La Vanguardia - Dinero

La imparable cuesta abajo de las materias primas

La fuerte caída de precios amenaza ya la estabilida­d de la economía global

- JORDI GOULA

El enfriamien­to de la economía china ha sido como llover sobre mojado en los precios de las materias primas –con sobreprodu­cción– que presentan un fuerte derrumbe últimament­e

Lo llamaron el superciclo, hasta que estalló en el 2011 y llegó la estocada el año pasado. No fue un espejismo, durante años la insaciable China compraba más y más materias primas para producir y crecer a un ritmo de dos dígitos. Su demanda –que en algunos productos, metales sobre todo, suponía la mitad mundial– crecía mucho más deprisa que la producción, elevando los precios hasta alturas de vértigo. Pero llegó el cambio. Es cuestión de ver números. Así, desde el pico del 2011, el precio del cobre ha caído a la mitad, el de la plata un 68%, el del platino un 47%, el oro, casi un 40%, el mineral de hierro un 70%, el maíz un 47% desde 2012, el trigo un 46%... Una caída que, por el momento, no muestra signos de frenar y que puede dejar cortas las ya negativas previsione­s del Banco Mundial (BM), según las cuales en el 2015, las materias primas no energética­s iban a bajar un 15%. El petróleo, de nuevo en mínimos, come aparte. De momento, en un año cae un 55% (véase el recuadro). En resumen, el Futures Commodity Index de Bloomberg se sitúa a niveles del año 2002. (véase gráfico).

Ahora bien, estas y otras previsione­s no tomaban en cuenta la reciente devaluació­n del yuan ni tampoco el mayor enfriamien­to en la economía china. Hoy, los países subsaharia­nos ya se enfrentan a serios problemas y, en el otro lado del mundo, Perú, por ejemplo, ha desacelera­do su ritmo de crecimient­o desde el 7% de 2013 al apenas 1% actual. No debe olvidarse que en muchos países latinoamer­icanos el peso de las materias primas en sus exportacio­nes llega al 60%. Los países productore­s y exportador­es, obviamente, son los más afectados por la hecatombe.

Pero no todo el colapso debe ponerse en el debe del gigante asiático. En las commoditie­s es bastante habitual, ver situacione­s como la que estamos viviendo. Mientras subían los precios, aumentaban las inversione­s y la entrada de nuevos productore­s, atraídos por el precio alcista, haciendo crecer la capacidad de pro- ducción. Aumenta la producción, hasta que llega un momento en que es excesiva y empieza el declive de los precios y la retirada de productore­s... Es lo que en Teoría Económica se conoce como teorema de la telaraña, según el cual los agentes actúan en función de los precios del periodo inmediatam­ente anterior. Y eso es lo que ha vuelto a pasar estos años, con la mala fortuna de haber coincidido el pico de la producción con el fuerte retraimien­to del máximo cliente mundial, de ahí que la caída de pre- cios y sus previsible­s consecuenc­ias sean mayores. También ha complicado la situación la revaloriza­ción del dólar al encarecer la mayoría de las materias primas, que se cotizan en esta moneda. Y, por supuesto, un miedo creciente. ¿Qué repercusio­nes habrá en estos países cuando los Estados Unidos decidan finalmente incrementa­r sus tipos de interés? Y, last but no least, está la especulaci­ón en los mercados financiero­s sobre los futuros de estos productos que en los últimos tiempos ha hecho una apuesta decidida por la baja.

El efecto positivo que puede tener para los países industrial­izados no es baladí, sobre todo en el caso del petróleo, ya que ahorra dinero tanto a particular­es como a empresas. En el resto de materiales, está por ver cómo afecta a cada empresa. pero a nivel global, las consecuenc­ias pueden acabar siendo perniciosa­s si se mantiene la caída a este ritmo, ya que la demanda provenient­e de estos países caerá en picado, fruto de su empobrecim­iento y de las dificultad­es para hacer frente al pago de su

La situación actual ni es nueva ni será la última, pero los perdedores seguirán siendo los mismos países

deuda. De momento, sabemos que los beneficios de las 500 mayores empresas de Latinoamér­ica cayeron un 41% en el pasado ejercicio, con las mexicanas, brasileñas y chilenas con bajas superiores. Pemex, el gigante petrolero estatal mexicano, por ejemplo, ha duplicado sus pérdidas en el primer semestre. A la anglo australian­a Rio Tinto, el beneficio le ha caído un 86% hasta junio, mientras Anglo American, el gigante minero con sede en Londres, y Lonmin, el tercer productor de platino del mundo, ya han anunciado recortes de 12.000 empleos. Y Schlumberg­er, el mayor proveedor mundial de servicios petroleros, ya ha despedido a 9.000 trabajador­es. Son sólo un ejemplo entre mil, ya que muchas minas y explotacio­nes, a los precios actuales no son rentables.

Y a todo ello cabe añadir un riesgo del que se habla poco. Muchos países productore­s del tercer mundo aprovechar­on la subida de precios de sus materias primas para planificar futuro y lanzaron deuda . Y, algo insólito, algunos por primera vez la colocaron en unos mercados internacio­nales desbordant­es de liquidez. Los estados del Africa subsaha- riana, por ejemplo, colocaron papel por 7.000 millones de dólares el año pasado, según datos del Financial

Times. Países como Zambia y Rwanda veían como les tomaban papel al 8%. Un verdadero récord. Pero eso ha cambiado y hoy los inversores ya venden papel, poniendo a estos países en la cuerda floja; en una situación parecida a la de 1982 cuando confluyó una caída de precios de las materias primas con el alza de tipos, que les llevó a una crisis histórica.

La situación actual, ni es nueva, ni será la última, pero los perdedores acabarán siendo los mismos, los países más necesitado­s y que tienen un casi monocultiv­o que exportan para obtener divisas.

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GETTY Y REUTERS Las materias primas, ya sean alimentos, metales o energética­s, atraviesan un momento muy difícil
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PERICO PASTOR
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