La Vanguardia - Dinero

El mayor paraíso fiscal se llama Estados Unidos

Delaware, Dakota del Sur, Nevada o Alaska lideran la atracción de capitales foráneos con sus ventajas fiscales y el secretismo de compañías instrument­ales sin identifica­r a sus propietari­os

- FRANCESC PEIRÓN

Los secretos del despacho Mossack Fonseca desvelan una gran trampa sin citarla. Silencio administra­tivo.

En once millones de documentos no figura ni un nombre sobresalie­nte procedente del país que acumula más fortunas y con más ganas de esquivar impuestos, según la tradición defendida por los republican­os y unas multinacio­nales que prefieren tener el capital en el extranjero antes que pagar tasas a su erario.

A los que están en el ajo no les ha cogido con el paso cambiado. No les ha sorprendid­o que, a partir del análisis de los papeles de Panamá realizado por el consorcio internacio­nal de periodismo de investigac­ión, no aparezcan implicacio­nes de políticos o millonario­s estadounid­enses.

“No han salido más que los asuntos vinculados a una firma de abogados, ahí fuera hay muchas más que hacen lo mismo”, responde en primera instancia Mark Hays, asesor senior de Global Witness, una entidad sin ánimo de lucro que lucha por la transparen­cia financiera. Sólo es la punta el iceberg. “Tenemos los papeles de Panamá, pero cualquier día podrían salir los de Nevada o Delaware”, añade. Que no son precisamen­te el Caribe.

“A menudo afirmamos –insiste Hays en conversaci­ón telefónica– que Estados Unidos es uno de los territorio­s en que más fácil resulta montar compañías instrument­ales anónimas. Es tan fácil que muchos pueden dedicarse a este negocio. Hay tanta gente metida en esto que se hace complejo saber que está ocurriendo de verdad con el dinero”.

Esta es la clave. Ya no se precisa buscar paraísos fiscales en localizaci­ones tropicales, con cocoteros y nombres exóticos en el imaginario colectivo como islas Cayman, Virgin, Seychelles o Bahamas, países que se han vinculado a un juego relevante en los movimiento­s del patrimonio de los ricos por el planeta.

Uno de los hechos menos conocidos, y que la trama panameña ha ayudado a poner sobre el tapete como un daño colateral, es que la gran industria offshore –fuera de las cos- tas– se halla, de facto, onshore, en el interior. De manera que los especialis­tas sostienen que Estados Unidos se ha convertido en una de los principale­s destinos offshore en tierra firme. Le llaman la nueva Suiza.

“Muchas de las jurisdicci­ones fuera de costas son menos atractivas para las familias internacio­nales que pretenden el secreto”, asegura la página web de la South Dakota Trust Company, una de la más activas en la captación de dinero, de donde sea.

“En consecuenc­ia –prosigue–, la estabilida­d de EE.UU., combinado con las leyes de fideicomis­o o con- fianza pueden ofrecer más garantías que los servicios offshore basados en países menos poderosos”.

Antes del flujo exterior, Dakota del Sur, con la ciudad de Sioux Falls de centro operativo, había iniciado su boom en este sector, al eliminar los impuestos personales o corporativ­os y con estrictas regulacion­es para proteger y acorazar los activos.

El estado de las praderas ha trepado a la cima de esta industria, más que sospechosa para no pocos expertos, en la que compite de forma intensa para la captación de cuentas con Nevada –Reno es el foco–, Dela- ware, Alaska o Nueva York. Estos son los nuevos puntos de interés, gracias a un conjunto de capacidade­s, entre las que se incluyen “las garantías del secreto, la minimizaci­ón de impuestos, la gestión de los bienes y la provisión al cliente de que podrá acceder a sus cuentas en cualquier lugar del mundo”.

Así los resume el economista James Henry en un informe que redactó para Tax Justice Network, organizaci­ón que también se dedica a combatir a los evasores. Este colectivo sitúa a Estados Unidos en tercer lugar a nivel mundial entre los paraísos fiscales, sólo por detrás de Suiza y Hong Kong y por delante de las islas Cayman y Luxemburgo.

El Boston Consulting Group estima en unos 800.000 millones de dólares el dinero foráneo atraído a territorio estadounid­ense, recoge el

Financial Times, por los 2,7 billones de Suiza, y con previsión de crecimient­o del 6% anual, más rápida que la de cualquier otro rival, salvo la citada ciudad China y Singapur.

Al contrario de la creencia popular, Estados Unidos emerge como

No hay millonario­s de EE.UU. en los papeles de Panamá: no precisan hacer ese viaje para ocultar su dinero

atractivo paraíso fiscal porque no ha firmado las regulacion­es globales que fuerzan a las compañías anónimas a desvelar los nombres de los verdaderos propietari­os.

Comparado a los enclaves famosos, EE.UU. es más indulgente y seguro como escondite de dinero. En muchos estados, como Delaware, se puede registrar una sociedad instrument­al, con testaferro­s al frente, sin ningún tipo de identifica­ción y sin especifica­r al titular real de la misma. “En algunos lugares es más fácil registrar una compañía que hacerse

con el carnet de la biblioteca”, confiesa el analista Joseph Spangler al

The Washington Post.

“Que irónico, no, que perverso, que Estados Unidos, tan mojigato en la condena de los bancos suizos, se haya transforma­do en el banquero de la jurisdicci­ón secreta”, escribe en un diario legal Peter Cotorceanu, abogado de Anaford AG, una sociedad de Zúrich. “¿Escuchas ese sonido succionado­r? Es el ruido del dinero que fluye rápido hacia allá”.

El gran sarcasmo, que dice Hays desde la tribuna de una organiza- ción en pie de guerra contra esas sociedades instrument­ales sin dueño.

Que no haya americanos en los papeles de Panamá, precisa, se debe al celo del IRS (agencia tributaria), por perseguir a los evasores nacionales de puertas afuera y a la continúa exigencia de Washington de vigilancia sobre la huida al exterior.

“Estados Unidos presiona a otros países para que establezca­n regulacion­es –remarca Hays–, pero le responden que, en primer lugar, los estadounid­enses deberían poner orden en su propia casa”.

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BLOOMBERG Y GOOGLE Sedes de DuPont y Corporatio­n Trust Center (290.000 empresas), en Delaware y una vista de Reno (Nevada)

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