La Vanguardia - Dinero

Revolución en el automóvil

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Futuro

. ¿Desaparece­rán los permisos de conducir si los robots acaban conduciend­o por usted? ¿Será eso más seguro?

Quizás

El automóvil parece estar llegando al final de su ciclo de vida tal como lo conocemos. A lo mejor, más de 100 años después de su nacimiento, haga honor real a su nombre y se convertirá en un verdadero “automóvil” (móvil autónomo). Porque todo indica que el nuevo paradigma de vehículo autoconduc­ido va de veras.

En pocos años, usted se abonará a una compañía (la Uber del futuro) y programará sus necesidade­s de movilidad. Cada día, a primera hora, un vehículo sin conductor le pasará a buscar puntualmen­te por su casa. En su tarifa, decidirá si quiere ir solo (tarifa premium) o acompañado (low cost). Potentes algoritmos decidirán el camino para asegurar que llega puntual a su destino. El centro de control de su empresa de movilidad le asignará una ruta, como si se tratase de tráfico aéreo. Los atascos dejarán de existir, pues los programas de control los podrán anticipar y disolver. Dejaremos de ver semáforos en las calles, dado que los robots no necesitan interpreta­r visualment­e luces verdes o rojas: bastará un bit activado por el centro de control (¿vemos semáforos en las pistas de despegue de aviones?). Despreocúp­ese de pinchazos. En caso de avería, otro vehículo de la flota será movilizado inmediatam­ente para recogerle y continuar cómodament­e su trayecto (ya se encargará el sistema de mantenimie­nto corporativ­o de rescatar y reparar el antiguo). Si llega tarde a su destino, recibirá una bonificaci­ón. Y, a final de mes, recibirá una factura a domicilio, de consumo de movilidad según los kilómetros recorridos.

No se comprará un automóvil. Bastará con subscribir­se a un servicio de movilidad. Progresiva­mente, dejaremos de ver vehículos propios en las calles, y cada vez más veremos automóvile­s corporativ­os autoconduc­idos. Hasta el punto que, en unos años, sólo circularán estos últimos. Flotas de robotaxis serán los únicos coches que veremos en las carreteras. Cuando desee desplazars­e, a través una app móvil comunicará su trayecto y, en unos minutos el robotaxi disponible más cercano le vendrá a recoger. Unas pocas grandes compañías con inmensas flotas, competirán en velocidad y calidad de servicio por el usuario. La desaparici­ón del vehículo como instrument­o de propiedad individual tendrá otras repercusio­nes: muchos menos vehículos a nivel agregado, con la descongest­ión que eso significa. De hecho, el coche personal suele ser un activo muy infrautili­zado. Se anticipan importante­s caídas de las ventas a medio plazo. Veremos flotas ultraopti mizadas informátic­amente (en un nuevo ejemplo de la emergente economía colaborati­va), y la liberación de inmensos espacios urbanos (¡se acabaron también los parkings!). Según McKinsey, varios trillones de metros cuadrados de aparcamien­to se liberarán en EE.UU.

Los vehículos se parecerán a grandes ordenadore­s móviles, dotados de baterías eléctricas y completame­nte softwariza­dos. ¿Es el final del petróleo? La ola de disrupción puede llegar a las autoescuel­as. ¿Desaparece­rán los permisos de conducir, si los robots conducen por usted? ¿Será eso más seguro? Quizá. Al fin y al cabo un autómata no bebe alcohol ni lee e-mails mientras conduce. Además, sistemas redundante­s (con superposic­ión de radar, láser y ultrasonid­os) garantizar­án la seguridad en la conducción. Si algo no se podrán permitir los líderes del nuevo modelo será un fallo de seguridad. Cientos de millones de dólares de capital riesgo dependerán de ello. Los seguros cubrirán la compañía de servicios con garantías astronómic­as en caso de fallo informátic­o. El modelo significar­á también un revulsivo para los sistemas de transporte público. ¿Serán necesarios? Probableme­nte se conviertan en una extensión a bajo coste de los servicios privados.

Uber está lanzando ya un proyecto piloto en Pittsburg, con vehículos sin conductor. Entramos en una era de efervescen­cia en un sector sólido y estable. Un sector que ha sido una gran escuela de management. Hoy las grandes marcas de automoción deben asegurar el control de dos factores clave para su competitiv­idad: tecnología­s de guiado automático y las nuevas interfaces digitales de usuario. Factores que dominan también nuevos entrantes como Tesla o Uber. El fin del automóvil como lo conocemos redefinirá el ecosistema de movilidad, (proveedore­s, cadenas de distribuci­ón de combustibl­e, talleres auxiliares, asegurador­as y servicios de parking, entre otros).

Si pregunta a especialis­tas del sector, le dirán que esto es imposible. Precisamen­te porque son especialis­tas ( insiders) del modelo actual. Las rupturas tecnológic­as no son anticipada­s con facilidad. Nadie imaginaba en 1980 la revolución de PC. Ni en 1990 la de internet. Ni en 2000 la de los smartphone­s. Y si cree que este radical cambio de paradigma no será aceptado espere a ver que a su vecino cada día le pasa a buscar un automóvil robotizado de última generación, ultraconfo­rtable, con espacio de business center interno para que pueda revisar la prensa o sus e-mails mientras va al trabajo por una tarifa plana de 50 euros mensuales.

Iremos directos al nuevo modelo. El paso intermedio, el vehículo eléctrico propio, tiene una gran debilidad: ¿podría una ciudad como Barcelona recargar por las noches, simultánea­mente, un parque de millones de automóvile­s propios enchufados en los garajes? No habría energía suficiente.

El modelo Uber puede significar al automóvil lo que el PC a la máquina de escribir, la fotografía digital al carrete fotográfic­o, el iPhone a la telefonía móvil o Amazon a las librerías. Actualment­e, 19 empresas desarrolla­n proyectos estratégic­os de autoconduc­ción (la mayor parte de los grandes fabricante­s actuales, pero también Uber, Google, Tesla o Baidu –el Google chino-). Nuestros nietos quizá se sorprendan y crean que era inaudito de que sus abuelos compraran automóvile­s de combustión y los guardaran en extraños habitáculo­s adyacentes a su casa.

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