El sector residencial pide un nuevo tipo de arquitecto
Los despachos supervivientes a la crisis son más pequeños y adaptables
Entre los años ochenta y el inicio del siglo XXI Barcelona presumía de ser la ciudad de los arquitectos, en la que se sucedían los edificios icónicos con presupuestos gigantes como parte indivisible de una transformación urbana vertiginosa. Triunfaban las firmas mediáticas autóctonas (Bofill, Bohigas, Miralles, Tusquets, Ferrater...) y también foráneas (Foster, Toyo Ito, Nouvel...).
La crisis finiquitó la época dorada no solo de los arquitectos estrella sino del conjunto de la profesión, que sigue sin levantar cabeza; con una caída de actividad de más del 80% todavía hoy respecto a 2006, según datos del Col·legi d’Arquitectes de Catalunya (COAC). Esta situación ha provocado el cierre de numerosos despachos y una reducción drástica de su estructura en los que han sobrevivido. ADAPTARSE O CERRAR En opinión de Carles Díaz, arquitecto socio del estudio TDA, “han quedado los despachos que se han sabido adaptar, no necesariamente los mejores” y argumenta que “se han acabado los proyectos sin medida: Barcelona sigue teniendo los mismos buenos arquitectos pero ya nadie paga la espectacularidad porque no estamos en la China o Manhattan y no nos la podemos permitir”.
Ante el parón de la obra pública, el sector privado, principalmente el residencial, irrumpe como refugio para el talento de arquitectos consolidados y emergentes con un denominador común: “Que se hayan profesionalizado muchísimo y sean conocidos por ello. Ya sabemos hacer rayas, pero tenemos que ser más flexibles, muy serios en los plazos de proyectos y entregas y saber incluso calcular la rentabilidad de una obra”, apunta Díaz, cuyo equipo pasó de 70 personas a 15, de las cuáles seis son socios, entre los que figura Oscar Tusquets. Precisamente este reconocido arquitecto ha proyectado Torre Melina –un edificio de 36 viviendas en el distrito barcelonés de Les Corts– en el que su firma es uno de los principales reclamos. VIVIENDAS CON FIRMA Como explica Jordi Sans, director de Volumetric, la promotora de esta obra, “confiamos en TDA ya que al tratarse de nuestro primer proyecto en Barcelona, queríamos que tuviera mucha personalidad y que generara opinión. Además, con las calidades más elevadas, sin perder de vista los costes ni las necesidades de los clientes”.
El resultado: un año después de acabar la obra, solo quedan tres pisos por vender y Volumetric y TDA renovarán su colaboración en una segunda fase, esta vez de 50 viviendas. Para Sans, “contar con un arquitecto reconocido es claramente un valor añadido: un porcentaje elevado de nuestros clientes, sobre todo extranjeros, valoran el diseño de Tusquets”.
No obstante, Díaz matiza que “aunque Oscar es quien genera la idea, cada vez estamos potenciando más a los jóvenes. Creemos que se acaba la época de los personalismos y que en el futuro lo importante será la marca del despacho”.
LA FUERZA DE LA ESPECIALIZACIÓN
En el caso de la rama promotora de MG Grupo Inmobiliario, especialista en la zona alta de Barcelona, al elegir un arquitecto para sus obras prima “que tenga mucha experiencia, conozca perfectamente los gustos de nuestros compradores y los plasme en una estética vanguardista pero que transmita hogar”, señala su director comercial, Alex Valls, para quien “no se trata tanto de un tema de nombre como de trabajo bien hecho”.
Así, en su último proyecto, un edificio de cuatro viviendas en la avenida Tibidabo de Barcelona han repetido asociación con TWO Sarrià, de los arquitectos Ferran Huerta –con una sólida trayectoria de dos décadas en el sector– y Jordi Llobell, de la nueva generación.
“Somos un equipo de solo tres personas, lo que nos ha permitido aguantar mejor las bofetadas de la crisis que otros compañeros más conocidos”, explica Huerta, para quien “tras unos años nefastos, empieza a aparecer un tipo de cliente con capacidad de compra que puede permitirse un arquitecto de renombre, aunque la inversión privada seguirá siendo limitada y la pública, escasa”.
Una firma de prestigio en un proyecto vuelve a servir de reclamo El arquitecto postcrisis ha de ceñirse al presupuesto sin renunciar al diseño