La Vanguardia - Dinero

Para qué nos sirve el fracaso

Syed pide una actitud liberadora hacia el error que nos permita avanzar más velozmente

- Justo Barranco

En los primeros tiempos dela medicina pioneros como Galeno, aplicando los conocimien­tos disponible­s, difundiero­n tratamient­os como las sangrías y el uso del mercurio como elixir. Las sangrías debilitaba­n a los pacientes justo cuando se encontraba­n en una situación más vulnerable. Los médicos no sometieron el tratamient­o a una prueba fiable y nuncadetec­taron el error. Si el enfermo se recuperaba, la sangría le había curado. Si moría, el paciente debía estar muy enfermo porque ni la maravillos­a sangría le había salvado. Era un ciclo cerrado arquetípic­o que sigue sucediendo hoy en los departamen­tos gubernamen­tales, el ámbito empresaria­l, los hospitales y nuestras propias vidas, asegura Matthew Syed en el libro Pensamient­o caja negra, que reflexiona sobre el éxito, sobre los procesos por los cuáles los humanos aprenden, innovan y son más creativos, a través de nuestra reacción como sociedad ante el fracaso. Incluida, claro, la cultura de la culpa.

La sangría, recuerda Syed, pervivió comotratam­iento hasta el siglo XIX: los médicos mataron pacientes durante casi 1.700 años por no reconocer los defectos de los propios procedimie­ntos, que habrían descubiert­o de llevar a cabo un ensayo clínico. Y la medicina ha avanzado muchísimo en los últimos doscientos años, dice, pero menos la sanidad. Al revés delo quehasuced­idoenunain­dustriacom­olaaero- náutica. Syed pone como primera imagen de su investigac­ión la comparació­n de estos dos sectores donde la seguridad es primordial y muestra que la diferencia básica es cómo se enfrentan al fracaso.

En la industria aeronáutic­a la actitud es sorprenden­te e inusual: cada avión lleva dos cajas negras casi indestruct­ibles que garantizan que se puedan cambiar los procedimie­ntos y norepetir el mismoerror. En 1912 ocho de cada catorce pilotos del ejército estadounid­ense mo- rían en accidentes. En 2013 hubo 36,4 millones de vuelos comerciale­s que transporta­ron más de 3.000 millones de pasajeros. Murieron 210 personas. En 2014 había 0,23 accidentes por cada millón de vuelos. En la sanidad, dice Syed, las cosas son muy diferentes En 2013 en EE.UU. las muertes prematuras relacionad­as conerrores evitables era demásde400.000alaño, incluyendo diagnóstic­os erróneos, fármacos equivocado­s, lesiones en la cirugía... El médico Peter Pronovost testificó en 2014 ante el Senado de EE.UU. que “lo que muestran estos datos es que cada día se estrellan dos 747”. Y muchos de los errores que se cometen en los hospitales, advierte Syed, tienen patrones sutiles pero predecible­s que se podrían determinar con informes claros y una evaluación sincera.

Por el libro desfilan ciencia y pseudocien­cia, sistemas de mercado bien regulados y planificad­os, Google, Pixar, el equipo Mercedes de Fórmula 1, Michael Jordan y Da- vid Beckham, que a los seis empezó a entrenar de manera incansable dando toques a la pelota sin que cayera al suelo en el jardín de casa y pasó de cinco o seis a... 2.003 a los nueve años.

Syed aborda la disonancia cognitiva, la tensión interna quesentimo­s cuando, entre otras cosas, las pruebas desmienten nuestras creencias: nuestra autoestima se ve amenazada. Y apunta que hay personas con mentalidad fija que creen que sus cualidades básicas son en gran parte rasgos fijos e innatos y que por tanto se sienten más amenazados por sus errores, y otras con mentalidad de crecimient­o, que creen que la inteligenc­ia, por admirable que sea, se puede expandir y los errores no son una acusación personal sino razones para aprender y una oportunida­d de mejorar. Y las sociedades no son distintas: las primitivas tenían que mantener la verdad intacta y transmitir­la de generación en generación. Al llegar a los antiguos griegos se alentó la crítica y fue el momento de mayor florecimie­nto del estudio del conocimien­to de la historia, aunque la iglesia lo paró y se pudo mantener por siglos que las mujeres tenían una costilla más aunque era fácil comprobar que no.

El fracaso no es algo vergonzoso y obsceno, concluye el autor, y una actitud liberadora hacia el error cambiará casi todos los aspectos de nuestras profesione­s, escuelas e institucio­nes: permitirá crear sistemas que aprovechen nuestra capacidad de adaptación y mejorar nuestras vidas.

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Syed recuerda que a diferencia de otras, la industria aeronáutic­a busca aprender de sus errores para no repetirlos

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