La Vanguardia - Dinero

La deuda impagable

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Aunque pueda parecer distinta, esta ha sido una crisis global tradiciona­l, hasta clásica. Hemos visto tanto antes como después del colapso financiero del 20082009, un aumento de la desigualda­d de la renta, muy acentuado en EE.UU., pero bastante significat­ivo en muchos otros países también. Asimismo, se ha registrado una reducción del porcentaje del PIB que correspond­e a las rentas de los hogares medios, principalm­ente en China y Alemania. Estas dos tendencias tienen el mismo impacto: más ahorro y menos consumo, medidos como porcentaje del PIB. Una transferen­cia de la riqueza a las empresas o a los ricos reduce la parte de la renta total dedicada al consumo ya que las familias de rentas bajas y medias absorben un mayor porcentaje de lo que ganan.

Al margen de considerac­iones sociales, políticas o éticas, eso no tiene porqué ser un problema para el crecimient­o económico si el aumento del ahorro se traduce en inversión. En el siglo XIX, por ejemplo, el ahorro sí encontraba salidas de inversión. En el Reino Unido, y en menor medida en Holanda, Francia y otras partes de Europa, la extrema desigualda­d creaba un exceso del ahorro que se invirtió en EE.UU. en los grandes proyectos de infraestru­ctura, industrial­ización y urbanizaci­ón del oeste, cuya necesidad de financiaci­ón sobrepasab­a la capacidad del ahorro nacional en EE.UU.. Esas inversione­s procedente­s del viejo continente elevaron la tasa de crecimient­o mundial a finales del siglo XIX y a primeros del XX.

La esperanza en nuestros tiempos era que las economías emergentes –encabezada­s por los BRICs– desempeñar­ían un papel parecido al de EE.UU. entonces. Pero no está ocurriendo, quizás porque esos países no tienen la credibilid­ad que EE.UU. tenía hace 150 años. Por lo tanto hay un problema. EE.UU. o Europa podrían invertir en infraestru­cturas en sus propias economías y absorber el exceso de ahorro. Creo que deberían de hacerlo aprovechan­do los bajísimos tipos de interés de la deuda. Pero no está ocurriendo por motivos políticos.

Si no sube la inversión para absorber este exceso de ahorro, algo tiene que ocurrir para que baje, porque en última instancia el ahorro y la inversión deben ser iguales. Dos mecanismos sirven para que esto ocurra. Puede haber una explosión artificial del consumo a través de burbujas en los mercados de activos financiero­s infladas por el exceso de ahorro en países como Alemania o China. Esto hace que la gente se sienta más rica, aunque no sea el caso, y consuma más. Pero como vimos en España y en EE.UU. no es sostenible. La otra forma de bajar el ahorro es mediante la contracció­n de la actividad económica, los despidos y la recesión. En ambos casos el resultado final es una caída de la demanda agregada bien de forma inmediata o bien tras el pinchazo desastroso que ocurre cuando se pinchan esas burbujas.

Así que estamos en la tercera fase de la crisis. Primero, la crisis de las hipotecas subprime en EE.UU. en el 2007-2008. Luego, la debacle en la zona euro en el 2010-2011, cuyo detonante fue la crisis bancaria trasmitida desde EE.UU., pero que habría pasado de cualquier modo debido al crecimient­o increíblem­ente desequilib­rado en la zona euro en los años anteriores. La tercera fase ha llegado en los últimos dos años en las economías emergentes, que dependían de la demanda de las economías avanzadas y de China.

Cuando se produjo la recesión occi- dental en el 2009, China aumentó su propia inversión para contrarres­tar el impacto negativo. Pero la inversión en China ya se situaba en niveles excesivos antes del 2008 debido a los desequilib­rios del modelo de crecimient­o chino, manifestad­os en la tasa de ahorro más elevada de la historia económica del mundo. Pero después de la crisis en EE.UU. y Europa, China pisó aún más fuerte el acelerador de la inversión. La demanda y los precios de las materias primas se dispararon, impulsando el crecimient­o en países como Brasil o Sudáfrica. Pero era inevitable que China desacelera­se. Muchos economista­s ya coinciden conmigo en que la economía china no tocará fondo hasta caer hasta un crecimient­o anual del 2 ó 3% . De ahí las recesiones en muchas economías exportador­as de materias primas. Y todo eso se refuerza a si mismo.

Por todo eso, la economía mundial no crecerá de forma robusta hasta que haya una recuperaci­ón significat­iva de la demanda. Hay dos formas posibles. Una es mediante una redistribu­ción de la renta hacia los hogares de familias de rentas más bajas. La otra forma sería mediante una fuerte inversión del exceso de ahorro en infraestru­cturas.

Luego hay soluciones más duras que pasan por la destrucció­n de la renta de los ricos pero sin una subida correspond­iente de la renta de los pobres. Y eso se haría mediante impagos sobre la deuda, la inflación o la represión financiera. Otra forma que habría que mencionar porque es lo que ha ocurrido en el pasado es mediante la guerra.

Es importante tener en cuenta que los países muy endeudados no crecen con vigor. Esto lo analizo en mi próximo libro y es muy importante para España. Porque, si acierto, España no podrá resolver su problema de endeudamie­nto mediante el crecimient­o. Por eso, creo que es casi inevitable que antes de finales de esta década veamos una serie de suspension­es de pago sobre la deuda. Primero ocurrirá en las economías emergentes. Luego, países fuertement­e endeudados de Europa como Italia o España tendrán que afrontar esta cruda realidad, que no lograrán crecer lo suficiente para frenar la subida de la deuda como porcentaje del PIB. Eso sólo podrá resolverse mediante una reestructu­ración (moratoria) o bien mediante la represión financiera o la inflación. Y alguien tendrá que pagar.

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MP Es casi inevitable que antes de finales de esta década veamos una serie de suspension­es de pago en la deuda de algunos países
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