La Vanguardia - Dinero

Del “crecer o morir” al “crecer o vivir”

- FERNANDO TRÍAS DE BES ESCRITOR Y ECONOMISTA. PROFESOR ASOCIADO DE ESADE

La mejora continuada y la búsqueda de la excelencia es lo que hace un negocio sostenible en el tiempo. Y no el crecimient­o, según Trías de Bes.

El doctor José María Ruiz, mi odontólogo que, además es amigo, me reveló hace un tiempo que yo había tenido un papel determinan­te en el devenir de su clínica dental. A los tres años de fundar su consulta otro paciente, también especialis­ta en gestión, le recomendó que estaba obligado a seguir creciendo.

“¿Por qué?”, le preguntó mi odontólogo.

“Crecer o morir”, le respondió el primero.

Mi doctor se quedó muy preocupado. No deseaba crecer más. Se sentía cómodo con la dimensión de su consulta. Más personal. Más metros. Más pacientes. No era lo que deseaba. Pero si no crecía… ¿se extinguirí­a su consulta?

Parece ser que un día, al terminar la extracción de una de mis muelas del juicio, me preguntó sobre si era cierto lo de “crecer o morir”. Mi respuesta fue: “eso es una solemne tontería”. Y no le di mayor importanci­a.

En cambio, a mi odontólogo se le abrió el cielo. Se quedó tranquilo y siguió con su consulta, tal y como era.

Hace poco me explicó lo importante que había sido aquella frase mía a la que yo no presté importanci­a alguna, probableme­nte porque estaba anestesiad­o y porque cuando uno se levanta del sillón del dentista tiene sus capacidade­s algo mermadas.

Otro caso parecido. La semana pasada me dirigía a La Salle a impartir una conferenci­a a jóvenes emprendedo­res y pasé junto a una tienda de sandalias femeninas hechas a medida que montó hace años Bárbara Trías de Bes, una prima mía. Entré a saludarla. Me dijo que estaba encantada con sus cuatro tiendas y que por ahora no quería más. Puede crecer pero está bien así.

En ambos casos, no crecer les

La empresa no es más importante que la vida. Y no me parece inteligent­e que sea la persona la que deba adaptarse al proyecto empresaria­l”

ha funcionado. ¿Es entonces cierto eso de crecer o morir?

Sigo pensando lo mismo que cuando me extrajeron la muela. Es una solemne tontería. No crecer es una opción tan válida como crecer.

Es cierto que cuando las ventas de una empresa van mal surgen problemas, pero cuando se crece también y, paradójica­mente ¡son los mismos problemas!: falta de liquidez; necesidad de financiaci­ón; de capital; de socios; falta de recursos; necesidad de clientes…

La gestión del crecimient­o es una de las cosas más complicada­s que hay en gestión empresaria­l. Hacer crecer un negocio es infinitame­nte más difícil que montarlo.

Por otro lado, en cualquier sector de actividad hay unas ciertas dimensione­s que le son afines. Por ejemplo, es más sencillo gestionar un negocio hotelero de un solo hotel y uno de cincuenta hoteles que uno de tres hoteles. En este último caso, no hay volumen suficiente para algunas funciones corporativ­as que el de cincuenta hoteles sí puede absorber y que en el de un solo hotel no son necesarias. Por tanto, lo relevante no es tanto crecer, sino situarse en una dimensión que produce más bondades que dificultad­es.

No podemos obviar el coste personal de hacer crecer un negocio. Una de las maravillas del acto de emprender consiste en poder acompasar el proyecto profesiona­l al proyecto personal. La empresa es importante pero no más que la vida. Y no me parece inteligent­e que sea la persona la que deba adaptarse al proyecto empresaria­l. Trabajamos para vivir; no vivimos para trabajar. El crecimient­o como fin en sí mismo conduce al absurdo de plantearse: “hay que crecer porque hay que crecer”. Y no queda espacio para los deseos vitales, para la dimensión ultra empresaria­l del empresario, valga la redundanci­a.

Por eso, a la hora de calcular los costes del crecimient­o recomiendo incorporar en la ecuación los costes personales además de los económicos. Todos deben ser ponderados. En mu-

La mejora continuada y la búsqueda de la excelencia es lo que hace un negocio sostenible en el tiempo. Y no el crecimient­o”

chos casos habrá empresario­s que preferirán crecer. Es una opción fantástica. Pero también lo es tratar de mantener el negocio en la dimensión actual durante el mayor tiempo posible.

Y lograrlo tiene un mérito igual o superior al de crecer. Porque si se consigue sobrevivir mucho tiempo con el mismo tamaño de empresa significa que uno ha sido capaz, con lo puesto, de adaptarse a los inevitable­s cambios del entorno. “Mejorar o morir”. Eso sí es cierto. Porque es la mejora continuada y la búsqueda de la excelencia lo que hace un negocio sostenible en el tiempo. Y no el crecimient­o. Crecer proporcion­a seguridad porque cada vez se factura más. Pero el crecimient­o no es garantía de sostenibil­idad. Lo es la excelencia.

EVIDENCIAS REALES

Los economista­s estamos obligados a aportar evidencias reales de nuestra tesis. Ahí voy. Las empresas más antiguas del mundo son precisamen­te pequeños negocios que decidieron no crecer. Coca-Cola tiene más de 120 años de antigüedad, pero no es nada cuando la comparamos con Nisiyama Onsen Keiunka, hotel japonés de 1.307 años de antigüedad, de 36 habitacion­es y regentado por la generación número 46 desde su fundación. O la italiana Pontificia Fonderia Marinelli, fundición especializ­ada en campanas para iglesias y conventos, que se mantiene desde hace 1.015 años con sus mismos 21 empleados (los mismos en número, claro está). La familia Antinori empezó la producción de vino en el año 1385. Hoy día la empresa sigue viva y es regentada por Piero Antinori y sus tres hijas. Negocio familiar vivo y de la misma envergadur­a, envasando el mismo número de botellas desde hace siete siglos.

Así que sacúdanse el estrés aquellos profesiona­les y emprendedo­res cuyo tamaño de empresa, saneado y funcionand­o adecuadame­nte, les está bien. Tal vez podrían crecer, cierto, pero tal vez la empresa les vendría grande. Hay personas buenas gestionand­o negocios pequeños y medianos que, ante retos mayores, pierden sus habilidade­s directivas y empresaria­les.

Y, qué quieren que les diga, si con ese tamaño de empresa viven felices y gozan de tiempo para hacer deporte, leer y ver a sus hijos, eso es un éxito.

Por cierto, gracias a no crecer mi odontólogo ha podido dedicarse a una de sus pasiones: la horticultu­ra. En un lugar perdido del Maresme cultiva cantidades y variedades como para ser autosufici­ente. Si aquel paciente le vuelve a preguntar por qué no creció más, siempre le podrá responder:

“Crecer o vivir”, chico, “crecer o vivir”.

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A. P./ BLOOMBERG La italiana Pontificia Fonderia Marinelli, fundición especializ­ada en campanas para iglesias y conventos, se mantiene desde hace 1.015 años con 21 empleados
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