¿Directivos en su torre de marfil?
Han acabado los tiempos en que se ha priorizado la eficiencia y la seguridad frente a la flexibilidad y la resiliencia
Muchos directivos son hoy prisioneros de su mentalidad sedentaria. Una mentalidad que es consecuencia de haber estado muchos años primando la eficiencia frente a la flexibilidad, la robustez frente a la agilidad y la seguridad frente a la resiliencia. Una mentalidad sedentaria que se concreta en inercias organizativas y personales, que les hace muy difícil enfrentarse a escenarios complejos, donde no pueden tenerlo todo controlado y, sobre todo, que contrasta con la cultura nómada de una multitud de jóvenes, acostumbrados a la aplicación de las nuevas tecnologías digitales y a los que resulta fácil experimentar con nuevas ideas y reescribir las reglas de sectores enteros de la economía... A partir de esta reflexión, Santi García, con una larga experiencia en la gestión de capital humano, introduce la necesidad de repensar la función directiva actual, dentro de su último libro El arte de dirigir personas hoy (Libros de Cabecera, 2016). Cambio de mentalidad No duda en expresar la urgencia de que se produzca esta cambio de mentalidad. Es evidente que los jefes, a diferencia de antes, ya no son los que más saben de todo. No pueden. Necesitan contar con más gente para seguir funcionando como antes. Es algo evidente, sin embargo, muchos siguen anclados. “En los modelos organizativos muy verticales que aún subsisten, por ejemplo, hay mucha diferencia entre lo que se piensa y lo que se hace. Este es un problema que hace perder potencial a las empresas”, comenta. Sin ir más lejos, se les escapan oportunidades que aparecen en el entorno y les impide ver los problemas que pueden amenazarles. Ahí es dónde se echa de menos el papel de una organización más plana.
Entre las cosas que se siguen haciendo mal, García destaca, por ejemplo, que en las estructuras verticales, la información que detecta la base llega tarde y mal a la cúpula, lo que va muy ligado –además– al modelo de gestión de las personas. Así se muestra muy crítico con las organizaciones que priorizan el corto plazo, los resultados más que la actuación de las personas, en definitiva, que siguen enfatizando más en el qué que en el cómo. “Es un error, porqué el qué es volátil y el cómo está menos afectado por el entorno”, dice. Y añade que ello es así porque valorar el desempeño individual en un año puede estar influido negativamente por el factor suerte, mientras se olvida lo más importante, como es el esfuerzo o el compromiso.
Este punto corre paralelo a que no hay suficiente autenticidad en el liderazgo. “Y la gente es lo que hoy demanda. Ha sufrido reestructuraciones y es más escéptica ante lo que le dice la empresa. Por ello, hace falta un estilo de liderazgo muy cercano, más abierto de mente y más humilde”, prosigue. Ciertamente es más fácil el modelo vertical para el directivo, instalado en su torre de marfil. Lo más difícil es salir de ella... pero debe hacerlo. Debe empezar a cambiar las cosas. “Ha de tomar conciencia de sí mismo, comprobar cómo su ejemplo influye en el resto y cómo su comportamiento se extiende al resto de estamentos. Si no explica a su gente qué pasa en la empresa, debe empezar a hacerlo y ha de permitir la equivocación, despenalizar el error y fomentar que se experimente”... Son pasos que cree necesarios para bajar de la torre.
Pero, ¿está dispuesto a bajar? Para García depende en gran parte de la situación de su negocio. De cuánto le aprieten los zapatos, en definitiva. Si la cosa no le va mal y tiene una organización vertical y empleados con perfiles fáciles de encontrar, no tendrá ninguna urgencia en hacerlo. En cambio, si está en un sector muy competitivo y con perfiles de personal difíciles de atraer, va a necesitar gente con mucha creatividad, que habitualmente no resulta fácil de gestionar. Y le van a forzar a repensar su actuación. Por cierto, “cada vez hay más empresas y sectores a los que les aprieta el zapato o a los que les va apretar muy pronto”, añade.