La banca italiana pone contra las cuerdas a la unión bancaria
Italia se resiste a que los acreedores asuman las pérdidas, como establece la UE, y solicita ayudas públicas
La ratio de morosidad de la banca italiana, del 16,6%, triplica la media de la UE y es la quinta más elevada El sector necesita una reestructuración y un profundo saneamiento que pasa por inyectar capital
La Unión Económica y Monetaria está entra la espada y la pared. La espada de los graves problemas de la banca italiana que pide ayudas públicas para hacer frente a un claro problema de solvencia. Y la pared de la unión bancaria, cuyas reglas aprobadas exigen que sean los acreedores de la banca italiana, y no los contribuyentes, los que asuman las pérdidas.
La última foto de la banca europea que acaba de hacer la Autoridad Bancaria Europea (EBA) no deja lugar a dudas de los graves problemas de la banca italiana: una ratio de morosidad del 16,6% que triplica la media europea y que es la quinta más elevada de todos los países de la UE, con 360.000 millones de euros en activos tóxicos; una rentabilidad sobre recursos propios del 3,3%, 2,5 puntos porcentuales por debajo de la media europea; una baja eficiencia en la gestión, ya que sus gastos operativos absorben el 70% del margen bruto, frente al 65% de la media de la UE; y la peor ratio de solvencia (en términos del capital de mejor calidad) de toda la UE. Con esta evidencia, es obvio que la banca italiana necesita una reestructuración y un profundo saneamiento que pasa por inyectar capital.
El problema que se presenta es quién asume las pérdidas y por tanto quién inyecta el capital. Desde el 1 de enero del 2016 está en vigor la llamada regla del bail
in, como parte integrante de la unión bancaria europea. Esta regla exige que sean en primer lugar los acreedores del banco quienes asuman las pérdidas y en segundo lugar un fondo de resolución que se nutre de aportaciones de los bancos. Pero antes de que actúe ese fondo, los acreedores del banco deben soportar pérdidas equivalentes al 8% del pasivo del banco. Con esta regla, el contribuyente no pone ni un solo euro de su bolsillo.
Aplicar la regla conlleva millonarias pérdidas para los acreedores de los bancos italianos, entre los que se encuentran no sólo los accionistas, sino también los inversores que han comprado deuda bancaria y los depositantes de más de 100.000 euros (los de menor importe están protegidos por el fondo de garantía de depósitos). Dada la potencial magnitud de esas pérdidas y la necesidad que bonistas e incluso depositantes soporten pérdidas, Italia se resiste a aplicar la regla invocando un potencial riesgo sistémico y generación de inestabilidad financiera.
Este pulso que plantea Italia solicitando ayudas públicas entra en claro conflicto con la unión bancaria y con el principio básico que justifica todos los cambios que se han producido en la regulación bancaria: “Sin coste para el contribuyente”. Lo que está claro es que si el pulso lo gana Italia, supondrá un varapalo para la credibilidad del proyecto de la unión bancaria europea.
No vale invocar a que los problemas vienen del Brexit, ya que los problemas de la banca italiana vienen de más atrás.