Los robots llaman a la puerta
Trabajar con máquinas inteligentes será habitual pero, ¿qué pasará con el empleo?
La OCDE alerta que se puede perder el 9% de los empleos, que serán sustituidos por máquinas Ya hay robots que sirven copas, hacen inventarios y suben comida a las habitaciones
“En el futuro veremos cada vez más escenarios de ciencia ficción y cada vez menos empleo”. Es lo que pronostica Andrew Mc Afee, profesor del MIT, autor deuna investigación sobre “la segunda era de las máquinas”, cuando en las noticias, todavía resuena el eco de Foxconn, empresa de componentes para móviles que ha “reemplazado” a 60.000 trabajadores por robots.
Los seres humanos tenemos ventajas en las interacciones sociales, en las profesiones creativas y en destreza manual y movilidad. Pero haríamos bien en defender nuestro territorio. Los robots están desempeñando tareas hasta hace poco inimaginables: sirven copas en bares de los cruceros; suben comida a las habitaciones de hoteles; hacen inventarios en los súper, inspeccionan fuselajes de aviones. En lugar de los hombres, claro.
Los académicos Carl Frey y Michael Osborne de la Universidad de Oxford sostienen que en veinte años la mitad de los empleos de EE.UU. serán automatizados. Dudan de que los nuevos puestos creados serán suficientes para compensar la hemorragia. El premio Nobel de Economía Daniel Kahneman cree que en un futuro los robots incluso reemplazarán al CEO: “No hay ninguna evidencia de que el juicio de un experto sea mejor que fórmulas construidas de forma inteligente”.
Pero la OCDE, en un estudio de hace unos días, minimizaba el fenómeno al considerar que de media sólo el 9% de los empleos serían sustituidos por máquinas. Argumentan que el proceso será lento, con obstáculos económicos, jurídicos y sociales y que los trabajadores podrán adaptarse a la tecnología o apuntarse a las nuevas profesiones nacidas a partir de los robots.
Porque a estos robots hay que programarlos, instalarlos, mantenerlos: “Si usted mira de cerca la discusión, la automatización está ayudando a conservar y crear puestos de trabajo”, aseguraba Jeff Brunstein, presidente de la Intenational Robot Federation. Un optimismo que no todos comparten. “Estoy alarmado de que las autori- dades no parezcan preocupadas por la pérdida potencial y masiva de empleos y la necesidad de asegurar una transición justa hacia el trabajo digital”, dijo esta semana el secretario de la Confederación Europea de Sindicatos, Peter Scherrer.
Como colchón social ya se avanzan algunas propuestas: la introducción de una renta ciudadana garantizada o, como sugiere la New Economics Foundation, una semana laboral de 21 horas semana les para que todos puedan trabajar. Porque si se quieren vender productos fabricados con robots, se necesita a una clase media que los compre.
La pesadilla es antigua. John Maynard Keynes escribió en los años 30: “Todos sufriremos una enfermedad: el desempleo tecnológico”. Pero piénsenlo: ya no podemos vivir sin los robots. Lo explicaba el economista de Columbia Jeffrey Sachs: “Las máquinas cobran peajes en los autopistas, nos dan direcciones, apagan luces, lustran zapatos y matan a nuestros enemigos”.
El fenómeno ahora irá a más. Para la consultora Mc Kinsey, la robótica avanzada y sus aplicaciones, con el internet de las cosas, inteligencia