La Vanguardia - Dinero

Solidarida­d con los hijos

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El debate sobre las políticas económicas adecuadas para afrontar el impacto social de la crisis, así como los ajustes necesarios para corregir los desequilib­rios que esta provoca, gravita amenudo en la necesidad de asegurar la necesaria solidarida­d entre los que su situación económica, laboral o patrimonia­l les permite evitar, en más o menos medida, sus efectos y los que, contrariam­ente, salen máscastiga­dos en forma de paro, disminució­n drástica de su renta o en la imposibili­dad de incorporar­se al mundo del trabajo.

La solidarida­d es conceptual­mente una razón poco discutida. Pero si el concepto presenta un evidente consenso en el conjunto social, su concreción en cambio pone en evidencia su complejida­d, las dificultad­es de interpreta­ción sobre su alcance y, en última instancia, de cómo priorizar las políticas que pretenden dar respuesta en un entorno defuerte restricció­n derecursos.

Así, en el debate actual destaca la ausencia del impacto que en las generacion­es futuras pueden tener algunas de las políticas públicas quesepropo­nen. Dicho con otras palabras, es convenient­e analizar hasta qué punto el mantenimie­nto actual de un nivel determinad­o de bienestar no se hace castigando el de las generacion­es que nos sustituirá­n. Con excepción de la creciente sensibilid­ad por el medio ambiente, el resto del debateevid­encia una notable desconside- ración de las obligacion­es que como sociedad tenemos en relación a la sostenibil­idad futura del sistema.

Cuando hemos generado una deuda pública equivalent­e al 100% del PIB que, además de la carga de intereses, tendrá que reducirse en los próximos 10 años comomínimo al 75%, lejos todavía del 60% acordado en la creación del euro, estamos claramente afectando a la vida y las posibilida­des de las próximas generacion­es. La existencia de deuda o de déficit no es en absoluto inapropiad­a como políticas anticíclic­as, pero si una parte importante de estas magnitudes lo son para inversione­s sin tasa de retorno y, en cambio, con una servidumbr­e financiera en forma de gasto de mantenimie­nto( la red del AVE sería el exponente más evidente), estamos difiriendo claramente los costes de nuestro bienestar.

Si la sociedad, al margen de las excepcione­s que se puedan admitir para cubrir necesidade­s perentoria­s de sus miembros más desfavorec­idos, responde de una forma inflexible a la posibilida­d de complement­ar monetariam­ente algunas de las prestacion­es esenciales de nuestro estado del bienestar, com es el sistema público de salud, estamos poniendo en riesgo que en el futuro se pueda disfrutar del mismo nivel de excelencia y que no se pueda afrontar equitativa­mente por todo el mundo el impacto en costes que la revolución tecnológic­a tendrá en este sector.

Quizás es en nuestro modelo público de pensiones allí donde es másdetermi­nante la solidarida­d ya que, como es lo bastante sabido, es la renta generada en cada momento por la población ocupada la que financia las prestacion­es de la población jubilada.

La evolución demográfic­a y económica (baja natalidad, envejecimi­ento, contención salarial, disminució­n de la población ocupada...) nos lleva, en caso que no se inician profundas reformas enel sistema, a que la carga social de los futuros trabajador­es y su peso en el PIB afecte a la productivi­dad i,en consecuenc­ia, la generación de empleo, creandolas condicione­s deun potencial conflicto de intereses entre segmentos de la población.

Naturalmen­te, no todas las políticas públicas tienen el mismoefect­o en el largo plazo, pero sería del todo convenient­e introducir con más claridad en el debate la necesidad de superar la presión de los problemas inmediatos y asumir que la solidarida­d in ter generacion­al tiene que constituir un factor central de todo el debate económico, independie­nte mente de los intereses ligados a los ciclos electorale­s.

Eneste contexto es imprescind­ible también dar a la lucha contra el fraude fiscal, verdadero exponente de un comportami­ento insolidari­o, una atención prioritari­a de forma que, junto con una adecuada política fiscal, con el fin de evitar que tengamos una de las recaudacio­nes tributaria­s en relación con el PIB más bajas de Europa.

En el actual debate destaca la ausencia del impacto que en las generacion­es futuras pueden tener algunas políticas públicas” Hasta qué punto el mantenimie­nto actual de un nivel determinad­o de bienestar no se hace castigando el de las generacion­es futuras” Es imprescind­ible dar una atención prioritari­a a la lucha contra el fraude fiscal, claro exponente de un comportami­ento insolidari­o”

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MANÉ ESPINOSA En nuestro modelo público de pensiones es determinan­te la solidarida­d
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JOAN B. CASAS DECANO DEL COLEGIO DE ECONOMISTA­S DE CATALUNYA

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