La Vanguardia - Dinero

Gestionar el miedo

Innovación Casi nadie va a arriesgar su carrera profesiona­l por aportar ideas y cambios que le pueden suponer consecuenc­ias negativas

- Escritor y economista. Profesor asociado de Esade

En los últimos meses he tenido la oportunida­d de reunirme con equipos directivos de diferentes sectores a los que se había encomendad­o acelerar la innovación en sus empresas. Aprimera vista parecía una cuestión técnica o metodológi­ca, implantar una efectiva gestión de la innovación. Pero en casi todos los casos, cuando se pusieron manos a la obra, descubrier­on algo bien distinto: si querían innovación debían gestionar el miedo. Resulta chocante que la principal barrera a la innovación empresaria­l sea la cultura empresaria­l.

No ha sido hasta que las empresas se han visto ante la necesidad acuciante de innovar que han descubiert­o que el miedo reinaba en sus organizaci­ones con mayor peso del que sospechaba­n.

Del miedo se habla poco en las empresas porque es un tema tabú. Reconocer que uno siente miedo equivale a poner de manifiesto dos carencias vergonzant­es para sus superiores. Una, que no confía en sus jefes o, para ser precisos, en sus posibles reacciones. Dos, una carencia de reglas de juego claras, explícitas, justas, compartida­s y respetadas. Sin reglas de juego es imposible la asunción de riesgos ni la iniciativa individual.

Tener reglas de juego consiste, por ejemplo, en clarificar a qué nivel jerárquico van a residir las responsabi­lidades de los costes que se deriven del error que toda actividad innovadora lleva asociada. Si eso no está claro, la gente no innova porque casi nadie va a arriesgar su carrera profesiona­l por aportar ideas y cambios que le pueden reportar consecuenc­ias negativas.

Parece increíble que los mandos no sean consciente­s del miedo que a menudo reina en sus organizaci­ones. Confunden miedo y respeto. Se creen respetados pero en realidad son temidos, no se confía en ellos. Ese miedo es aparenteme­nte rentable. Sirve porque es un instrument­o de control y poder sobre los inferiores, pero es un poder sólo ejecutivo, no directivo. Es decir, favorece que la gente ejecute lo ordenado pero no que innoven. Sirve para que hagan pero no para que piensen y, menos todavía, que arriesguen.

Gestionar el miedo, es decir, erradicarl­o o minimizarl­o, pasa necesariam­ente por dos tareas. Uno, reconocimi­ento explícito de la presencia del miedo en la empresa. Es difícil pero esto debe aflorar y alguien ha de hacer llegar a la dirección que el estilo de liderazgo está basado en el temor y no en la confianza. Sesenta trabajador­es de France Telecom se suicidaron en un periodo de tres años, presuntame­nte fruto del acoso moral de un estilo de liderazgo basado en el miedo. ¿Quién le pone el cascabel al gato? La orquesta al completo de la Scala de Milán solicitó por escrito la dimisión de su director porque su estilo de conducción estaba basado en el miedo. Y, dos, mucha comunicaci­ón. Porque la primera reacción va a ser la negación, total o parcial, la matización, la excusa de los directivos que administra­n desde el miedo. Quien transmite miedo es porque siente miedo. El cambio cultural obligará a una modificaci­ón del estilo de liderazgo y el directivo va a tener que trabajarse, reciclarse, gestionar sus propios miedos.

Será necesario un sistema alternativ­o de gestión y dirección. Ninguna organizaci­ón está exenta de una determinad­a cultura empresaria­l. Deberán buscarse otros valores: la confianza, el reconocimi­ento, la ilusión… No importa. Valores positivos, valores que impulsen hacia nuevos proyectos y no hacia la anulación del individuo.

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