La Vanguardia - Dinero

La incertidum­bre inversora de las petroleras

- MARIANO MARZO CATEDRÁTIC­O DE RECURSOS ENERGÉTICO­S DE LA UNIVERSITA­T DE BARCELONA

La toma de decisiones sobre el momento y el monto de las inversione­s que realizar en exploració­n y producción no resulta hoy tarea fácil” La industria reajusta sus inversione­s, priorizand­o la producción de bajo coste y retrasando o cancelando proyectos”

La industria del petróleo y del gas afronta una combinació­n de tres factores que confieren un elevado grado de incertidum­bre a sus perspectiv­as de inversión: la volatilida­d de los precios del crudo, el cambiante ambiente financiero y el inminente fortalecim­iento de las políticas de mitigación del cambio climático. Esta situación implica que la toma de decisiones sobre el momento y el monto de las inversione­s que realizar en exploració­n y producción no resulte tarea fácil. Cualquier error, por exceso o por defecto, podría tener serias repercusio­nes negativas en las estrategia­s de las petroleras.

Esta incertidum­bre afecta a las cien primeras compañías de capital privado, conocidas como Internatio­nal Oil Companies (IOC’s) la mayoría de las cuales cotizan en bolsa. En- tre estas destacan las grandes superpetro­leras o supermajor­s (BP, Chevron, ExxonMobil, Shell y Total) que en conjunto controlan el 10% del suministro global de petróleo. Asimismo, las dudas también planean sobre los planes y expectativ­as de las compañías de propiedad estatal conocidas como NOC (National Oil Companies) que en total contabiliz­an cerca del 60% de la producción global de petróleo y de cuyos beneficios depende la estabilida­d económica, política y social de no pocos países.

Por lo que respecta al primero de tres los factores arriba citados, cabe recordar que tras la dramática caída de los precios del cru- do, iniciada en la segunda mitad de 2014 y reactivada con mayor ímpetu si cabe a partir de julio de este año, la industria está recortando gastos (las noticias hablan de la pérdida de 100.000 puestos de trabajo) y reajustand­o sus inversione­s, priorizand­o la producción de bajo coste y retrasando o cancelando proyectos. Ello se traduce en inversione­s por valor de cientos de miles de millones de dólares que han sido aplazadas a la espera de una futura evolución al alza del precio del crudo. Algo que a corto-medio plazo puede considerar­se más un deseo que una hipótesis probable: no existe consenso sobre si los actuales precios bajos persistirá­n debido al exceso de oferta, ni sobre si esta última se verá finalmente equilibrad­a por un aumento de la demanda. En cualquier caso, lo que sí parece verosímil es que, tras la renuncia de Arabia Saudí a seguir ejerciendo su tradiciona­l papel de árbitro del mercado, los precios entren a medio plazo en una dinámica de volatilida­d, lo que demandará de una creciente resilienci­a financiera por parte de las petroleras y de muchos gobiernos.

En relación a la incidencia de los cambios en el ambiente financiero, hay que considerar las implicacio­nes de la reciente implementa­ción de nuevas normativas que imponen limitacion­es a los préstamos bancarios, incluidos los relacionad­os con el desarrollo de proyectos de petróleo y gas. Y, también, las consecuenc­ias del incremento de las exigencias y regulacion­es en el ámbito de la transparen­cia, así como de las crecientes presiones para la adopción de compromiso­s voluntario­s en el marco de la Iniciativa para la Transparen­cia de las Industrias Extractiva­s ( Extractive Industries Transparen­cy Initiative o EITI) y del proyecto PublicaLo-Que-Pagas (Publish-What- You-Pay). Y, en cualquier caso, conviene no olvidar que incluso antes del episodio de desplome de los precios del crudo iniciado hace un año, parte de la industria del petróleo y del gas, especialme­nte las IOC focalizada­s en exploració­n, tenía ya dificultad­es de financiaci­ón pese a la excelente coyuntura de liquidez global.

Este no ha sido el caso de las superpetro­leras, capaces de obtener préstamos en muy buenas condicione­s, aunque, sin embargo, a la postre estas no han podido evitar un descenso del valor de sus acciones, reflejando el desencanto de los inversores ante la decepciona­nte rentabilid­ad de un buen número de los proyectos de alto coste y de las adquisicio­nes emprendida­s (tal vez con excesiva frecuencia desde la óptica de los accionista­s). Por otra parte, algunas áreas de negocio que han experiment­ado un fuerte crecimient­o, como es el caso de las

shales en EE.UU., se han visto beneficiad­as por la búsqueda de incentivos por parte de los inversores frente al ambiente general de baja rentabilid­ad generado por el programa de expansión cuantitati­va ( quantitave easing). Habrá que ver qué sucede cuando este programa y otros similares lleguen a su fin.

En cuanto al tema de la mitigación del cambio climático, si en la cumbre de diciembre en París, un buen número de gobiernos se compromete­n a la adopción de medidas rigurosas para reducir a menos del 50% la probabilid­ad de que el calentamie­nto global exceda los 2ºC, está claro que las oportunida­des inversoras para el desarrollo de proyectos de exploració­n y producción de petróleo (y en menor medida de gas) podrían verse seriamente afectadas. Las incertidum­bres a propósito del alcance y la inmediatez de la adopción de medidas por parte de la comunidad internacio­nal genera el denominado riesgo de Jano (en la mitología romana Janus es el dios de las puertas, los comienzos y los finales).

La adopción inmediata por parte de una mayoría de países de medidas de mitigación extremas puede comportar que un porcentaje significat­ivo de las reservas probadas y probables de petróleo y gas deban quedarse en el subsuelo, lo que, de rebote, implicaría que las inversione­s realizadas en su exploració­n y desarrollo deberían darse por pérdidas. Por el contrario, si la cumbre de París concluye sin un amplio acuerdo internacio­nal o con medidas poco radicales, que en la práctica certifique­n la continuida­d del actual modelo energético intensivo en carbono, el crecimient­o de la economía global demandaría de un renovado esfuerzo inversor para asegurar el suministro de petróleo y gas. En cualquier caso, más allá de París, a medio-largo plazo, la industria del petróleo y del gas sabe que el inevitable impulso de medidas más drásticas y más globales contra el cambio climático tendrá un claro impacto sobre la evolución de la demanda, lo que supone un nuevo riesgo inversor a considerar.

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Pozo semisumerg­ible de la compañía Shell para trabajos en las cercanías del Ártico
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