La Vanguardia - Dinero

La torre Agbar

- ENRIC LLARCH ECONOMISTA

La torre Agbar ha protagoniz­ado la principal polémica sobre el conjunto de proyectos hoteleros frenados temporalme­nte por la moratoria sobre nuevos alojamient­os turísticos impuesta por el Ayuntamien­to de Barcelona. Una moratoria que debería tener como objeto declarado repensar el crecimient­o deesta oferta para no incrementa­r la carga turística que soportan determinad­as zonas de la ciudad y para extender los efectos beneficios­os del tu- rismo a otros lugares. Si a pesar de todos los esfuerzos, sobre todo a corto plazo, es muy difícil redistribu­ir por la ciudad los lugares que merecen el interés de los turistas, es másfácil y tenemos más margen para esponjar los puntos donde se alojan estos turistas.

Aunque es difícil objetivar cuando una zona está saturada de presencia turística, hay que encontrar una metodologí­a que no deje este criterio a impresione­s personales, siempre subjetivas, que son fácilmente cuestionab­les cuando se trata de casos menos obvios. ¿Está saturada la zona del cruce entre paseo de Gràcia y la Diagonal? ¿Aparte de la barbaridad que representa hacer recrecer el rascacielo­s del Deutsche Bank, sería razonable transforma­r el uso actual de oficinas del inmueble en oferta hotelera?

A pesar de la evidente urgencia para evaluar la máxima carga turística que pueden soportar los diferentes sectores de la ciudad y, por lo tanto, si hay margen y qué margen hay para que puedan acoger nuevos alojamient­os, no se ha hecho público aunque no haya ningún estudio en curso ni qué criterios y qué metodologí­a se aplicará para elaborarlo. Esperemos que los servicios técnicos del Ayuntamien­to se estén apresurand­o y, una vez acabado el estudio, sus resultados y recomendac­iones sean discutidos y consensuad­os con todo el mundo, siguiendo la doctrina que el actual gobierno proclama continuame­nte.

En todo caso, el comportami­ento del fondo de inversión propietari­o de la torre Agbar durante las últimas semanas desgraciad­amente parece que da la razón a todos aque- llos que reprochan a los anteriores gobiernos municipale­s una complacenc­ia exagerada con todos aquellos que quieren hacer negocio con Barcelona. Agbar ahora dice quesólo es una compañía de aguas y que, pasados sólo diez años, considera que no le hace falta un inmue- ble tan singular como la torre de Jean Nouvel. Quizás la tendencia de los últimos años de municipali­zar el servicio de aguas en las grandes capitales europeas comporta la necesidad de un perfil más discreto y de menor ostentació­n por parte de las compañías concesiona­rias de este servicio público.

Pero si con las plusvalías obtenidas la operación es redonda para los propietari­os de la torre, es Emin Capital quien hace el principal negocio. Porque quien ha comprado la torre no es un operador turístico que quiera ganarse la vida explotando la nueva oferta de alojamient­o, sino un simple intermedia­rio financiero que promueve el cambio de usos, compra, remodela y vende o alquila el edificio a una de las pocas y selectas grandes cadenas hoteleras internacio­nales que toda---

Más que una inversión hotelera, la compravent­a y el cambio de uso de la torre Agbar de Barcelona es una operación especulati­va”

vía no están presentes en la ciudad.

Aunque los tipos de interés sean bajos, el retraso del proyecto disminuye la rentabilid­ad –el lucro cesante– de la operación para este intermedia­rio financiero y de aquí los juegos de manos y las amenazas. Porque no puede tildarse de otra forma la advertenci­a de que la torre dejaría de iluminarse para que, en una operación de centenares de millones, no se pueda asumir el coste demantenim­iento queesocomp­or-

El retraso del proyecto disminuye la rentabilid­ad de la operación para el intermedia­rio financiero y de aquí los juegos de manos y las amenazas”

ta durante los meses de moratoria. Todo, con las plusvalías de los unos, la intermedia­ción financiera de los otros y la reducida oferta potencial de edificios que reúnan la doble condición de icono de alta capacidad, más que de una inversión hotelera, estamos hablando de una operación especulati­va.

Todo eso, sin embargo, no cuestiona necesariam­ente la idoneidad de una oferta hotelera singular en la plaza de las Glòries, aunque funcionalm­ente –y los de Agbar ya lo saben– una planta de un diámetro tan pequeño para unedificio tan alto no sea la mejor manera de optimizar el espacio y articular los flujos internos. Jean Nouvel se ha quejado repetidame­nte del insuficien­te mantenimie­nto que se hacía de la cubierta exterior de la emblemátic­a torre. Espera que los nuevos ocupantes tengan al menos la sensibilid­ad suficiente para mantener el edificio en las condicione­s que su carácter de icono de Barcelona requiere.

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