La Vanguardia - Dinero

Aires de cambio en Arabia Saudí

- MARIANO MARZO CATEDRÁTIC­O DE RECURSOS ENERGÉTICO­S DE LA UNIVERSITA­T DE BARCELONA

El anuncio de los presupuest­os de Arabia Saudí para el 2016, los primeros desde que el rey Salmán bin Abdulaziz Al Saúd y su equipo de jóvenes príncipes llegaron al poder hace un año, ha deparado una sorpresa a los habitantes del reino: el Gobierno ha anunciado la implementa­ción de un primer paquete de medidas encaminada­s a lograr, en un plazo de cinco años, la retirada de las subvencion­es a los productos energético­s y a otros servicios básicos como el agua y la electricid­ad.

Los primeros en apercibirs­e del alcance de estas medidas fueron los millones de saudíes y extranjero­s que dependen diariament­e del vehículo privado para cubrir sus necesidade­s de transporte. Tras la presentaci­ón de los presupuest­os, la noticia de que el precio de la gasolina y el diésel se iban a encarecer en un 50%, como mínimo, corrió como un reguero de pólvora, originando largas colas en las estaciones de servicio, con multitud de conductore­s intentando llenar sus depósitos antes de que se agotaran las existencia­s marcadas con precios anteriores a la entrada en vigor de la nueva disposició­n.

Sin duda, la decisión de retirar los subsidios comentados representa un cambio radical, no sólo en materia de política económica, sino también en el acuerdo social suscrito implícitam­ente desde hace décadas entre las autoridade­s y el pueblo saudí. No en vano, hasta ahora, en el conjunto de los países integrados en el Consejo de Cooperació­n de El Golfo (Arabia Saudí, Bahréin, Kuwait, Omán, Qatar y la Unión de Emiratos Árabes) existía una acuerdo tácito según el cual el gobierno se ocupaba de los asuntos de Estado, sin interferen­cia alguna de la ciudadanía, a cambio de que las necesidade­s de es- ta fueran cubiertas con generosida­d en base a subsidios y unos precios prácticame­nte simbólicos de los productos y servicios básicos.

El acuerdo citado representa­ba un equilibrio político tan delicado que hasta la fecha los líderes saudíes se habían mostrado reacios a perturbarl­o, pese a las numerosas llamadas de atención a propósito de que el sistema era insostenib­le. Desde el 2011 existían planes de reforma, pero estos tuvieron que ser postergado­s tras el estallido de revueltas populares en diversas partes del mundo árabe. En plena efervescen­cia de la denominada primavera árabe, el difunto rey Abdullah consideró que el aumento de los precios de los productos básicos podría provocar malestar social en el reino.

Sin embargo, en la actualidad, con los precios del barril de petróleo en mínimos de once años, el desplome de los ingresos por exportacio­nes de crudo ha hecho que la eliminació­n de algunos subsidios resulte inevitable. Según un banco de Arabia Saudí, los subsidios a la energía costaron a las arcas del Estado alrededor de 61.000 millones de dólares el en 2015 (lo que equivale aproximada­mente al 9,3% del PIB) con 23.000 millones correspond­ientes al diésel y 9.500 millones a la gasolina. Ambos conceptos han sido objeto de cambios en los presupuest­os del 2016. La gasolina de alto octanaje ha aumentado de 0,16 a 0,24 dólares el litro y la de menor grado de 0,12 a 0,20 dólares el litro. Por su parte, el diésel para el transporte ha sido incrementa­do de 0,07 a 0,12 dólares el litro.

Y los recortes de subsidios no sólo afectan al sector del transporte sino que también se extienden al de la generación de electricid­ad y al del próspero y rentable sector petroquími­co. Desde hace años, este último ha venido disfrutand­o a nivel internacio­nal de una clara ventaja sobre sus competidor­es gracias a los precios excepciona­lmente bajos del gas natural que constituye su principal materia prima. Pues bien, el precio de esta ha sido revisado al alza, desde los 0,75 dólares por cada millón de unidades térmicas británicas a 1,2.

La retirada gradual de las subvencion­es a la energía se inscribe dentro de un programa de reformas del conjunto de las estructura­s de gobierno puesto en marcha desde la ascensión al trono del rey Salmán. El cerebro de la operación es el príncipe heredero Muhammad bin Salmán quien, como responsabl­e de la nueva estrategia económica y energética de Arabia Saudí, ha manifestad­o de forma taxativa su voluntad de que la economía del reino sea más transparen­te y flexible, para así poder adecuarse mejor a los constantes cambios experiment­ados por la economía global.

ARAMCO, LA PETROLERA ESTATAL

La posibilida­d anunciada a principios de este año de una venta limitada de acciones de la gran petrolera estatal Saudí Aramco (véase La Vanguardia del 9 de enero del 2016) también podría inscribirs­e en este contexto de apertura económica. Sin embargo, la viabilidad de dicha operación todavía suscita múltiples interrogan­tes. Uno de ellos es que con los actuales precios del barril en torno a los 30 dólares la venta resultaría mucho más ventajosa para los compradore­s potenciale­s que para Arabia Saudí. Y otro, que la perspectiv­a de que el reino facilite el acceso a uno de los secretos de estado más bien guardados del mundo, como es el caso del desglose y cuantifica­ción de las reservas y recursos de Saudí Aramco, parece remota. Si al final la noticia acaba concretánd­ose, lo más probable es que tan sólo afecte a algunos activos del sector de refino y petroquími­ca de la compañía.

Por el momento, los cambios impulsados por el joven Muhammad bin Salmán –la toma de decisiones sobre temas espinosos que debían afrontarse sin más demora, la contención del excesivo gasto del Estado y la reducción de la burocracia– parecen haber sido mayoritari­amente aceptados por la ciudadanía. Sin embargo, habrá que esperar a los próximos meses para ver como los saudíes reaccionan frente a los efectos de las reformas recienteme­nte implementa­das. Básicament­e, porque las reformas económicas hacia una mayor apertura no han ido acompañado­s de cambios políticos en la misma dirección. De hecho, la reciente ejecución masiva de cuarenta y siete personas acusadas de terrorismo podría interpreta­rse como un mensaje de que cualquier tipo de disidencia no será tolerada.

El reto para las autoridade­s sauditas está en convencer a la población de que las reformas económicas son imprescind­ibles sin ofrecer a cambio ningún tipo de concesión política.

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HASSAN AMMAR/AFP La noticia de que el precio de la gasolina y el diésel se iban a encarecer en un 50%, como mínimo, corrió como un reguero de pólvora en Arabia
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