Aquello que nos une a las estrellas
La obra de Elena Kervinen no se deja encasillar en las categorías que se suelen aplicar al arte contemporáneo. Sus dibujos tienen un aspecto intemporal y evocan una sensibilidad romántica, y sin embargo su visión de la realidad es propia del siglo XXI. Sus paisajes parecen a la vez minerales y aéreos, terrestres y celestes. Su materialidad encuentra su complemento en la luz, y ello sucede también mediante las técnicas escogidas: en bastantes obras dibuja no con lápiz de grafito sobre papel, sino con punta de oro sobre mármol. Una técnica medieval y olvidada sobre un soporte considerado escultórico.
El título de la exposición que presenta en la galería El Quadern Robat se refiere a un tejido secreto que une o relaciona todo lo que
existe. El poeta romántico Novalis inauguró una nueva visión que inspiró algunas de las mejores pinturas modernas, desde algunas de Paul Klee hasta buena parte de la obra de Joan Miró, y notablemente su culminación, que es la serie de las Constelaciones. Pero una de las singularidades de la obra reciente de Kervinen es su modo de evocar lo lejano y el cosmos a partir de representaciones figurativas y metarrealistas de paisajes concretos, montañas y celajes. Su visión parece estar a punto de acceder a otras dimensiones y a escalas microscópicas o universales. Y, sin embargo, paradójicamente, permanece en el ahora y el aquí, ante unos lugares y momentos que parecen despertados por una iluminación temporal, a la que seguirá una ocultación.