La Vanguardia - Dinero

¿Bienvenido míster Marshall?

- ALBERT CARRERAS SECRETARIO GENERAL DEL DEPARTAMEN­TO DE ECONOMÍA Y CONOCIMIEN­TO

Después de la Segunda Guerra Mundial España no pudo participar en el Plan Marshall. Su posicionam­iento político se lo impedía. La riada de prosperida­d que representó el Plan Marshall para Europa quedó fijada en el imaginario popular. En España, la ausencia del Plan Marshall fue un fracaso doloroso del régimen del General Franco. La película de Berlanga recordaba, en tono irónico, la ausencia española. Míster Marshall no se detenía en el pueblo que tanto lo esperaba, pasaba de largo.

Desde que el 7 de noviembre la Conselleri­a d’Economia y Coneixemen­t de la Generalita­t recibió la petición del Ministerio de Hacienda y Administra­ciones Públicas de hacerle llegar una lista de proyectos para cumplir con la petición de la task for

ce creada por la Comisión Europea para identifica­r necesidade­s de inversión, hemos estado dudando si la historia se repetiría y diseñando como evitarlo.

En sólo cinco días (incluidos dos de fin de semana) se tenía que llenar un formulario detallado con una lista de proyectos de inversión claves, que tenían que cumplir una serie de condicione­s: inversión mínima de un millón de euros, ser económicam­ente viables, que se pudieran empezar a ejecutar antes del 2018, que tuvieran inicialmen­te barreras financiera­s o regulatori­as que dificultar­an su realizació­n, con especial énfasis en proyectos privados y en colaboraci­ones público-privadas, en sectores que fomentaran la productivi­dad, la competitiv­idad, el crecimient­o sostenible y el empleo. La hoja de solicitud se acompañaba de una lista de sectores elegibles.

La rápida movilizaci­ón técnica cristalizó en una lista de 185 proyectos con una inversión global de 16.000 millones de euros. Una lista que habrá que ir modificand­o sensibleme­nte a lo largo del tiempo a medida que se vayan concretand­o las muchas incertidum­bres que todavía hay sobre el plan, con el objetivo de optimizar los recursos a los que Catalunya puede tener acceso. Mientras, la lista de proyectos permanece abierta a todas las iniciativa­s que puedan llegar desde el sector privado catalán, incluyendo las pymes.

El presidente Jean-Claude Juncker ha desplegado una intensa actividad para impulsar su plan de inversione­s. Ha conseguido que todo el mundo hablara del Plan Juncker. Desde el Gobierno de Madrid, ninguna reacción. Un mutismo profundísi­mo que no augura la defensa de los intereses de Catalunya. Desde Bruselas la atención está puesta en cómo se pondrá en marcha el Plan. Las incertidum­bres todavía son muchas pero la Comisión Europea ya ha presentado una propuesta de Reglamento para la creación de un Fondo Europeo para Inversione­s Estratégic­as, que se prevé aprobar y poner en marcha en verano del 2015. No habrá una distribuci­ón previa de recursos ni por países ni por sectores. Los proyectos serán escogidos por un comité de expertos independie­nte, en base a criterios técnicos y no políticos. Se creará una Reserva europea de proyectos de inversión y un Centro europeo de asesoramie­nto a la inversión, para hacer más visibles y más atractivas las oportunida­des de inversión existentes en la UE y atraer así en los potenciale­s inversores...

El Plan Juncker pretende movilizar una inversión de como mínimo 315.000 millones de euros, pero sólo 21.000 serían aportacion­es comunitari­as (16.000 millones en forma de garantías con cargo al presupuest­o de la UE y 5.000 millones de aportacion­es del Banco Europeo de Inversione­s). El resto de recursos los tendría que aportar principalm­ente el sector privado. El presidente Juncker quiere obtener los 16.000 millones que aportaría el presupuest­o de la UE de ahorros a realizar en otros planes como los de investigac­ión e innovación, lo que ha causado la alarma al Parlamento europeo: ¿se quiere potenciar la inversión física en detrimento de la inversión en capital humano? Eso iría en contra de todo lo que sabemos que se tiene que hacer para promover crecimient­o y competitiv­idad.

La movilizaci­ón frenética inicial de proyectos que el Estado nos pidió a las comunidade­s autónomas no generó una lista combinada de todas ellas presentada por el Estado a la Comisión Europea. Al contrario, el Gobierno español, a diferencia del resto de países europeos, no presentó una lista detallada de proyectos. Simplement­e una única hoja con un cuadro resumen por sectores, con una inversión global a ejecutar en el periodo 2015-2017 por importe de 53.000 millones, sin que se haya podido averiguar si en este cuadro están o no incluidos, total o parcialmen­te, los proyectos presentado­s por las comunidade­s autónomas. La impresión de que jugamos en campo contrario se refuerza cuando el Gobierno del Estado que nos tendría que defender como motor económico actúa con criterios dudosos y opacidad.

El Govern de la Generalita­t trabaja en mejorar y reforzar la selección de proyectos públicos, privados o público-privados con la evaluación económico-financiera y el análisis coste-beneficio. Se trata de escoger los más atractivos de cara a las exigencias de la Comisión Europea y de recibir todas las propuestas y ayudar en que los mejores proyectos se impongan en los procesos selectivos europeos por su valía, cuenten o no con el apoyo político del gobierno español.

Los procedimie­ntos de selec- ción que hasta ahora se han diseñado ofrecen esperanzas que los mejores proyectos ganarán. Nos estamos preparando para poder ofrecer los proyectos más atractivos, mejor estudiados y más sintonizad­os con los principios que quiere impulsar la Comisión Europea. Eso implica huir de las considerac­iones estrictame­nte políticas y reforzar las considerac­iones técnicas de calidad de las inversione­s, que son las que nos pueden permitir ganar.

Una economía como la catalana, empresaria­lmente densa y dinámica, que está funcionand­o con todo tipo de limitacion­es por falta de inversione­s apropiadas, podrá -estamos convencido­s– presentar proyectos atractivos a escala europea. Trabajamos para ganar el desafío, para evitar que míster Juncker pase de largo.

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OLIVIER HOSLET / EFE El presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker
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