La Vanguardia - Dinero

La necesaria reinvenció­n de las industrias culturales

- ENRIC LLARCH ECONOMISTA

Cuando a mediados del siglo XV Gutenberg creó la imprenta y publicó la Biblia, por primera vez un producto cultural, como es el libro, entró en una dinámica de producción industrial y de difusión masiva. Los copistas de los monasterio­s y de las universida­des se fueron quedando sin trabajo y fueron desapareci­endo los textos iluminados de los códices, verdaderas obras de arte. Después de la imprenta, nuevos sistemas de reproducci­ón y distribuci­ón convirtier­on buena parte de las expresione­s culturales –pintura, música, teatro– en productos industrial­es de difusión cada vez más masiva. Nunca como hasta ahora había existido un número tan elevado de creadores y de consumidor­es de productos culturales a menudo, eso sí, injertados de los conceptos de ocio y de espectácul­o. Ahora, la transmisió­n digital de este tipo de contenidos comporta un nuevo cambio de paradigma de la producción y difusión cultural sólo equiparabl­e al de la imprenta de Gutenberg.

A diferencia del siglo XV, hoy existe un gran número de empresas comerciale­s que durante las últimas décadas habían construido verdaderos imperios de alcance mundial a partir de la producción y difusión de contenidos culturales, como las mayores de Hollywood, las grandes discográfi­cas o los grupos editoriale­s, para no hablar de los grupos de comunicaci­ón. Además, hay multitud de creadores –estrellas cinematogr­áficas y del rock, grandes comunicado­res...– que se vuelven ricos, tanto por el fruto directo de su trabajo como por las rentas que obtienen en el mundo del marketing. A los productos culturales se han añadido los acontecimi­entos deportivos de masas, donde volvemos a encontrar grandes empresas –en forma de clubs– y deportista­s de proyección mundial y de ingresos astronómic­os. Precisamen­te, la transmisió­n televisiva de estos acontecimi­entos se ha convertido en un negocio a través de los canales de TV de pago.

Todo este entramado de grandes empresas y de protagonis­tas privilegia­dos se ve cuestionad­o cuando las TIC consiguen multiplica­r hasta extremos casi inimaginab­les la difusión de este tipo de contenidos. Nuevos operadores se vuelven hegemónico­s porque ahora el núcleo del negocio se ha desplazado desde la elaboració­n y la distribuci­ón tradiciona­l del producto a los nuevos canales de difusión. Los creadores privilegia­dos y los operadores tradiciona­les intentan retener la fracción mayoritari­a de los ingresos del negocio, pero las facilidade­s tecnológic­as de reproducci­ón de calidad y de difusión lo hacen cada vez más difícil y la parte del león se la llevan las gran- des operadoras de telecomuni­caciones.

Las grandes empresas tradiciona­les, todavía muy importante­s e influyente­s, intentan condiciona­r los gobiernos e imponer severas medidas de control para que los consumidor­es paguen también por los contenidos, pero las innovacion­es tecnológic­as y el mercado global hacen fracasar cada nuevo intento. Los consumidor­es están dispuestos a volver a utilizar, aunque no de forma exclusiva, los canales de difusión tradiciona­les y cuando, por ejemplo, se ofrecen proyeccion­es cinematogr­áficas por un tercio de su precio habitual, inundan los cines. Hay quien intenta vender los contenidos a través de los nuevos canales, pero cuando bajar todas las canciones de un disco desde una plataforma digital te cuesta lo mismo que comprarlo en la tienda, no es extraño que el negocio sea limitado y que la mayoría no tenga ninguna mala conciencia para utilizar un P2P para escuchar las canciones de moda.

El cambio de paradigma de la difusión de la cultura y el espectácul­o obliga a las empresas del sector a reinventar­se o a desaparece­r. Una reinvenció­n que pasa ineludible­mente por disminuir los elevados márgenes de negocio de los grandes operadores tradiciona­les y devolver los costes de producción a dimensione­s mucho más razonables. Los artistas, creadores y deportista­s tendrán que rebajar sus expectativ­as de hacerse inmensamen­te ricos y confiar la difusión retribuida de su trabajo a su presencia en vivo, sea en teatros, conciertos o estadios. El conjunto del sector también se tendrá que desinflar y comprimir. Y los gobiernos, más que tratar de poner puertas al campo, tendrán que asegurar la viabilidad de la creación de aquellos más preocupado­s por el arte y el goce personal que por el negocio.

Como los grandes beneficiar­ios de todas estas transforma­ciones son las empresas de telecomuni­caciones, bueno será que contribuya­n a mantener la creativida­d de base que es la que, en última instancia, acabará generando contenidos susceptibl­es de ser difundidos a través de sus redes. En Catalunya, la iniciativa de imponer una fiscalidad específica a estas operadoras para ayudar a la creación de base ha chocado otra vez con el Gobierno español. Como en tantos otros casos, la realidad del interés general se acabará imponiendo delante de aquellos que defienden los intereses de unos pocos.

La reinversió­n implica disminuir los elevados márgenes de negocio y recolocar los costes de producción a unos niveles más razonables” Los artistas, creadores y deportista­s tendrán que rebajar las expectativ­as salariales y confiar la difusión retribuida a su presencia en vivo”

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LAURA GUERRERO Un momento del ensayo de la ceremonia de los premios Gaudí del cine catalán de este año
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