¿Coleccionar arte?
Hace unas semanas el galerista Marc Domènech me dio una información que me parece significativa y hasta paradigmática respecto al coleccionismo de arte contemporáneo. Al buen coleccionismo y al equivocado. Resulta que algunas de las obras excepcionales de Jean Dubuffet que esta galería barcelonesa expuso la pasada primavera con éxito de público y de crítica y que nadie adquirió, se han vendido a principios de verano en subasta pública, por precios mucho más altos. Por las obras que en Barcelona se ofertaron a 20.000 euros, se ha pagado el triple (60.000), y por las ofertadas por 60.000 euros o poco más se han llegado a pagar hasta 400.000 euros.
Es decir, en lenguaje de mercado y claro: los precios de Dubuffet ya se han disparado. El museo o el coleccionista que quiera adquirir a partir de ahora una obra suya tendrá que pagar cantidades que triplican o quintuplican su precio de hace dos meses. Lo que parecía caro ahora parece barato. Lo que tal vez era asequible tal vez ya no lo es. Más claro: muchos posibles coleccionistas ya han llegado tarde. Ese tren ya no vuelve a pasar.
Y lo que acaba de suceder con Dubuffet no es una simple anécdota. Es, por el contrario, una constante en la historia y en el mercado del arte. Ahora parece impensable, pero una pintura de Klee tenía precios asequibles todavía a principios de los años 60. Y no olvidemos que Joan Miró, con lo que le dieron por toda la serie de las Constelaciones sólo pudo comprarse... ¡una lavadora automática!. Y el cambio era pequeño.
Y hoy, ¿quiénes son los infravalorados equivalentes de Klee, Miró y Dubuffet?