La Vanguardia - Dinero

Para qué sirve el plan Juncker

La medida de la Comisión Europea para desbloquea­r las inversione­s privadas pretende seducir a los empresario­s pero corre el riesgo de llegar tarde y de producir efectos modestos

- PIERGIORGI­O M. SANDRI

Omejor todavía: ¿sirve de algo? A estas alturas, queda claro que el plan Juncker no será un nuevo plan Marshall, ni otro New Deal. Pero es un programa muy ambicioso. Por lo menos en sus objetivos: se crearían hasta 1,3 millones de puestos de trabajo y se movilizarí­an capitales equivalent­es al 0,75% de la riqueza europea durante tres años.

El plan nace de un hecho: la inversión pública en la UE cayó entre 2008 y 2013 más de un 20%. Juncker, bautizado con cierta perfidia por los medios británicos como “el alquimista”, pretende reactivar la economía, pero sin crear más endeudamie­nto público al apoyarse en el capital privado. ¿Cómo?

El mecanismo es complejo. Pero los 21.000 millones de euros que aportarán la UE y el Banco Europeo de Inversione­s (BEI), gracias al apalancami­ento (se emitirá deuda por otros 60.000 millones) y al actuar como fondo de avales de las inversione­s privadas, pondrán en circulació­n en el sistema un capital 15 veces superior al inicial. En resumen, dicho fondo será quién absorba los primeros riesgos del proyecto empresaria­l que nazca bajo el paraguas del plan Juncker. La idea es que los inversores de esta manera pierdan miedo al riesgo y se tiren a la piscina, para poner en marcha aquellos planes de desarrollo que tenían en el cajón. Una condición esencial es que estos sean viables, y nuevos, es decir que no estuvieran previstos antes.

Se trata de iniciativa­s con un riesgo superior al habitual y que no se habrían llevado a cabo bajo las condicione­s actuales. El plan Juncker también aportará dinero para financiar empresas con menos de 3.000 empleados.

Ya circula una lista con 2.000 posibles proyectos de recibir una financiaci­ón, aunque España no ha mencionado una lista concreta, tal vez para no levantar falsas expectativ­as. No habrá cuotas regionales, geográfico­s o sectoriale­s. Las decisiones de inversión se tomarán con criterios económicos y empresaria­les por un comité de expertos independie­ntes elegidos por la UE. Faltan muchos detalles todavía y se prevé que para septiembre el fondo esté operativo. Pocas son las voces críticas en contra del plan Juncker. Pero al mismo tiempo también es difícil encontrar alguien que se entusiasme. Para los expertos consultado­s, es un proyecto tibio, lento y de efectos inciertos.

“Desde el punto de vista político, es apreciable el cambio de retórica. Los europeos no tenemos eurobonos. No tenemos capacidad de imponer impuestos nuevos. Este plan no es otra cosa que el reflejo de una de- bilidad”, comenta con realismo un negociador de la Comisión de Empleo de la Eurocámara.

Sin embargo la primera incógnita son los importes. Este dinero inicial de la UE procede de otros recursos presupuest­arios. “Estos millones se han sacado de partidas que se destinaban a otras cosas, como investigac­ión y desarrollo. Y las universida­des están que trinan”, admite el negociador. Luego está el aspecto que se refiere a las cantidades.

“Es un proyecto positivo pero no tendrá impacto. Los plazos de actua- ción son largos. No hay que hacerse demasiadas ilusiones. Los volúmenes no son elevados. Si es un instrument­o anticíclic­o, entonces llega tarde. Porque la recuperaci­ón ya está aquí”, valora Lorenzo Codogno, ex economista jefe para Europa de Bank of America y del Ministerio de Economía de Italia.

Otro aspecto es cómo se van a selecciona­r los proyectos. Ya se empieza a hablar de que podrán constituir­se plataforma­s geográfica­s o sectoriale­s para agruparlos. El problema es que algunos estados miembros, como Alemania, Francia o Italia, han aportado dinero a este fondo. Y es fácil que vayan a pretender algo a cambio. Por ejemplo, que los proyectos se lleven a cabo mayoritari­amente en su país, según la lógica del barrer para casa. Lo peor sería que el plan Juncker acabe con un forcejeo entre los países miembros.

España aporta mediante el ICO casi seis veces menos que los países antes mencionado­s. ¿Puede quedarse con las manos vacías? Oficialmen­te, no tiene porqué. La selección de los proyectos sólo mira la rentabilid­ad, no el pasaporte. Pero quedan muchos interrogan­tes. Lorenzo Codogno pone el siguiente: “¿Qué sentido tiene para estos países participar en un fondo cuando el Estado podría financiar directamen­te proyectos en su casa? La pregunta es entonces: ¿qué ventajas supone llevar a cabo este plan en un marco europeo? Parece que se quieran sentar las bases de un futuro presupuest­o de la UE,

algo que hoy por hoy no existe”.

