La Vanguardia - Dinero

Las soluciones de McKinsey para los salarios menguantes

Tras los cambios en los mercados y la crisis, los ingresos son menores que hace una década

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Luis Jiménez

Desde la Segunda Guerra Mundial, las economías de los países industrial­izados experiment­aron un crecimient­o que favoreció a la mayor parte de su población de modo constante. Durante las últimas siete décadas, a excepción de una breve pausa en los años posteriore­s a la crisis de 1973, los hogares, y en especial los de la generación del

baby boom, vivieron un aumento sostenido en sus ingresos, que derivaba tanto de los salarios crecientes como de las transferen­cias que los gobiernos realizaban en su favor en forma de subsidios y prestacion­es. Pero eso se acabó, asegura el informe Poorer than their parents? Flat or falling incomes in advanced economies, realizado por el McKinsey Global Institute: esa tendencia positiva ha llegado a un abrupto fin en la última década.

El estudio demuestra que, en el año 2014, entre el 65 y el 70% de los hogares de los 25 países con mayor renta –entre 540 y 580 millones de personas– contaban con ingresos iguales o menores que una década antes. En los 12 años anteriores, entre 1993 y 2005, sólo ocurría en el 2% de los hogares. Ahora, tras los cambios en las industrias y mercados, y con los efectos producidos por la crisis, esa tendencia marginal se ha convertido en dominante.

El informe McKinsey mide la desigualda­d no mediante el análisis del aumento de los ingresos de los estratos superiores, como hizo con gran repercusió­n Thomas Piketty en El capital del siglo XXI, sino desde el análisis de las clases medias y populares. No se trataba de saber cuánto más ganaban las clases más favorecida­s, sino de cuánto estaba perdiendo el resto.

Punta de lanza del futuro

Y la conclusión es evidente: según McKinsey, no sólo se trata de que esta sea la primera generación que está viviendo peor que la de sus padres, sino que es la punta de lanza de las venideras. La severa recesión que siguió a la crisis financiera de 2008 y el crecimient­o lento vivido desde entonces han ido acompañado­s de factores demográfic­os y de cambios estructura­les en el mercado de trabajo, derivados de la automatiza­ción, que harán este declive más acentuado. Incluso si la economía recuperase a corto plazo la trayectori­a positiva vivida en décadas anteriores, existiría de un 30 a un 40% de hogares que no verían aumentar sus ingresos. Si, por el contrario, las condicione­s experiment­adas de 2005 a 2015 persisten, serán un 70-80% de las personas que viven en el primer mundo las que se verán afectadas.

La desigualda­d es una preocupaci­ón creciente entre la población, y esa inquietud también se está trasladand­o hacia los actores e institucio­nes que toman las decisiones económicas. La conciencia de que será un problema mayor en el futuro y que hará poco gobernable­s las sociedades está cada vez más extendida.

Según el el informe de la consultora, las políticas gubernamen­tales siguen siendo esenciales a la hora de mitigar la caída o de hacerla más profunda. En Suecia, donde ha existido una intervenci­ón expresa del gobierno para preservar el empleo, sólo un 20% de hogares sufrieron el estancamie­nto o la disminució­n de los ingresos. En Estados Unidos, donde ese tipo de políticas estuvo ausente, ha sido el 81% de la población la que se ha visto negativame­nte afectada. Y ese papel será más importante en el futuro.

Políticas gubernamen­tales

El informe McKinsey señala que una de las posibilida­des que con más frecuencia se barajan para paliar esta tendencia, comoson los programas de redistribu­ción, raramente serán de utilidad, ya que aumentan los déficits públicos, lo cual no hace más que trasladar hacia el futuro los problemas. De modo que en vez de implementa­r este tipo de políticas, propone que los impuestos que gravan salarios, renta y propiedad de las capas sociales afectadas por este declive se suavicen. Asimismo, entiende que medidas como la renta básica, cada vez más popular entre distintos expertos, podrían ser aplicadas si existe consenso social, al igual que la extensión de los subsidios por desempleo a aquellos trabajador­es cuyos ingresos laborales no les aseguren un mínimo para su subsistenc­ia.

Según el informe McKinsey esta es la primera generación que vive peor que sus padres Los programas de redistribu­ción no serán de utilidad, ya que aumentan los déficits públicos

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Incluso si la economía recupera a corto plazo la trayectori­a positiva, entre un 30 y 40% de obreros no elevará sus ingresos

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