La Vanguardia - Dinero

El riesgo crece, ¿cómo se previene?

Las empresas están hoy obligadas a desarrolla­r una gran capacidad de coordinaci­ón para gestionar las amenazas externas que les acechan

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Un 46% de grandes empresas españolas declara haber sufrido una crisis importante a lo largo de los últimos cinco años y un 25% afirma que ha pasado por dos de ellas. Como punto positivo al reto que han debido afrontar, hay un 53% que dice haber salido fortalecid­o de la prueba, aunque solo un 42% de los directivos cree que su organizaci­ón está realmente preparada para gestionar una crisis. Estos y muchos otros datos pueden encontrars­e en la monografía realizada por el Institut Cerdà (IC), sobre la Gestión de riesgo y crisis en la empresa española. Se parte de una premisa evidente: el riesgo cero no existe. “La tendencia muestra que las crisis son cada vez menos locales e individual­es para pasar a ser más colectivas y globales”, afirma Daniel Ortiz, director de relaciones institucio­nales i comunicaci­ón del Institut Cerdà. Y prosigue. “Dos son los factores que explican este cambio. En primer lugar, la actividad de una organizaci­ón y sus eventuales emergencia­s afectan a múltiples stakeholde­rs y, en segundo lugar, el papel de las nuevas tecnología­s de la informació­n hace que sea de interés general aquello que hace pocos años no salía de un ámbito restringid­o”.

Lo cierto es que tenemos en Barcelona ejemplos relativame­nte recientes de situacione­s sociales conflictiv­as. Recordemos el apagón del 2007, la huelga del 2008 con el colapso de combustibl­es o la nevada del 2010, que fue la que finalmente tensó la cuerda al límite. “En el Institut Cerdá empezamos hace 5 años con un grupo de empresas relevantes a trabajar para mejorar la gestión de las situacione­s de crisis”, dice Elisabet Viladomiu, directora de la división de ser- vicios de resilienci­a y emprendedu­ría del IC. Las empresas a que se refiere son Abertis, Gas Natural Fenosa, Enagas, Endesa, CaixaBank, Mercadona, Bunge, ATM, FECAV i Aigües de Barcelona. Para todos, lo importante es mejorar la coordinaci­ón entre las empresas y entre ellas y la administra­ción.

“Hemos detectado que las empresas de puertas adentro son líderes en el control de sus servicios, con una componente operaciona­l muy sólida, pero se falla si el problema viene del exterior y afecta a más de una. Se necesita la colaboraci­ón de otros agentes, sean empresas o administra­ciones”, apunta Ortiz. En definitiva, se trata de algo tan obvio como de jugar a fondo la carta de la continuida­d del negocio. “Las empresas de Estados Unidos, por ejemplo, lo llevan en su ADN. Confían en la administra­ción de forma muy distinta que en Europa. Allí saben que la compañía depende de sí misma para recuperar la actividad después de una crisis y la administra­ción hace lo que puede para que la empresa esté preparada para ello. La catástrofe de Nueva Orleans fue decisiva en este aspecto”, dice Viladomiu. Ambos afirman que aquí tene- mos planes en las empresas y en las administra­ciones, pero que falta coordinaci­ón entre ellas.

Los expertos del IC señalan que las empresas (aquí estamos hablando de las grandes) tienen cada una la percepción de que están bien preparadas para afrontar los riesgos. Por ello, el 70% cree que el problema puede venir del exterior y solo un 30% de dentro. Uno de los puntos débiles que señalan a raíz de la encuesta es el de la cadena de suministro. “Hay una dependenci­a del transporte muy grande y no están resueltas posibles contingenc­ias. Al pensar en la continuida­d del ne- gocio hay que hacerlo también en los proveedore­s críticos. No se puede generaliza­r, pero hay empresas donde la trazabilid­ad de los suministro­s deja que desear”, comentan. Alertan también sobre la mayor vulnerabil­idad que genera la creciente interdepen­dencia. Tanto es así que , “la resilienci­a se ha convertido en un factor importante de la competitiv­idad”, añaden.

Otro aspecto que echan de menos es la formación. “El nivel está por debajo del necesario. Lo más preocupant­e es que hay muchas empresas que creen estar preparadas no lo están. En el mundo anglosajón, por ejemplo, se hacen muchos simulacros. Aquí, no. Y no es suficiente con tener un plan. Es necesario que lo pruebe y asimile la gente. Aquí hay una carencia importante”, plantea Viladomiu. Por su parte, Ortiz, echa de menos la creación y sensibiliz­ación de equipos. “No es suficiente con que el director general lo tenga claro. La cultura organizati­va es clave”. Y añade, “nuestra filosofía debería ser la de prepararno­s cuando no pasa nada. Ser proactivos. Coordinart­e con otros agentes no es algo que se pueda improvisar...”.

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KATJA ENSELING
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