Villeneuve, la acuarela en todo su esplendor
Lo suyo no es la acuarela, aunque la eleve al esplendor. Lo suyo es el arte, la presencia, el dibujo, las grandes panorámicas de ciudades, que organiza como un festival de realidad, siempre matizando luces, convocando un gris perla finísimo, imprescindible. Lo suyo es comunicar ambuezas de imágenes de ciudad en calma, con sutileza. Soñar la piel de las estructuras, cantar los puentes bajo los cuales se desliza el agua mansa y el amor, como en el poema de Apollinaire.
Cinco pequeños formatos, uno medio, un tríptico y seis grandes, y casi todo vendido, hasta el 31 de diciembre. Pero, no es eso, no es la venta, ni la cantidad, es la calidad del trabajo lo que atrae, lo que hace preguntarnos por este resultado excepcional, que produce adhesión y deleite. Y un traje de seda pintado, que porta un maniquí. Una figuración desvaída, con la levedad que genera la pintura al agua, exquisito ambiente y proverbial detalle; la melancolía de una pasión domeñada por la armonía, que indica pericia en el dibujo.
Charles –o Carlos– Villeneuve, (Nantes 1971), arquitecto, diseñador, pintor. Expone desde 1994, cuando gana el primer premio de Diseño L’Ecole Boulle, en París. Luego vendrían sucesivas exposiciones en París, Madrid, Barcelona, Budapest. Galardones adunia: Gran Premio Nacional de Arquitectura, antiguo Prix de Rome; premios de la Asociación Española de Pintores y Escultores, AXA, Academia Francesa para jóvenes creadores y beca de Roma.
Y un librito que acaba de editar, Les éditions Be-Pôles (París, 2015) en el marco de la colección Portraits de Villes. En el librito recoge rincones de Madrid, en apuntes rápidos a plumilla, bolígrafo, mezclando exteriores y retratos, detalles, vistas angulares, apuntes, manchas feraces y arquitecturas de la ciudad. Cuaderno de paseos y vagabundeajes por jardines y callejas.
Hemos derivado, en general, de la dictadura de la abstracción a la dictadura conceptual. Pero, ¿porque tenga entidad plástica no tiene concepto? Los intransigentes con la figuración olvidan que el arte es plural y que hay obras de arte o pastiches, con independencia de temática o técnica.
No es un descubrimiento, porque Charles, que reside en Madrid, tiene un currículo notable, pero sí es un punto referencial de atracción y consideración. Precios: de 1.450 a 20.000 euros. ¡Por favor, contrasten lo que digo, sin asomo de retórica!