Dudas muy razonables
Parece que todos los actores del sector de las cuatro ruedas van un tanto acelerados con el tema del automóvil autónomo, cuando lo cierto es que una cuestión tan importante merecería ser tomada con cierta calma. Y es que por mucho que avancen los sistemas electrónicos de ayuda a la conducción, así como los mecanismos de comunicación entre la carretera y los vehículos, seguirán permaneciendo intactos por mucho tiempo algunos inconvenientes de importancia capital que ralentizarán sin duda su implantación definitiva.
Antes de lanzarse a ordenar que un coche circule sin ningún tipo de colaboración por parte de un conductor será necesario responder infinitud de interrogantes. ¿Será posible homologar coches autónomos válidos para cruzar fronteras sin entrar en conflictos legales? La verdad es que se hace difícil imaginar dicha posibilidad cuando en Italia se solucionan los accidentes leves en discusiones de bar, mientras que en Alemania se solicita la intervención de la policía para dirimir culpabilidades. Si un coche no está dirigido por ninguna persona en un choque, ¿quién será el responsable, el fabricante o el propietario?, ¿o tal vez nos limitaremos a pagar un seguro sustancioso para que cubra las consecuencias?
Pero el rincón más espinoso reside en la infinita lista de condicionantes imprevistos que se presentan en el tráfico cotidiano. ¿Qué pasará, por ejemplo, si un poco disciplinado propietario de un vehículo comercial se detiene en doble fila en un carril con doble línea continua para descargar? Ante tal situación, nuestro coche autónomo deberá tener programado si es más adecuado olvidarse del código de circulación para superar el inconveniente o esperar el tiempo que sea. En las prioridades de programación surgirán dudas vitales como decidir si es preferible atropellar a alguien o salirse de la carretera a velocidad elevada. Cuando acordemos soluciones para todas las incógnitas, estaremos preparados para el coche autónomo.