación. El poder de estas élites no ha disminuido durante la crisis, de forma que, a menudo a partir de las privatizaciones derivadas de los compromisos con las instituciones europeas y el FMI, el patrimonio en sus manos se ha incrementado notablemente. Su aportación a las arcas públicas es notorio que no se corresponde con su enorme capacidad económica. A pesar de la dificultad de tener información detallada hay cálculos que sitúan los depósitos de ciudadanos griegos en Suiza en una cifra equivalente al 70% de la deuda total.
La economía griega, basada en el turismo, en el sector armador y naviero y en un pequeño segmento industrial de pequeñas empresas, tiene en general una baja productividad, que no puede atribuirse al coste salarial sino a la falta de inversiones y de innovación. Gobiernos conservadores y social-demócratas han construido una administración y un sector público que controla cerca de 50% del PIB, a pesar de las privatizaciones de los últimos años. Es una economía muy regulada y burocratizada que comporta una administración sobredimensionada y que, en muchos casos, ocasiona barreras en la competencia e incita al clientelismo.
En este contexto la gran función de Syriza es modernizar la economía y la sociedad griega, llevándolas paradójicamente a un modelo fiscal y de utilización de los recursos públicos como el que rige en Europa. Modernizar la economía haciéndola más competitiva, tiene que servir de legitimación para pedir más colaboración en el tratamiento de la deuda. Situar la argumentación sólo en los efectos de los ajustes (austeridad) no creo que sea un buen camino y puede crear incomprensiones, con efectos políticos no deseados como el euroescepticismo, en otros socios europeos.
La economía sumergida supera el 30% del PIB heleno y los niveles de evasión fiscal son, con toda seguridad, de los más altos de Europa” Gobiernos conservadores y social demócratas han construido un sector público que controla cerca de 50% del PIB” La gran función de Syriza es modernizar Grecia, llevándola a un modelo fiscal y de utilización de recursos públicos como el que rige en Europa”