Quien resiste, gana
Los barones del PP pierden los nervios al comprobar que la mejora económica no se convierte en votos
Mariano Rajoy considera que el único camino que tiene es el de mantenerse firme en la senda marcada hasta ahora
MARIANO GUINDAL
“Lo obvio es lo real” y para Mariano Rajoy lo más importante hoy es asentar la recuperación de la economía. En su opinión, esta es la mejor opción, por no decir la única, para que el PP gane las próximas elecciones generales. Sin embargo, hasta el momento no le está dando los resultados esperados a pesar de que el Indicador de Sentimiento Económico se sitúa en el punto más alto desde hace catorce años.
Los ministros están desmoralizados, pese a que aún mantienen la esperanza de que existe un voto oculto que antes o después acabará aflorando. Los datos macroeconómicos no pueden ser mejores. El propio Luis de Guindos reconoce en privado que no se podía imaginar lo que está pasando: el PIB crece a un ritmo del 3%; se podrá terminar el ejercicio con la creación de 800.000 empleos netos; la tasa del desempleo en junio se situará por debajo de la que había dejado Rodríguez Zapatero en noviembre de 2011; los tipos de interés cerca del 1%: “Si esto me lo hubiesen dicho hace tres años, cuando estábamos a punto de ser intervenidos y la fuga de capitales superaban los 250.000 millones no me lo hubiera creído”.
Pero esta mejoría económica no se traduce en votos. De he- cho, el partido gubernamental cada vez va peor. Los sondeos que maneja la Moncloa no dejan lugar a dudas: el PP obtendría hoy en torno al 30% de los votos, por lo que lograría unos 135 escaños, lo que supone perder más de 50. Podemos estaría en el rango del 25%, lo que le daría algo más de 90 escaños, mientras que el PSOE se quedaría en el entorno del 20%, por lo que obtendría unos 75, mientras que Ciudadanos al no llegar al 10% se quedaría con unos 12. “De mantenerse la situación se necesitarían al me- nos tres fuerzas políticas para formar Gobierno, lo que provocaría una gran inestabilidad que pondría en peligro lo que se ha conseguido con tanto sacrificio”, aseguran en los círculos del poder.
Pero ¿por qué?, se preguntan. Las respuestas son múltiples: la recuperación aún no le está llegando a la mayoría; aún hay muchos parados; todavía no se ha rematado la limpieza de la corrupción; hay un déficit político; falla la comunicación; los ciudadanos están cabreados por el sacrificio del ajuste; la subida de impuestos; la rebaja de salarios...
Probablemente sea un poco de todo o simplemente estamos ante la misma razón que hizo que Winston Churchill perdiera las elecciones en 1945 frente al laborista Clement Attlee tras haber ganado la II Guerra Mundial, después de prometer su célebre: “Sangre, sudor y lágrimas”.
Ante esta disyuntiva, Rajoy considera que el único camino que tiene es el de mantenerse firme en la senda marcada. Es una fórmula que le ha dado siempre buenos resultados. Cuando todo el mundo le presionaba para que pidiese el rescate lo que hizo fue dejar de leer los periódicos, no coger el teléfono y fumarse un puro. Hasta Emilio Botín le pidió que tirase la toalla. Lo mismo hizo cuando perdió las elecciones en el 2004 y en 2008 frente a Zapatero. Sin olvidar como consiguió ser el sucesor de Aznar frente a Rato o Mayor Oreja cuando sobre el papel era el candidato que tenía menos probabilidades. En España, como decía Camilo José Cela, “quien resiste, gana”.
Por tanto, el presidente no tiene la menor intención de aflojar en la reducción del déficit público, que para el año que viene hay que limitar al 3% frente al 4,2% del PIB previsto para el presente ejercicio. Como dice en privado uno de sus principales colaboradores: “no tiene sentido tomar medidas populistas como nos reclaman algunos barones del partido, porque para eso ya están otros. Nuestra fortaleza está precisamente en el rigor y en la pre- visibilidad. Mariano Rajoy es un hombre muy previsible y esa es la carta que tenemos que jugar aunque los nuestros nos digan que vamos con orejeras”.
Sin embargo, esta voluntad de hierro se puede quebrar si el 24 de mayo el PP sufre una nueva derrota como la de Andalucía (como todo hace prever). Eso significaría que miles de altos cargos municipales y autonómicos se quedarían en paro, lo que incrementaría el malestar ya existente en el partido conservador. Pero a pesar de ello a Rajoy no le queda más remedio que mantener la política del rigor, aunque pueda hacer algún guiño a sus votantes.
De hecho, un debilitamiento del bipartidismo como pronostican las encuestas en favor de los nuevos partidos emergentes, les podría venir muy bien de cara a las generales. Previsiblemente producirá un fuerte desbarajuste a la hora de formar mayorías, tanto en los ayuntamientos como en las CC.AA. Eso permitiría visualizar los efectos negativos de la inestabilidad política, lo que inclinaría el voto de los indecisos a favor de los partidos tradicionales.
Si, además, Artur Mas cumple su compromiso de celebrar las elecciones catalanas el 27 de septiembre y el resultado es favorable a los partidos independentistas y de la izquierda radical, el sentimiento de desbarajuste sería mayor y podría funcionar el llamado “voto del miedo”.
A eso juega Rajoy y hay quien mantiene que le puede salir bien la jugada.