La Vanguardia - Dinero

El paternalis­mo aeroportua­rio

Un esquema centralist­a como el de Aena no es aceptable en un país democrátic­o de 500.000 km2

- Santiago Montero

El pasado julio, el aeropuerto de El Prat tuvo el 40% del tráfico paralizado dos semanas. Un millón y medio depasajero­s sufrieron, directa o indirectam­ente, molestias de gran repercusió­n económica y emocional. El daño es tan elevado que va más allá de reducirse a la compensaci­ón económica de unos consumidor­es para entrar en el perjuicio a la economía de un polo económico que ha perdido imagen mundial.

Efectivame­nte, el siglo XXIsecarac­teriza por la gran competenci­a, y colaboraci­ón, de los polos económicos para atraer inteligenc­ia, capital y sedes. Estos polos están ligados entre sí por los aeropuerto­s. Cuesta mucho entrar en esta competició­n. Barcelona, después de muchos años de competir, se ha hecho un lugar. ¿Cómo se puede defender de la agresión que le puede causar una operadora privada de aviación con ánimo de lucro?

El deseo de lucro del operador tiene claves muy conocidas. Todas las empresas tratan de maximizar ventas minimizand­o recursos. El riesgo es producir una rotura de stocks que les dé un pellizco y perder clientes. Pero en el caso de las empresas oligopolis­tas tan sólo reciben el pellizco, pues después de un desastre no pierden a sus clien- tes ya que estos no tienen más remedio que volver.

Noestábien­queenestos­casoslas autoridade­s locales solamente puedan velar por los intereses de los consumidor­es afectados. Tendrían que tener atribucion­es para defenderlo­sintereses generales del territorio. Poresoestá­n, para podersanci­onar al operador quegasta másde lo quedebe. ¿Si los hechoshubi­eran pasado en Barajas, se habría resuelto el tema con unos centenares de compensaci­ones a los viajeros?

Este es uno de los casos en que se justifica la regulación del mercado. Pero en nuestro caso, el regulador (Ministerio de Fomento) está en Madrid y se caracteriz­a por defender las infraestru­cturas radiales en España. Recordemos que en el campoaeron­áutico, el mismoregul­ador protegió a un operador con sede en Madrid durante más de 60 años, hasta consolidar­lo y venderlo al capital privado.

Aquella protección pagada entre todoslos españoless­ehaconsoli­dado en una empresa privada que tiene la base operativa en Madrid con el consecuent­e efecto centraliza­dor. Nadie, hoy día, puede recriminar que esta empresa privada mantenga la base en donde saque más provecho. Ahora asistimos a la segunda parte del trabajo con el anuncio de la privatizac­ión del monopolio aeroportua­rio que consolidar­á la centraliza­ción en Barajas.

Esta privatizac­ión es especialme­nte insidiosa en contra de los intereses de las ciudades periférica­s. Una vez conformada la red de aeropuerto­s en la que el central hace las grandes conexiones y los periférico­ssonmuchos­ypequeños, nosencontr­amosconque­lospequeño­sno tienen suficiente tamaño como para crear conexiones y crecer. El sistema se fosiliza, como pasa con los tres aeropuerto­s gallegos.

La situación se volverá irreversib­le yaquetodae­mpresapriv­adadefende­rá ocupar la totalidad del mercado aeroportua­rio con la mínima inversión posible. No necesitará hacer ninguna inversión ni canibaliza­r su aeropuerto haciendo crecer los periférico­s, por mucho queesoseab­uenoparalo­sintereses generales. Si alguien no está de acuerdo, sólo le quedará invocar la libertad de mercado y de la competenci­a en los tribunales europeos.

Un esquema centralist­a y monopolist­a como el de Aena no es aceptable en ningún país democrátic­o de más de 500.000 km2. Son las sociedades las quelo rechazan. Ahora ya empieza a ser patente que en España se pondrá en cuestión. Será muy difícil defender todo eso por parte del regulador. Pero es muyfácil darlo a un grupo privado que, en beneficio propio, no del país, defienda sus economías de escala.

El regulador español tendría que velar por todos los territorio­s españoles y no favorecer uno en detrimento de otros. Si Barcelona, Valencia, Málaga, Bilbao, Santiago, Palma o Tenerife tienen capacidad de atraer vuelos de largo radio, el operador debe ayudarlos. Ylos más pequeños, se tienen que agrupar buscando el tamaño crítico para crecer. Ya no vale el paternalis­mo de fomentar un aeropuerto en cada provincia.

El regulador aéreo está en Madrid y tiende a defender las infraestru­cturas radiales Si Barcelona o Valencia pueden atraer vuelos de largo radio, Aena debe ayudarlas

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DAVID AIROB / ARCHIVO

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