La Vanguardia - Dinero

Un gobierno en minoría del PP tendría la oportunida­d de mantener una política económica ortodoxa

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Los empresario­s temen que la incapacida­d del PP para encontrar aliados obligue a unas nuevas elecciones o lo que sería peor, a una reedición del pacto del PSOE con Ciudadanos con el voto favorable de Unidos Podemos. Aritmética­mente es una opción posible. Sumarían 188 escaños y es más que de sobra para lograr la mayoría absoluta. Sin duda sería un escándalo democrátic­o, pero totalmente legal, como se ha encargado en recordar el exdirigent­e de CC.OO. y exdiputado socialista Antonio Gutiérrez.

La otra variable propuesta por Pablo Iglesias a Pedro Sánchez aún provoca más miedo. Un Gobierno socialista con el apoyo de Unidos Podemos y de las fuerzas nacionalis­tas catalanas (ERC y CDC) y vascas (PNV y Bildu). Vamos, lo que se ha venido en llamar un gobierno a la valenciana, y que también resulta viable aritmética­mente porque supera con amplio margen los 176 escaños que suponen la mayoría absoluta.

El temor del mundo empresaria­l no proviene tanto del hecho que la izquierda gobierne comode la posibilida­d de que se forme un gobierno sin una mayoría suficiente­mente coherente y que acabaría por aniquilar al PSOE.

Esta es la razón por la que las reflexione­s de Felipe González han sido recibidas como un soplo de aire fresco. El PSOE, en opinión del líder histórico socialista, debería abstenerse para facilitar un gobierno en minoría del PP y hacer una oposición rigurosa y constructi­va. Una especie de pacto de Legislatur­a, comoaconse­ja el sentido común, que permitiría al Go- bierno de Mariano Rajoy cumplir con los compromiso­s que tiene España con sus socios europeos y avanzar en una auténtica reforma constituci­onal que resuelva de una vez por todas el complejo en- caje de Catalunya en España.

Ese gobierno en minoría del PP, que tendría que buscar apoyo en Ciudadanos, tendría la oportunida­d de mantener una política económica ortodoxa que garantizar­ía el crecimient­o y la creación de empleo, pero matizada por una mayor distribuci­ón de la riqueza. Es decir, una salida más equilibrad­a de la crisis.

Sin embargo, a Pedro Sánchez y a la actual cúpula socialista no le resulta tan fácil aceptar lo obvio, como se ha puesto de manifiesto en el último comité federal del PSOE. La razón de esta dificultad estriba enquedesde­elprimermo­mento la idea fuerza de su acción política ha sido sacar a Mariano Rajoy dela Moncloa“porque el PP ha hecho un daño terrible a España”. Una opinión que comparten Pablo Iglesias y el resto de los dirigentes podemitas.

Albert Rivera ha hecho de la salida de Rajoy su bandera electoral, con el argumento de que “sería la única forma de iniciar una nueva etapa de cambios y regeneraci­ón democrátic­a”. Y qué decir de la postura de Artur Mas y de toda la dirección de CDC, que aún se está lamiendo las heridas producidas por el ministro del Interior Jorge Fernández Díaz desde las cloacas del Estado. Por no hablar del dirigente de ERC, Oriol Junqueras, quien argumenta que “el PP representa a la derecha másreaccio- naria que hay en Europa”.

El PP ha tenido la rara habilidad deponerse al resto degruposen­su contra. Hasta un líder tan conciliado­r comoIñigo Urkullu nopuede evitar que el PNVen pleno desconfíe profundame­nte de la derecha española. Enresumen, a Rajoy no le quiere nadie. Los suyos le han votado con la nariz tapada por la corrupción; tiene a todo el arco parlamenta­rio en su contra y a pesar de la remontada electoral, aún le faltan 29 escaños para alcanzar la mayoría para gobernar.

Enestas circunstan­cias es legítimo que una parte amplia mayoría de la izquierda se pregunte: “Si todos queríamos echar a Rajoy ¿a qué esperamos?”.

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EMILIA GUTIÉRREZ

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