Una colección asequible
Finalizaba mi texto de la semana pasada con esta pregunta: “Y hoy, ¿quiénes son los infravalorados equivalentes de Klee, Miró y Dubuffet?”. Haría falta mucho espacio para responderla debidamente. En cualquier caso, imagino que quienes compraron las obras maestras de Joan Miró por cantidades entonces todavía asumibles por un profesional de clase media, difícilmente podían sospechar en aquel momento que treinta o cuarenta años más tarde cualquier ciudad podría fundar a partir de unas pocas Constelaciones de Miró un museo importante capaz de generar visitantes, turismo cultural y beneficios para esa institución y esa ciudad. A eso se le llama hacer las cosas a su debido tiempo. Y posiblemente esos coleccionistas no pensaban en el mercado ni en la inversión. Simplemente, les entusiasmaban esas pinturas. Ese es el único modo genuino de coleccionar arte, y si a esa actitud se añade el buen criterio, es factible realizar una excelente colección sin disponer de un presupuesto alto.
En mi opinión, en este y en los próximos años sólo hay dos modos de reunir una colección importante de arte contemporáneo sin disponer de un gran presupuesto. Una opción es reunir una pequeña y selecta colección de obras realizadas por artistas que han realizado contribuciones originales, susceptibles de ser consideradas en las futuras historias del arte, pero que todavía no han sido conocidas, ni reconocidas, ni valoradas en el mercado artístico, llamado internacional aunque lo manejen cuatro países muy interesados en sobrevalorar lo propio. Digamos que si la barbarie creciente no triunfa definitivamente, un artista plástico cuya obra sea original y excelente puede ser valorado en el futuro, incluso en el caso de que tenga la mala suerte de ser catalán o español, y no anglosajón, alemán o chino.
Pero existe una segunda opción, mucho más clara, que es coleccionar fotografía. (Continuará)