China ante el dilema de crecer a dos velocidades
Las autoridades de Pekín apuestan por mantener un alto ritmo de crecimiento de la economía y al mismo tiempo realizar reformas estructurales sin afectar a la estabilidad social, una ecuación que se vislumbra de difícil realización
Las autoridades chinas se hallan abocadas a afrontar su reto más difícil de las últimas décadas. Un desafío que el primer ministro del gigante asiático, Li Keqiang, planteó en forma de objetivos en su discurso ante la Asamblea Nacional, el órgano legislativo del gigante asiático.
Ante cerca de 3.000 delegados el mandatario chino propuso superar una apuesta triple de gran complejidad en los próximos cinco años. Planteó la voluntad de mantener un ritmo de crecimiento de entre el 6,5 y el 7% en los próximo cinco años (lo que es relativamente alto dada la desaceleración que registra la economía china), así como el empeño de profundizar en las reformas estructurales para modernizar la economía y todo ello conjugado con la intención de mantener la estabilidad social.
Li Keqiang trazó estos objetivos con el ambicioso trasfondo político de los dirigentes de Pekín de celebrar el centenario de la fundación del Partido Comunista en el 2021 presentando al país una China modernizada y transformada en gran potencia. Metas que deben ir acompañadas con haber logrado doblar en el 2020 el PIB y la renta per cápita que China tenía en el 2010.
Un horizonte de color de rosa que numeroso analistas cuestionan, dados los alarmantes indicadores que genera la marcha de la segunda potencia mundial. “En un contexto de crecimiento económico cada vez más lento, la salida de capitales y el aumento de la tensión social, será cada vez más difícil alcanzar estos objetivos políticos al unísono”, apuntó esta semana Michael Taylor, director del servicio de inversión de la agencia Moody’s para la región Asia-Pacífico.
Su reflexión venía precedida por la decisión de esta agencia de califi- cación rebajar a negativa su perspectiva sobre la deuda china. Resolución adoptada ante el debilitamiento de los parámetros fiscales del país, cuya deuda pública y privada se ha cuadriplicado desde el 2008 y según los cálculos de la consultora McKinsey alcanza el 280% del PIB.
Craig Botham, economista de mercados emergentes de Schroders. se muestra igualmente pesimista en su análisis. Considera que Pekín ha optado por crecer a un ritmo más elevado, presionado por la obligación política de alcanzar el objetivo de doblar en el 2020 los resultados del 2010. “Creemos que el nivel de estímulo necesario para alcanzar un nivel de crecimiento superior al 6,5% sólo exacerbará los desequilibrios existentes. En particular, el problema de la deuda, que empeorará, y aumentarán a su vez el riesgo y el impacto de una crisis financiera”.
La mayoría de observadores internacionales consideran que las autoridades chinas han optado por aparcar el ambicioso programa de reformas económicas que anunciaron hace dos años, en aras de la estabilidad política. Decisión que expli- caría la lentitud y prudencia con que Pekín avanza en el campo de las reformas estructurales y que lastra la economía.
Y es que los líderes chinos se hallan ante un disyuntiva que quisieran borrar de un plumazo, pero no pueden. Es la divergencia que existe entre la desesperanza de los trabajadores de un sector público condenado a la desesperación y la esperanza de un naciente y agresivo sector privado dispuesto a comerse el mundo. Una brecha que amenaza con convertirse en fuente de conflictos sociales y que la cúpula dirigente teme que erosione el poder del Partido Comunista. Razón por la cual está dispuesta a prolongar en el tiempo las reformas estructurales si con ello evita las protestas y mantiene la estabilidad social.
Para intentar encajar esta situación Li Keqiang anunció la semana pasada una serie de medidas, que los
Las autoridades chinas quieren que en el 2020 China doble el PIB y la renta per cápita que tenía en el 2010 Pekín está dispuesto a aplazar en el tiempo las reformas estructurales con tal de mantener la estabilidad social El Gobierno chino da a entender que prefiere mantener la estabilidad social a la aplicación de reformas estructurales que doten de mayor efectividad a la economía de la segunda potencia mundial.
analistas consideran que perpetuarán la actual situación económica por la que atraviesa China. Anunció el mantenimiento de una política monetaria acomodaticia y un aumento del techo fiscal del 2,3 al 3% en el 2016. Una medida que según el dirigente chino permitirá reducir los impuestos a las empresas y les liberará recursos para invertir en innovación.
Pero junto a estas iniciativas presentó un aumento de la inversión pública del 7% para este año y un programa de grandes obras de infraestructuras hasta el 2021. Li avanzó que se destinarán 112.000 millones de euros a construir nuevas líneas de trenes de alta velocidad y 230.000 millones de euros más en autopistas, además de una veintena de grandes obras hidráulicas.
Un enorme dispendio que sugiere que Pekín podría utilizar para canalizar la mano de obra afectada por el cierre de empresas afectada por las reconversión de su sector público, que supondrá millones de despidos.
Para paliar estos efectos, Li anunció también la creación de un fondo de 14.000 millones de euros destina-
China impulsará obras de infraestructura para recolocar la mano de obra afectada por la reconversión industrial
do a subsidios y compensaciones para los trabajadores que pierdan sus puestos de trabajo en dichos procesos de reconversión industrial. Si bien omitió avanzar calendario alguno acerca de la creación del fondo y del inicio del proceso de reformas.
Un panorama que, por otra parte, ya ha provocado las protestas de los dirigentes provinciales y locales, recelosos a los cambios y que temen perder sus fuentes de ingresos si cierran las fábricas instaladas en sus territorios. Sus representantes ya han levantado la voz estos días en la Asamblea Nacional y advertido que el Gobierno central deberá compensar con otros recursos la desaparición de estas industrias.
Una coyuntura pues que sugiere que los tiempos de cambio en la economía china aun tardarán en producirse y, en cualquier caso, estarán supeditados a la evolución de la situación política.