La crisis entre Arabia e Irán y el petróleo
“Si la actual crisis entre Arabia e Irán no experimenta una escalada, se consolidaría aún más la tendencia bajista del petróleo”, dice el profesor Marzo.
Todo hace pensar que en el 2016 continuaremos con unos precios bajos del barril de crudo. Aunque, por un lado, el crecimiento de la producción de fracking en Estados Unidos comienza a perder fuelle, por otro, el aumento de la extracción por parte de la OPEP, la existencia de unos stocks globales robustos y las incertidumbres generadas en torno al vigor del crecimiento económico y de la demanda mundial, sugieren que el actual exceso de oferta se prolongará hasta bien entrado el 2016, ejerciendo una presión a la baja sobre los precios del petróleo.
Las perspectivas de que esta tendencia bajista se invierta a corto plazo parecen escasas, salvo que la actual atmósfera de fragilidad geopolítica que afecta a un buen número de países productores de crudo (conflictos bélicos en Irak, Libia, Siria y Yemen; deterioro de la situación interna en Nigeria y Venezuela) acabe por traducirse en interrupciones del suministro. En esta línea, esta misma semana, el mercado ha experimentado un ligero y efímero sobresalto a cuenta de las noticias que recogían una escalada en las tradicionalmente turbulentas relaciones entre Arabia Saudita e Irán, las dos potencias regionales de Oriente Medio. Bajo el pretexto de irreconciliables diferencias de carácter religioso entre las dos principales ramas del Islam, es decir, entre las comunidades chiíta y suní, ambos países vienen manteniendo desde hace tiempo un pulso por la hegemonía militar y económica en la región.
Las noticias sobre el aumento de la tensión entre Arabia Saudí e Irán, circunscrita hasta la fecha a rifirrafes diplomáticos, provocaron un rápido repunte del precio del barril de Brent, aunque de forma casi inmediata las aguas volvieron a su cauce y los precios retomaban la senda bajista característica de las últimas semanas. El mercado manifestaba así que su mayor preocupación seguía siendo el exceso de oferta y que este hecho resultaba más relevante que el sentimiento de temor a posibles complicaciones geopolíticas. En cualquier caso, convendría no dar el tema por zanjado y mantenerse vigilante sobre la evolución futura de la crisis, que podría tener efectos muy dispares, incluso radicalmente opuestos, sobre los precios del petróleo a corto plazo.
Si la actual crisis no experimenta una escalada, manteniéndose dentro de los cauces diplomáticos, podría, paradójicamente, consolidar la tendencia bajista de los precios del petróleo. El mercado podría interpretar la confrontación entre Arabia Saudita e Irán como una señal inequívoca de división en el seno de la OPEP, lo que significaría la práctica imposibilidad del cartel para alcanzar cualquier acuerdo de reducción de su producción, así como la interiorización de la guerra comercial desatada hace algo más de un año por Arabia Saudí y la monarquías de El Golfo para lograr una mayor cuota de mercado, expulsando de este a los productores con costes más elevados.
Sin embargo, si la crisis escondiera otras intenciones de más largo alcance (como, por ejemplo, la desestabilización del régimen de Teherán para entorpecer cualquier acuerdo sobre su programa nuclear) y, contra todo pronóstico, el conflicto se agravara, podríamos encontrarnos frente a un escenario de importante rebote de los precios del crudo. No sólo porque estamos hablando de dos pesos pesados en el mercado del petróleo, por sus reservas y por sus cifras de producción presente (Arabia Saudí) o futura (Irán), sino porque el conflicto podría prender en todo Oriente Medio afectando de manera significativa al mercado global del petróleo.
Conviene no olvidar que Irán tiene en sus manos dos bazas estratégicas de primer orden. La primera, es que controla militarmente el Estrecho de Ormuz, un punto de importancia vital para el comercio mundial de hidrocarburos. Y la segunda, menos conocida pero de gran trascendencia, es que un aumento de la tensión entre las comunidades chiíta y suní podría afectar la estabilidad de la práctica totalidad de los países productores de El Golfo. Irán, Irak, Kuwait, Omán, Qatar, Arabia Saudí y la Unión de Emiratos Árabes albergan conjuntamente cerca de 81 millones de chiítas que representan el 61% de la población de la región. Más concretamente, los chiítas totalizan el 62% de la población de Irán, Irak, Kuwait, Arabia Saudí y la Unión de Emiratos Árabes, cinco estados que suman el 58% de las reservas probadas de petróleo del mundo. Y eso sin olvidar que en algunos países, como Arabia Saudí y Kuwait, en los que la comunidad chiíta tan solo representa el 10% y el 35% de la población, respectivamente, la mayoría de los campos y las instalaciones petroleras se encuentran, precisamente, en las zonas habitadas por dicha minoría. Como se muestra en el gráfico adjunto, el petróleo de Oriente Medio está mayoritariamente en territorio chiíta.
Si la actual crisis entre Arabia Saudí e Irán no experimenta una escalada, se consolidaría todavía más la tendencia bajista del petróleo”