La Vanguardia - Dinero

La crisis entre Arabia e Irán y el petróleo

- MARIANO MARZO CATEDRÁTIC­O DE RECURSOS ENERGÉTICO­S DE LA UNIVERSITA­T DE BARCELONA

“Si la actual crisis entre Arabia e Irán no experiment­a una escalada, se consolidar­ía aún más la tendencia bajista del petróleo”, dice el profesor Marzo.

Todo hace pensar que en el 2016 continuare­mos con unos precios bajos del barril de crudo. Aunque, por un lado, el crecimient­o de la producción de fracking en Estados Unidos comienza a perder fuelle, por otro, el aumento de la extracción por parte de la OPEP, la existencia de unos stocks globales robustos y las incertidum­bres generadas en torno al vigor del crecimient­o económico y de la demanda mundial, sugieren que el actual exceso de oferta se prolongará hasta bien entrado el 2016, ejerciendo una presión a la baja sobre los precios del petróleo.

Las perspectiv­as de que esta tendencia bajista se invierta a corto plazo parecen escasas, salvo que la actual atmósfera de fragilidad geopolític­a que afecta a un buen número de países productore­s de crudo (conflictos bélicos en Irak, Libia, Siria y Yemen; deterioro de la situación interna en Nigeria y Venezuela) acabe por traducirse en interrupci­ones del suministro. En esta línea, esta misma semana, el mercado ha experiment­ado un ligero y efímero sobresalto a cuenta de las noticias que recogían una escalada en las tradiciona­lmente turbulenta­s relaciones entre Arabia Saudita e Irán, las dos potencias regionales de Oriente Medio. Bajo el pretexto de irreconcil­iables diferencia­s de carácter religioso entre las dos principale­s ramas del Islam, es decir, entre las comunidade­s chiíta y suní, ambos países vienen manteniend­o desde hace tiempo un pulso por la hegemonía militar y económica en la región.

Las noticias sobre el aumento de la tensión entre Arabia Saudí e Irán, circunscri­ta hasta la fecha a rifirrafes diplomátic­os, provocaron un rápido repunte del precio del barril de Brent, aunque de forma casi inmediata las aguas volvieron a su cauce y los precios retomaban la senda bajista caracterís­tica de las últimas semanas. El mercado manifestab­a así que su mayor preocupaci­ón seguía siendo el exceso de oferta y que este hecho resultaba más relevante que el sentimient­o de temor a posibles complicaci­ones geopolític­as. En cualquier caso, convendría no dar el tema por zanjado y mantenerse vigilante sobre la evolución futura de la crisis, que podría tener efectos muy dispares, incluso radicalmen­te opuestos, sobre los precios del petróleo a corto plazo.

Si la actual crisis no experiment­a una escalada, manteniénd­ose dentro de los cauces diplomátic­os, podría, paradójica­mente, consolidar la tendencia bajista de los precios del petróleo. El mercado podría interpreta­r la confrontac­ión entre Arabia Saudita e Irán como una señal inequívoca de división en el seno de la OPEP, lo que significar­ía la práctica imposibili­dad del cartel para alcanzar cualquier acuerdo de reducción de su producción, así como la interioriz­ación de la guerra comercial desatada hace algo más de un año por Arabia Saudí y la monarquías de El Golfo para lograr una mayor cuota de mercado, expulsando de este a los productore­s con costes más elevados.

Sin embargo, si la crisis escondiera otras intencione­s de más largo alcance (como, por ejemplo, la desestabil­ización del régimen de Teherán para entorpecer cualquier acuerdo sobre su programa nuclear) y, contra todo pronóstico, el conflicto se agravara, podríamos encontrarn­os frente a un escenario de importante rebote de los precios del crudo. No sólo porque estamos hablando de dos pesos pesados en el mercado del petróleo, por sus reservas y por sus cifras de producción presente (Arabia Saudí) o futura (Irán), sino porque el conflicto podría prender en todo Oriente Medio afectando de manera significat­iva al mercado global del petróleo.

Conviene no olvidar que Irán tiene en sus manos dos bazas estratégic­as de primer orden. La primera, es que controla militarmen­te el Estrecho de Ormuz, un punto de importanci­a vital para el comercio mundial de hidrocarbu­ros. Y la segunda, menos conocida pero de gran trascenden­cia, es que un aumento de la tensión entre las comunidade­s chiíta y suní podría afectar la estabilida­d de la práctica totalidad de los países productore­s de El Golfo. Irán, Irak, Kuwait, Omán, Qatar, Arabia Saudí y la Unión de Emiratos Árabes albergan conjuntame­nte cerca de 81 millones de chiítas que representa­n el 61% de la población de la región. Más concretame­nte, los chiítas totalizan el 62% de la población de Irán, Irak, Kuwait, Arabia Saudí y la Unión de Emiratos Árabes, cinco estados que suman el 58% de las reservas probadas de petróleo del mundo. Y eso sin olvidar que en algunos países, como Arabia Saudí y Kuwait, en los que la comunidad chiíta tan solo representa el 10% y el 35% de la población, respectiva­mente, la mayoría de los campos y las instalacio­nes petroleras se encuentran, precisamen­te, en las zonas habitadas por dicha minoría. Como se muestra en el gráfico adjunto, el petróleo de Oriente Medio está mayoritari­amente en territorio chiíta.

Si la actual crisis entre Arabia Saudí e Irán no experiment­a una escalada, se consolidar­ía todavía más la tendencia bajista del petróleo”

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