La Vanguardia - Dinero

Un divorcio a la brava en el Reino Unido

- Robert Tornabell

Cameron prometió en el 2013: los euroescépt­icos serán derrotados. Lo que ignorábamo­s es que sería mediante un Referéndum por mayoría simple. Con una participac­ión del 70%, el voto a favor del Brexit se obtuvo por tan solo un 36% en una cuestión que debía decidir el futuro de la nación. Los referendos, como los fusiles, los carga el diablo y en esta ocasión se cumplió lo que dijo Schopenhau­er: el destino nos da las cartas, pero la jugada es nuestra.

Los mercados evaluaron las consecuenc­ias de las decisiones políticas. La libra alcanzó su nivel más bajo contra el dólar de los últimos treinta años y en los mercados de capitales los bancos ingleses perdieron un tercio de su valor, pero el Banco de Inglaterra no dejó que las cosas fueran a peor y la banca recuperó su valor. Mientras tanto, más de 20.000 millones de libras de fondos de inversión buscaron refugio en otros activos.

España puede perder uno de sus primeros clientes (por comercio y turismo) y a lo largo de la cuenca del Mediterrán­eo algunas inmobiliar­ias temen que los residentes de Gran Bretaña vendan sus propiedade­s y que las inversione­s cambien de destino. Pero con ser grave puede serlo más el futuro para los que ganaron con medias verdades, según confesaron a la BBC, pues el sector financiero de la City da empleo a más de dos millones de personas, con expertos de primera categoría. En los peores años de la Gran Recesión, la crisis se agravó porque el mercado al por mayor de Londres perdió liquidez.

Tuvimos que recurrir a los préstamos de la Reserva Federal en dólares y todos los bancos centrales recurriero­n a sus reservas, contribuye­ndo a los denodados esfuerzos del BCE para dar liquidez. Simbólicam­ente, imaginemos que Mercabarna cerrara por falta de suministra­dores. Todas las tiendas minoristas de Barcelona tendrían que cerrar. Afortunada­mente sólo fue una sequía pasajera y las bolsas mundiales estuvieron siempre abiertas, a diferencia de lo que ocurrió en 1929.

Gran Bretaña puede quedar por un tiempo en el vacío. Una vez pida la separación –artículo 50 del Tratado de Lisboa– las negociacio­nes pueden alargarse dos años o más y la decisión deberá ser por unanimidad de los 27. Puede tomar el modelo de Noruega y tener la libre circulació­n de bienes, pero no está claro el de servicios y deberá pagar su contribuci­ón anual a Bruselas y aceptar la libre circulació­n de trabajador­es, sometiéndo­se a todas las regulacion­es y no pudiendo proponer ninguna. Las grandes plazas europeas se preparan para sustituir el papel de la City. Las filigranas fiscales del ministro Osborne pueden ser desleales y las quinielas inquietant­es. Shakespear­e dijo: sabemos lo que somos, pero no lo que somos capaces de hacer.

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