Un duro cambio de identidad
Estas prescripciones, advierte Boland, no tienen que ver únicamente con la adquisición de nuevas habilidades, sino con una transformación de la personalidad de los parados que les permita desenvolverse mejor en la nueva situación. Lo que se les solicita es que cambien su identidad, que no es tan sencillo, ni tan inocuo. Si el mercado de trabajo fuera únicamente un espacio en el que la oferta y la demanda se encontrasen, señala Boland, el éxito o el fracaso de las personas concretas sería algo impersonal. Sin embargo, cuando se le reviste de ribetes actorales y se señalan las habilidades casi teatrales como imprescindibles, el proceso de selección se convierte en algo que señala profundamente al individuo como causante de sus propios males. Las consecuencias subjetivas de los periodos de desempleo prolongado, que son bien conocidas, se agravan por los discursos que hacen hincapié en la responsabilidad individual. Lejos de ayudar y de empoderar al desempleado, pueden ser psicológicamente perjudiciales, y ello sin contar con el nivel de exigencia excesivo que supone la demanda de una reinvención continua de las personas que se hallan en mala situación