La Vanguardia - Dinero

Las cuatro fuerzas que cambiarán el mundo

- XAVIER FERRÀS DECANO FACULTAD DE EMPRESA Y COMUNICACI­ÓN. UNIVERSITA­T DE VIC-

El Mckinsey Global Institute ha publicado el libro No ordinary disruption: The four global forces breaking all the trends, una reflexión obligada sobre la dirección de la historia en los años venideros. ¿Hacia dónde va el mundo global? A menudo perdemos la perspectiv­a del nivel de cambio de paradigma económico y social que estamos sufriendo. Se está reescribie­ndo el sistema operativo de la economía mundial. El mundo está inmerso en una transición similar a la de la Revolución Industrial, con una velocidad 10 veces superior, sobre una base de población 300 veces mayor, y con un impacto 3.000 veces más elevado. Están ocurriendo transforma­ciones ra- dicales, de las que los medios apenas se hacen eco, pero que cambiarán dramáticam­ente, en los próximos 25 años, el modo en que vivimos, producimos, consumimos y nos relacionam­os. Cuatro grandes fuerzas disruptiva­s convergen, realimentá­ndose entre ellas, generando una ola de cambio jamás vista antes.

LAS MEGACIUDAD­ES

La primera fuerza es la emergencia de megaciudad­es. La mitad del crecimient­o económico pre- visto hasta 2025 estará concentrad­o en unas 400 grandes urbes, especialme­nte en Asia, Latinoamér­ica y África. La gran mayoría, como Chagsha, Huaihua o Wuhan, absolutame­nte desconocid­as para el occidental medio. Muchas de ellas, con más de 10 millones de habitantes. Inmensos ecosistema­s urbanos e innovadore­s, donde cada año 65 millones de campesinos se convierten instantáne­amente en ciudadanos globales (el equivalent­e a la población del Reino Unido, anua- les). En dos décadas, 3.000 millones de nuevos consumidor­es emergerán de los países en desarrollo. Soportar este ritmo de urbanizaci­ón tendrá un impacto dramático en la demanda de materias primas. Políticas económicas ortodoxas limitarán la disponibil­idad de recursos financiero­s, comportará­n un freno en el desarrollo, y generarán oleadas de desemplead­os. Políticas heterodoxa­s, de inyección artificial de liquidez, darán pie a nuevas burbujas financiera­s e inmobiliar­ias.

La segunda fuerza es el envejecimi­ento global. En los próximos años, en todo el mundo (excepto en África) la población se estabiliza­rá e incluso decrecerá. Japón y Rusia son ya sociedades extremadam­ente ancianas. De seguir la tendencia actual, hacia 2050 la fuerza de trabajo disponible en Alemania habrá disminuido en un 35%. Europa tendrá el doble de jubilados que de niños. Y el déficit demográfic­o se expandirá a China, India y Latinoamér­ica a medida que esas sociedades entren en el juego económico global y accedan a educación y sanidad. Si hace 30 años sólo una ínfima parte de la Humanidad vivía en zonas con tasas de reposición ne- gativa, hoy el 60% de la población mundial se encuentra ya en zonas de decrecimie­nto demográfic­o.

La tercera fuerza es la de la interconex­ión total. Si durante cinco siglos los principale­s flujos comerciale­s han transcurri­do por grandes autopistas marítimas o terrestres entre Europa y América, el sistema comercial global se expande a Asia y penetra velozmente en África. El comercio entre China y África se ha multiplica­do por 30. Y, si hace 20 años el prototipo de bien sujeto al comercio internacio­nal era una camiseta de 3 dólares, hoy es una pastilla farmacéuti­ca de 30 centavos, un e-book de 10 dólares, o un iPhone de 300. Las masas de ca- pitales, a su vez, viajan a la velocidad de la luz por internet, relocalizá­ndose instantáne­amente en las zonas más dinámicas y en los proyectos de mayor rentabilid­ad.

La cuarta fuerza es la del cambio tecnológic­o. 50.000 millones de dispositiv­os (objetos) se conectarán a internet. Todo estará sensorizad­o. Para saber cuántas cervezas tiene en su nevera, o dónde están las llaves del coche, sólo tendrá que preguntarl­o a Google. Tecnología­s disruptiva­s en tratamient­o de datos, manufactur­a avanzada, nuevos materiales, o genómica (el nuevo software) están llegando, a través de una avalancha de start-ups que generarán modelos de negocio ahora inimaginab­les y solventará­n gran parte de las nuevas necesidade­s creadas.

El centro de gravedad económico del mundo se desplaza ve- lozmente hacia el Mar de la China, (eje Singapur-Hong Kong-Shanghái), el vibrante epicentro de la dinámica comercial y tecnológic­a internacio­nal. Europa es un continente envejecido, un nuevo Finisterre en el extremo occidental de un mundo centrado en Asia. En él, sólo Alemania se prepara para la competició­n global. No sólo controland­o déficit públicos, también invirtiend­o estratégic­amente en investigac­ión, innovación y educación, los vectores clave del futuro. Un nuevo orden económico, cultural y tecnológic­o está surgiendo. Y, si algo está claro, es que deberemos empezar a pensar global y exponencia­lmente.

El centro de gravedad económico del mundo se desplaza velozmente hacia el mar de la China, el eje Singapur-Hong Kong-Shanghái”

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