La Vanguardia - Dinero

Francia no avanza con la ‘macronomic­s’

Pese a las reformas emprendida­s, la economía del país vecino apenas crece, cede la demanda interna y la tasa del paro sigue por encima del 10%

- Enric Bonet

El ministro Macron simboliza la aceptación de las directrice­s de Bruselas de priorizar el rigor presupuest­ario y una política de oferta basada en exportar.

Atractivo, muy rico y enarca. Emmanuel Macron, de 37 años, no es sólo el yerno que cualquier suegra desearía, sino el hombre que eligió el presidente francés François Hollande para impulsar el crecimient­o económico en Francia y modernizar el socialismo francés. Fue nombrado ministro de Economía el 26 de agosto de 2014 y aceptó el cargo con la única condición de: “¿podré hacer reformas?”. Casi un año después, Francia se está reformando, pero su balance aún deja mucho que desear: una demanda interna deprimida, un débil crecimient­o del 0,8% del PIB ( 0% en el segundo trimestre) y una tasa de paro superior al 10%.

“Queremos preservar el modelo social francés, y nuestra política nose hará en detrimento de los asalariado­s. Pero reconocemo­s la necesidad de tener un motor económico. Y este motor, es la empresa”. Estas declaracio­nes en el diario digital francés Me- diapart, en una de sus primeras entrevista­s en 2013, reflejan el motivo principal de la elección de Macron: ser un hombre business friendly.

Antiguo banquero de Rothschild, Macron simboliza la aceptación francesa de las directrice­s de Bruselas de priorizar el rigor presupuest­ario y una política económica de la oferta basada en las exportacio­nes. Unos principios distantes a los de su predecesor en el cargo Arnaud Montebourg, hombre destacado del ala izquierda del Partido Socialista y partidario del “Made in France”. Su destitució­n en favor de Macron acentuó las divisiones entre los socialista­s franceses, que desde entonces conviven con el riesgo de implosión.

La contestaci­ón social ha caracteriz­ado el primer año de Macron como ministro de Economía. La mayoría de las críticas han ido dirigidas contra la ley popularmen­te conocida como ley Macron, que fue aprobada el 10 de julio por decreto, sin contar con la votación parlamenta­ria. Conmásde 300 artículos, esta pretende liberaliza­r aspectos tan variopinto­s de la economía francesa, como la apertura dominical de los comercios (se amplía de 5 a 12 domingos cada año), el transporte en autocar o las profesione­s reglamenta­das, como los notarios o los farmacéuti­cos. Unas medidas liberales que son compensada­s con guiños a la izquierda, por ejemplo, al reducir el precio de las gafas o del carnet de conducir.

“No se trata de verdaderas reformas, ya que afectan cuestiones menores”, explica el economista Jacques Sapir, director de estudios en la École des Hautes Études en Sciences Sociales (EHESS) de París. Estas palabras ponen en duda las previsione­s optimistas del gobierno de Manuel Valls, que espera crear 100.000 empleos sólo con la apertura dominical. Sapir advierte, sin embargo, que esta ley incluye una “serie de medidas menos polé- micas que están reduciendo el peso del derecho laboral francés”.

La ley Macron reduce las indemnizac­iones por los despidos improceden­tes –sólo el 2,5% del total. Aunquetien­e unalcance menor, esta medida representa un precedente sintomátic­o de “una futura reforma laboral” y esto explicaría “la gran contestaci­ón de los sindicatos ante asuntos menores, como el transporte en autocar”, declara Sapir. La Asamblea Nacional francesa aprobó el 23 de julio la ley Rebsamen, que establece cambios ligeros en las negociacio­nes entre empresario­s y representa­ntes sindicales, reduciendo, por ejemplo, de 17 a 3 los capítulos de diálogo social anual. Estos cambios superficia­les no atienden las recomendac­iones de la Comisión Europea, que pide a Francia que emprenda una profunda reforma laboral, siguiendo el ejemplo de España o Italia. Unas medidas que incluso podrían afectar algunos de los tótems del derecho laboral francés, como la jornada laboral de 35 horas semanales.

Esta reforma laboral reduciría el coste salarial de las empresas con el objetivo de favorecer las inversione­s privadas y la creación de empleo. Para incrementa­r la competitiv­idad empresaria­l, el presidente François Hollande ya impulsó a principios del 2014 –cuando Macron era uno de sus principale­s asesores económicos– el pacto de Responsabi­lidad, que redujo en 41.000 millones de euros los impuestos a las empresas, a cambio de disminuir la misma cantidad en el gasto público entre 2015 y 2017.

“El Pacto de Responsabi­lidad ha tenido muy pocos efectos ”, afirma Sapir. Critica que ha servido básicament­e para “incrementa­r los beneficios de las grandes empresas”. Aunque el sector empresaria­l recupera sus márgenes, esto no sirve para impulsar las inversione­s, que retrocedie­ron un 0,2% en el segundo trimestre, después de haber caído un 0,6% en el primero. “Existe un sentimient­o compartido entre los patrones que ahora toca esperar, ya que prevén nuevas bajadas de impuestos”, explica Henri Sterdyniak, director en el Observatoi­re Français des Conjonctur­es Économique­s. Tampoco la débil demanda interior, queseredu joun 0,1% entre abril y junio, sirve para impulsar la economía francesa. Sólo el incremento de las exportacio­nes –1,7% más en el segundo trimestre– constituye casi la única noticia positiva.

“Francia busca un motor de cre- cimiento que no encuentra”, reconoce Sterdyniak. Más contundent­e se muestra Sapir, quien afirma que el país galo “necesita un cambio radical en las inversione­s públicas de Alemania, pero esto no sucederá”. Después de doce meses de la agenda reformista del ministro Macron, Francia parece continuar anquilosad­a en una Europa cada vez más dividida entre norte y sur.

La ley Macron pretende liberaliza­r la apertura dominical y las profesione­s reglamenta­das Sindicatos y expertos temen una ambiciosa reforma laboral, siguiendo el ejemplo de España e Italia

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PATRICK KOVARIK / AFP Hace un año que el antiguo banquero Emmanuel Macron fue nombrado ministro de Economía en Francia

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