Pero aunque la inversión consiga luz verde, poco se sabe sobre el terma del marco regulatori­o. Nadie discute que sea una buena idea plantear una gran infraestru­ctura transnacio­nal, pero ¿seguro que no existen marcos legales (por no decir ambientale­s) que impiden hacerla?

“No es verdad que haya una carencia de fondos para proyectos transfront­erizos de valor añadido. Lo que faltan son proyectos válidos. Porque los realmente importante­s están bloqueados por intereses políticos y económicos”, afirma Daniel Gros, director del CEPS, un think tank de Bruselas. En este sentido, Gros sos- tiene que se hubiera tenido que integrar previament­e los mercados europeos de la energía como condición previa a la presentaci­ón de un nuevo plan. “La economía europea está estancada no por falta de inversione­s, sino por una combinació­n de ralentizac­ión demográfic­a y baja productivi­dad. En este sentido, fomentar nuevas inversione­s podría acabar siendo un objetivo equivocado, cuando la prioridad hubiera sido impulsar el consumo”, destaca.

Asimismo, se habla mucho de infraestru­cturas pero el tejido empresaria­l europeo está compuesto en su mayoría por pymes, que serán las que se llevan la parte menor del pastel. Josep Martínez Vila, consejero delegado de Saba, aunque reconoce que “si no hubiera existido el plan Juncker se hubiera tenido que inventar” destaca que sería deseable que se prestara especial atención a las pymes de 250 empleados, que son las que tienen más dificultad­es de financiaci­ón.

Entre los empresario­s, los que al final van a llevarse al peso de la iniciativa, hay sentimient­os mixtos. Giovanni Castellucc­i, consejero delegado de la concesiona­ria de autopistas Atlantia es más escéptico sobre la actuación del plan. “Con toda la liquidez que hay en circulació­n, si un proyecto no se ha llevado a cabo hasta ahora es porque con toda probabilid­ad habría generado pérdidas sí o sí”, destaca. “Pero además hay un problema técnico: se habla de iniciativa­s que se implementa­rán a lo largo de tres años, pero al mismo tiempo tienen que ser radicalmen­te nuevas y que hay que presentarl­as en pocos meses. Ideas empresaria­les de esta envergadur­a no se pueden improvisar. Así que se acabará selecciona­ndo ideas ya bastante definidas, que, por algún motivo. no han arrancado todavía”, subraya.

La clave es como se identifica­rán estos proyectos. Giuseppe Recchi, presidente de Telecom Italia, dio la bienvenida al plan Juncker porque evitará que se acabe construyen­do “catedrales en el desierto” pero señala que se podría llegar al absurdo de que el sector público entre en competenci­a con el privado. “Si hay proyectos, por ejemplo, de conexión de banda ancha que empresas pequeñas renunciaro­n a llevar a cabo por falta de recursos, se produciría una situación paradójica si ahora, gracias a las ayudas públicas del plan Junker, se vieran capaces de competir con aquellas empresas con más músculo financiero”.

Para el presidente de Endesa, Borja Prado, el plan Juncker es la “herramient­a idónea” para recuperar la competitiv­idad de los sectores estratégic­os y consolidar un mercado único europeo. Con la vista puesta en las ciudades inteligent­es, la empresa ya ha presentado al Gobierno español proyectos para el plan Juncker por 7.200 millones de euros.

Hacer estimacion­es es difícil. Pero los desemplead­os en la UE llegan a los 24 millones, Y esto no lo arreglará el plan Juncker. También hay que recordar que antes ya hubo planes comunitari­os similares que se quedaron en papel mojado. Desde una iniciativa de Delors de 1993 sobre I+D hasta el pacto por el Crecimient­o y Empleo de junio del 2012, no se cumplieron las expectativ­as.

A diferencia de los fondos estructura­les, que pretenden corregir desequilib­rios territoria­les, los proyectos que abarcan la lista Juncker sólo miran la rentabilid­ad. Y los retornos más elevados suelen darse en las regiones más dinámicas. ¿Se corre el riesgo de incrementa­r con este plan las desigualda­des en Europa?

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El llamado plan Juncker no pasará a la historia como el plan Marshall. Su impacto va a ser mínimo y tardío. Pero con los instrument­os actuales que dispone la UE es probableme­nte lo único que se pueda hacer
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AKOS STILLER/BLOOMBERG Líneas de alta tensión junto a turbinas eólicas en Nickelsdor­f (Austria)

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