Viejos sueños para el futuro
Ensuanterior libro, El fin de la clase media, Esteban Hernández retrataba las formas de pensar, aspiraciones y contradicciones de los perdedores del mundo globalizado e hiperconectado. Las aspiraciones y contradicciones de una clase media que, decía Hernández, no se definía tanto por su nivel de ingresos o sus conocimientos técnicos y científicos como por su función social: ser un mecanismo estabilizador y cohesivo frente a los extremos. Siendo la parte central del sistema, la clase mediasesentíaparteactivatanto de la política como de la empresa. Esperaban empleos de por vida, mejoras paulatinas en su nivel económico y un futuro mejor para sus hijos. Una clase que le debía no poco a las ideas de mejora de Henry Ford, que en el mundo de hoy han sido sustituidas, denunciaba el autor, por las de unantecesor suyo, Taylor y su estructura de control científico del trabajo quenodejaparalaautonomía del trabajador ni los tiempos muertos.
Y ahora Hernández ha completado el proyecto que inició con El fin de la clase media con
Nosotros o el caos, un retrato de los ganadores del mundo globalizado, de su perspectiva vital y las ideas-fuerza que han puesto sobre la mesa y están dibujando una sociedad inédita. Un nuevo conservadurismo que mezcla la innovación y el riesgo, la estabilidad y el desorden o las normas correctas de gestión y la catás- trofe, habitualmente, dice, enforma de elección alternativa: si no se eligen las primeras, las de gestión, sobrevendrán la catástrofe, como en la crisis entre el Eurogrupo y Grecia o los momentos de cambio en las empresas. Se conforman así, dice, posiciones ideológicas muy marcadas que no orbitan en torno a grandes conceptos sino sobre aspectos pragmáticos de la gestión empresarial, social y estatal.
UnoscambiosqueHernándezha querido recoger a través de las pala- bras de sus protagonistas, desde empresarios de éxito hasta políticos, académicos y directivos, pero también trabajadores en precario y aspirantes a académicos. Con ellos habla de la aceleración que vivimos y a veces nos lleva a tomar decisiones vulgares y estúpidas pero fácilmente transmisibles y poco problemáticas. Muestra cómo la apariencia física es un elemento determinante hoy en muchos sectores profesionales, como en esos jóvenes guerreros corporativos a los que algunos de sus colegas de mayor edad llaman los slim fit por su vestuario, musculación y actitud decidida. Jóvenes conquistadores que crean marca, exhiben identidad corporativa y hacen pensar con sus maneras que son los mejores y los más brillantes y la empresa es de categoría top.
Hernándezhabladelosgurúsdel management y de los brókers del conocimiento que son los consultores, “quehansido el factor legitimador del paso de la burocracia de los Estados a la tecnocracia de los mercados” y que tienen una presencia dominante en el capitalismo actual con sus llamadas al cambio continuo. El autor habla de un nuevo protestantismo porque si el de antes prometía la vida eterna ahora el pensamiento positivo promete una vida mejor ahora y además con plena autorrealización de nuestras posibilidades. Habla por supuesto de un término clave como el rendimiento y de su control, de la sensación de todo el mundo de estar en una cinta mecánica.
Ypor supuesto habla de los visionarios deSilicon Valley cuyasfantasías tecnológicas sobre cambiar radicalmente el mundo destruyendo creativamente todo lo que existe, eliminando los operadores tradicionales, reglamentos, costumbres e incluso la gente para conquistar el futuro no son muy distintos al pasado: el management ha consistido desde Taylor, dice, en trazar un plan técnico y romper las resistencias que se le oponen. Y el sueño de Silicon Valley, concluye, tiene más que ver con la eliminación de los obstáculos que con las nuevas tecnologías. Su visión del mundo precisa cambiar la sociedad estructuralmente. Sus grandes enemigos son las ideas del pasado: seguridad, solidez, permanencia. Se encuentran soluciones simples a problemas complejos reduciendo al máximo, eso sí, matemáticamente, la complejidad para hacer nuestra vida mejor. Lo mismo, eso sí, que hicieron los inversores para provocar la crisis actual.