El BCE saca la artillería
El Banco Central Europeo (BCE) sorprendió a los mercados anunciando medidas expansivas por encima de lo esperado, ampliando el importe mensual de las compras de activos hasta 80.000 millones de euros e incluyendo en su perímetro de compras a los bonos emitidos por empresas con alta calificación crediticia. Además de eso, bajó los tipos oficiales hasta el 0%, los tipos de depósito hasta el -0,4% y anunció que ofrecería tipos de refinanciación a largo plazo para la banca (TLTRO) –también a tipos negativos– destinados a ser prestados a la clientela, en un intento muy agresivo de facilitar el crédito a tipos mínimos y permitir que fluya dinero hacia la economía real. Todo ello hasta marzo de 2017, o más allá si es necesario.
En definitiva, una batería de medidas expansivas que persiguen reactivar la economía, acelerar el crecimiento y evitar el riesgo de deflación en el que vuelve a sumirse la eurozona. Y todo ello porque las previsiones macroeconómicas de la propia institución se vieron drásticamente reducidas: tres décimas menos de PIB en 2016, hasta el 1,4%, y, sobre todo, nueve décimas menos de inflación, hasta el 0,1%.
Más allá de los vaivenes de los mercados, conviene analizar los motivos que llevan a tomar esta decisión, y estos son que el BCE no ve bien el futuro y decide actuar con vigor para reactivar el crédito al sector privado, que a su vez debería fomentar el consumo y la inversión. Las preguntas son: ¿basta con la actuación de los bancos centrales para provocar la toma de decisiones en el sector privado? ¿Los estados acompa- ñarán al banco central con reformas estructurales que incrementen el crecimiento potencial a futuro?
En cuanto a la primera, las medidas tomadas hasta la fecha pueden haber servido para evitar la deflación, lo que habría supuesto un importante incremento en el coste real de la abultada deuda pública y, sin duda, han estabilizado los mercados. Por el momento, su impacto en términos de crecimiento económico parece más cuestionable. Necesitaremos tiempo para evaluar el efecto de este nuevo paquete de estímulos pero, a priori, si se aplica un tratamiento tan agresivo es porque lo anteriormente hecho no ha sido suficiente. Nadie nos asegura, por tanto, que insistir con una fórmula aumentada vaya a dar con la tecla. Si las medidas no surten el efecto deseado, nos encontraríamos con una divergencia aún mayor entre el mundo financiero y el mundo real y, por tanto, con burbujas con riesgo de estallar.
Por otra parte, los estados deben centrarse en su propia tarea: aquellos que aún presentan desequilibrios estructurales deben aplicarse en su corrección inmediata, aprovechando el periodo de tipos bajos y liquidez ilimitada que brinda el BCE. Esto supone aprovechar el momento para aliviar el efecto negativo a corto plazo de los ajustes, no vivir del maná monetario para seguir haciendo lo mismo. Y los países que sí han corregido los desequilibrios deberían abrir un poco la mano del gasto y la inversión para dinamizar la economía.