Gran Bretaña se queda sin industria pesada
Tata Steel ha puesto en venta los Altos hornos de Port Talbot y todas sus operaciones en el país
En 1972 la industria siderúrgica británica empleaba a 320.000 personas y hoy está a punto de desaparecer. La marcha de Tata es el último ejemplo.
Es como si la difunta Margaret Thatcher hubiera lanzado una maldición sobre las minas de Yorkshi rey de los valles gales es, sobre los astilleros de Teeside, las fábricas textiles deLancashire ysobre todo lo que suene a industria pesada y manufacturas. Desde su llegada al poder en 1980, un imperio mercantil y país de comerciantes se ha convertido paulatinamente en una tierra de banqueros, especuladores, hoteleros, abogados, contables, gestores... Cuatro de cada cinco empleos son el sector servicios, con los desequilibrios estructurales que ello genera.
Lo que queda del antaño potente sector industrial británico ha sufrido ahora un nuevo golpe con la puesta a la venta por la empresa india Tata Steelde todas sus operaciones en Gran Bretaña (los Altos hornos de Port Talbot, las fábricas de acero de Rotherham, Scunthorpe...), poniendo en grave peligro 40.000 empleos. La compañía pierde 1,2 millones de euros al día, y los analistas dicen que la pregunta no es por qué cierra, sino cómo ha tardado tanto en hacerlo.
Para quienes trabajan en Port Talbot –muchos desde hace más de treinta años, y antes que ellos sus padres y abuelos–, la pregunta en cambio es otra: ¿por qué los bancos fueron rescatados a raíz de la crisis financiera del 2008 a pesar de que lo ocurrido fue por su culpa, y en cambio a una industria estratégica tan importante hay que aplicarle a rajatabla las leyes del libre mercado? El gobierno Cameron, en su ortodoxia ultraliberal, no sólo descarta por completo una nacionalización del sector, sino que veta los intentos de la Unión Europea de imponer tarifas a las exportaciones chinas de acero.
“Una filosofía de laissez faire nihilista que no cree en el Estado tiene obnubilado al Partido Conservador –dice el analista Will Hutton–. Londres le ha tendido la alfombra roja a los chinos. Es absurdo que los demás fabricantes de acero carezcan de competitividad porque el Partido Comunista decide saturar el merca- do con productos de bajo coste para mantener contenta a su población y obtener legitimidad democrática. El primer ministro David Cameron quiere ser su mejor amigo para obtener inversiones, y en la práctica ha sacrificado los Altos Hornos a cambio de que Pekín sea propietario de la próxima generación de reactores nucleares británicos”.
Seis de los diez mayores productores de acero del mundo son chinos (Hebei, Wuhan, Baoseteel, Ansteel, Shagang y Shuogang). El país produjo el año pasado 803 millones de toneladas (el 40% del que se fabricó en todo el planeta), y exportó 110 millones. La crisis ha estallado ahora, pero llevaba cuatro décadas gestándose. Y aunque el dumping chino es una de las causas inmediatas, la culpa la tienen también la globalización, la apertura de nuevos mercados, la desaceleración económica en Asia, la saturación de la oferta, el colapso de los precios y las políticas industriales (o falta de ellas) del gobierno británico, cuyos impuestos alas empresas siderúrgicas son siete veces más altos que en la media de la UE. A fin de incentivar la reducción de emisiones de carbono, Londres ha impuestos unas tasas medioambientales que han disparado el coste de la energía, tanto para los particulares como a nivel industrial.
Con pérdidas de mil millones de euros en el último ejercicio, las perspectivas de encontrar un comprador para Tata Steel (¿los alemanes de ThyssenKrupp, Liberty House, el norteamericano Wilbur Ross?) parecen remotas, y eso que en Port Talbot están los Altos hornos integrados más grandes de Europa, con un puerto de aguas profundas capaz de cobijar buques mercantes de 170.000 toneladas, y fácil acceso a la red de autopistas. Pero su actual valor de mercado es cero, y los propietarios de la empresa india no dudarán en declararse en quiebra sino encuentran comprador. De esa manera le pasa rían al Estado el fardo de un fondo de pensiones para 130.000 trabajadores valorado en 20.000 millones de euros, y con un agujero de 500 millones que aumenta cada año.
El acero, en pleno apogeo industrial británico, llegó a dar trabajo a 320.000 personas. El Reino Unido podía presumir de su sector automovilístico, de defensa, farmacéutico, aeronáutico, químico, electrónico... Pero eso fue antes de la llegada de Thatcher, hoy parece una reliquia del siglo XX. En los últimos cuarenta años ha cambiado el paisaje del país, ya no hay astilleros en Teeside, ha cerrado la última mina de carbón en Kellingley (Yorkshire), yhasta los tanques del ejército son fabricados en España.
“La gran locura de Margaret Thatcher fue dejar una industria de tan alto valor estratégico al albur de los mercados”, dice el analista Tom Broadhurst. El gran imperio mercantil de antaño se ha convertido en unapotencia desegundoorden. Sus propias empresas compran acero a China, porque es más barato. Los radiadores, las latas de sopa y los capós de los coches ya no se van a fabricar en Port Talbot, sino en Guanghzou. El rescate de T ata S te el costaría 2.000 millones de euros, la mitad que un portaviones y la quinta parte que un submarino nuclear. Pero el gobierno no lo va a pagar.
La competencia china, los elevados impuestos y la falta de ayudas lastran el acero británico En 1972 la industria siderúrgica británica empleaba a 320.000 personas, hoy está a punto de desaparecer