Retirarse a tiempo
La dimisión de Rajoy facilitaría la regeneración del PP y la formación de un nuevo gobierno
Uno de los grandes errores del General De Gaulle fue no haberse retirado tras el recrudecimiento del conflicto social que derivó en el denominado Mayo del 68. Tuvo que perder un referéndum que él mismo convocó un año después para marcharse. Eso mismo le puede pasar a Mariano Rajoy, que debe saber retirarse a tiempo porque una retirada a tiempo es una victoria, como enseñaba el general prusiano Clausewitz ( De la Guerra). Probablemente sea injusto pero la política no es justa sino pragmática y objetivamente se ha convertido en un escollo insalvable para formar un gobierno capaz de hacer frente a la gravísima situación que se nos viene encima.
En los círculos del poder cada vez se oye con más frecuencia que si Rajo ysev ay elPPfacilit aun gobierno de centro izquierda, en una o dos décadas se le reconocerá como un gran presidente como sucedió con Felipe González y Adolfo Suárez. En un momento en que los tambores de una nueva recesión se escuchan cada vez más cerca, un gesto de grandeza por su parte sería muy bien visto por una buena parte de la sociedad. Suárez lo hizo: “No quiero que el sistema democrático de convivencia sea, una vez más, un paréntesis en la historia de España”. Estas fueron sus palabras cuando el 29 de enero de 1981 compareció en Televisión Española para anunciar su dimisión como presidente del Gobierno y de Unión de Centro Democrático (UCD). Por el momento Rajoy parece haberse enrocado en el ‘no nos moverán’.
Es cierto que la renuncia sería un sacrificio muy duro que no sería entendido por una buena parte de su electorado. Al PPloquele pide el cuerpo es entrar en confrontación con la izquierda. Se argumenta, con razón, que a Pedro Sánchez también habría que exigirle visión deEstado. Paralos empresarios e inversores la mejor opción para preparar a España ante la nuevacrisis económicasería entre el PPyelPSOE. Pero es evidente que el PPnoestá en condiciones de volver a gobernar a pesar de haber ganado las elecciones.
La trama de corrupción que infecta al partido conservador está tan generalizada que es imposible que encabece un proceso regeneracionista, no tiene credibilidad. José María Aznar le dejó un partido tan corrupto que nadie quiere asociarse con él. ¿Quién compartiría gobierno con el PP sabiendo que en cualquier momento puede volver a explotar otro escándalo? Casos comoel de Valencia, Gürtel, Bárcenas, Púnica, Rato y un larguísimo etcétera les invalida para poder pactar ungobierno de coalición. Es como si hubiesen pisado un excremento de perro, y cada paso que dan peor huele.
Como ha pasado con Convergencia Democrática de Catalunya tras el escándalo Pujol, a Mariano Rajoy no le queda más remedio que dimitir y arrastrar en su salida a una generación de dirigentes que no supieron estar a la altura de las circunstancias. Lo mismo ha pasado en el PSOE, que no queda ni un dirigente de la vieja guardia. Sólo así el centroderecha español se podrá regenerar y prepararse para regresar al poder cuando les toque.
Intentar forzar unas nuevas elecciones con la esperanza de recuperar el electorado perdido es inútil. Les guste o no a los dirigen- tes del PP, la única salida realista y por la que apuestan los mercados es por un gobierno PSOE-Ciudadanos. De hecho, en las últimas horas los responsables económicos de ambas formaciones están negociando contra reloj el memorándum u hoja de ruta del nuevo ejecutivo.
Se pretende que la investidura de Sánchez se produzca en la primera semana de marzo. No hay tiempo que perder. Se teme que la quiebra de un gran banco europeo pueda crear una situación similar a la que se produjo tras la caída de Lehman Brothers. La escalada de la prima de riesgo hace que la situación de provisionalidad no se pueda alargar mucho más, como ha advertido el gobernador del Banco de España Luis María Linde.
En estas circunstancias, un gobierno de centroizquierda no solo es la solución preferida por los grandes empresarios del Ibex sino por la inmensa mayoría de los españoles, como reflejan las encuestas. Pero para que eso resulte posible deberían abstenerse el PP o Podemos. Este es el quid de la cuestión: si fuese la derecha quien facilitase la formación del gobierno impondría una serie de condiciones y se quedaría como árbitro de la situación. Tal escenario daría confianza a los mercados porque garantizaría una cierta continuidad en las reformas y ajustes que contanto sacrificio se hicieron durante los años de la recesión. Pero no serviría para resolver el problema catalán, por eso los nacionalistas prefieren que sea Podemos quien facilite el gobierno Sánchez-Rivera a cambio de determinadas concesiones.
Al líder de Podemos no le convence esta fórmula. Pablo Iglesias quiere hacerse con el aparato del Estado, como ha dicho por activa y por pasiva. Quiere la vicepresidencia para controlar el CNI, RTVE, Interior, Defensa, etcétera. Puede ser una táctica de negociación para después quedarse con lo que sea, aunque los viejos dirigentes socialistas nosefían deél y preferirían verlo fuera del Consejo de Ministros.